Hay veces en las que una sola acción basta para desencadenar todo un movimiento. Ese fue el caso de Greta Thunberg, cuyas huelgas solitarias afuera del Parlamento de Estocolmo inspiraron a una ola de jóvenes a tomar las calles de Alemania, Bélgica y Suecia. ¿Su propósito? Exigir acciones en contra del cambio climático.
Miles de estudiantes de preparatoria están alzando la voz ahora mismo y sus exigencias están sacudiendo a toda Europa. La discusión sobre el cambio climático es el foco de sus demandas, pero su urgencia resalta otro asunto de gran importancia: la participación de los más jóvenes en el escenario político. Alrededor del mundo, existen pocos espacios en los que sus voces sean tomadas en serio, pero ellos no planean callarse. El destino del planeta requiere de una participación activa, constante y total.
Los resultados discutidos en la COP24 y los reportes de la ONU apuntan a una verdad inevitable: hay que detener el cambio climático lo más pronto posible. De lo contrario, la temperatura global podría aumentar 3 grados para el año 2030, poniendo en riesgo a los ecosistemas más esenciales del planeta. La urgencia de estos chicos por frenar la crisis inminente está surtiendo frutos. Sus voces han viajado sin obstáculos hacia otros continentes: según reporta Buzzfeed News, ya hay estudiantes organizándose también en Estados Unidos y Australia.
Cada grito dado y cada pancarta alzada por estos adolescentes es un paso más contra la indiferencia colectiva. Los gobiernos mundiales deben dejar un rato sus pretensiones económicas para situarse en el presente. Como expresa una de sus consignas: “Si el planeta fuera un banco, ya estaría a salvo”. La insistencia de estos chicos no debería sorprender a nadie. El mundo que a ellos les tocará habitar por el resto de sus vidas es lo que está en juego, y salvaguardarlo debe ser una prioridad.