Señalado como el mayor desafío del siglo XXI por los líderes mundiales, el cambio climático se concibe popularmente en términos logísticos, científicos y económicos y no éticos. Sin embargo, luego de la COP23, los 195 Estados Miembros de la UNESCO adoptaron formalmente el 15 de noviembre de 2017 la Declaración sobre los principios éticos en relación con el cambio climático. Esta Declaración se refiere a la responsabilidad de abordar el desafío y refuerza la ética en el centro del debate. La Declaración establece seis principios éticos:
- Prevención de los daños
- Criterio de precaución
- Equidad y justicia
- El desarrollo sostenible
- Solidaridad
- Conocimientos científicos e integridad en la adopción de decisiones
La Declaración explica cómo podrían aplicarse estos principios en diferentes ámbitos: en la ciencia, la tecnología y los sistemas de innovación; en la educación, en los procesos de gestión de riesgos, en la sensibilización del público, en la cooperación internacional y en la gobernanza para la rendición de cuentas.
Para comprender plenamente una perspectiva ética que aborde el cambio climático, es preciso reflexionar sobre las siguientes cuestiones: ¿Por qué son importantes los principios éticos para combatir el cambio climático? Y, ¿por qué es necesaria una declaración de principios éticos en relación con el cambio climático?
La ética es importante porque es una técnica filosófica que puede ayudar a la sociedad a dar un paso atrás y tener una visión más amplia de cuáles son las causas y consecuencias del cambio climático, y cómo reaccionar y actuar en consecuencia. Por ejemplo, el cambio climático es considerado como la mayor amenaza para el desarrollo nacional, especialmente para los pequeños Estados insulares en desarrollo. Por ejemplo, San Vicente y las Granadinas es un Estado insular que se ha visto afectado por huracanes más fuertes, sequías más prolongadas, inundaciones repentinas más frecuentes y aumento del nivel del mar en los últimos 20 años. De hecho, en diciembre de 2013, los daños causados por las depresiones tropicales que impactaron a la isla se estimaron en 93,3 millones de dólares. En tal situación, no basta con atenerse a los hechos y a los efectos económicos del cambio climático para combatirlo.
En efecto, el principio ético de equidad y justicia anima a los Estados y a otros actores pertinentes a facilitar y fomentar la sensibilización y la participación en la toma de decisiones y acciones, haciendo ampliamente disponible el acceso a la información y los conocimientos sobre el cambio climático, así como sobre los medios para aplicar medidas de mitigación y adaptación. Esto debe lograrse mediante el fortalecimiento del diálogo social y la comunicación por parte de los medios de comunicación, las comunidades científicas, las organizaciones de la sociedad civil y la comunidad en su conjunto.
San Vicente y las Granadinas es un gran ejemplo. En 2017, iniciaron un programa de educación pública sobre el cambio climático y una campaña implementada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo de Japón y el Caribe para el Cambio Climático (PNUD J-CCCP) en coordinación con el Gobierno de San Vicente y las Granadinas. El objetivo de la campaña es proporcionar a los vicentinos información sobre lo que es el cambio climático y cómo la gente puede adaptarse a él. La sensibilización y la educación del público es un componente importante de la campaña para integrar las consideraciones sobre el cambio climático en todos los aspectos de la vida de las comunidades pequeñas y más vulnerables.
Además, los principios éticos son necesarios para combatir el cambio climático de manera más eficaz y justificada. Por ejemplo, Corea del Sur es golpeada cada primavera con tormentas de arena amarilla que vienen desde Mongolia y China. Además, con la reciente industrialización y deforestación de China occidental y Mongolia, las tormentas de arena amarilla contienen una sustancia nociva en el polvo que puede afectar la salud de las personas y causar problemas sociales. Este fenómeno no solo afecta Corea del Sur sino también China y Mongolia. Por lo tanto, es necesario coordinar las acciones de los países para abordar y luchar contra este problema. Aquí es donde entra en juego el principio de solidaridad.
La solidaridad, en este contexto, significa que los países afectados tienen que reconocer que todos comparten el mundo en el que vivimos y que no pueden renunciar a la posibilidad de vivir en la Tierra sólo para beneficiarse a sí mismos. Los esfuerzos para proteger y mejorar el mundo deben realizarse de tal manera que reflejen la solidaridad y la interdependencia entre pueblos de diferentes orígenes.
A través de ambos ejemplos, es evidente que el cambio climático es fundamentalmente una cuestión ética. Si no actuar contra el cambio climático puede tener consecuencias catastróficas, las respuestas al cambio climático que no se reflexionan detenidamente, con implicaciones éticas en mente, tienen el potencial de devastar comunidades enteras, crear nuevos paradigmas de inequidad y mala distribución, y hacer aún más vulnerables a los pueblos que ya se han visto desarraigados por otras luchas políticas e ideológicas provocadas por el hombre.
Con la reciente publicación del Informe Especial del IPCC sobre el calentamiento global de 1,5°C, la Declaración es más necesaria que nunca. En las conclusiones del informe se exponen los argumentos más sólidos a favor del lema de la UNESCO «Cambiar las mentalidades, no el clima»: cambiar la forma en que medimos el éxito económico, cambiar la forma en que formulamos las políticas públicas, tener en cuenta los servicios económicos vitales y cambiar la forma en que educamos a las generaciones actuales y futuras. Las dimensiones éticas de nuestras selecciones para el crecimiento y el desarrollo se encuentran en el centro de ese cambio transformador. Por lo tanto, cuestiones como «¿qué valores elegiremos para impulsar las opciones económicas, políticas e individuales? y «¿en qué tipo de sociedad queremos vivir y qué tipo de mundo queremos transmitir a las generaciones futuras? son cruciales para combatir el cambio climático y son difíciles de abordar sin la ayuda de la Declaración de principios éticos en relación con el cambio climático.