Sabemos que Jair Bolsonaro es un peligro para la Amazonia. Pero también lo es para la libertad de expresión.

La supermodelo y activista medioambiental, Gisele Bündchen, es una de las primeras víctimas mediáticas del gobierno de Bolsonaro. Se le intentó callar aunque –por ahora– sólo con sutiles amenazas. La ministra de Agricultura del nuevo gobierno, Tereza Cristina Dias, realizó un acto de censura camuflada al declarar en una entrevista que la modelo no debería “andar por ahí criticando a Brasil sin conocer los hechos”, pues la supermodelo se ha pronunciado en contra de los planes del nuevo gobierno en temas de agricultura y conservación.

Cristina Dias llamó a Bündchen una “mala brasileña”  
y afirmó que Brasil es una “vanguardia de la conservación”.

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Lo cierto es que ninguna vanguardia ecologista que verdaderamente lo sea podría tener un presidente que piense que el cambio climático es producto de un “mala planificación familiar y no de, por ejemplo, la deforestación en la Amazonía ocasionada por la tala legal e ilegal. Ni mucho menos aún un “país vanguardia” podría salirse de los Acuerdos de París.

Pero Gisele Bündchen respondió en su cuenta de Twitter con una gran sofisticación. Nos recordó que, ante los arranques de gobernantes como Trump y Bolsonaro –y de sus colaboradores–, nosotros tenemos la cortesía:

Me causó sorpresa ver mi nombre mencionado de forma negativa por defender y manifestarme a favor del medio ambiente. Desde el 2006 vengo apoyando proyectos y me he volcado a causas socioambientales, lo que siempre he hecho con mucha responsabilidad.

Siempre estoy buscando el conocimiento a través de lecturas y el contacto con científicos, pescadores, agricultores, organizaciones corporativas y ambientales, de forma que en mi camino he podido aprender mucho y sigo aprendiendo todos los días. Estoy de acuerdo en que la producción agropecuaria y la conservación ambiental deben juntarse, estar lado a lado. Nuestro desarrollo, prosperidad y bienestar dependen de ese equilibrio y la agricultura, tan importante para nuestro país, también depende de las condiciones climáticas adecuadas para su crecimiento.

Brasil tiene todo para liderar el movimiento en pro de un desarrollo más sustentable, capaz de suplir las necesidades de la generación actual sin comprometer a las futuras generaciones. Hago un llamado a divulgar acciones positivas en este sentido.

Necesitamos entender que los recursos naturales son finitos, que los bosques tienen un papel fundamental en el equilibrio del clima y la tierra. Y, consecuentemente, también en nuestras vidas.

Preservar la naturaleza, por tanto, significa preservar la vida.

Por cierto, Giselle recibirá un premio por su activismo ecologista en febrero, por parte del UCLA Institute of the Environment & Sustainability. Así que mejor que Bolsonaro y su gobierno se preparen. Porque esta agente de cambio cuenta con mucho respaldo y censurarla no será cosa fácil.