Las turberas necesitan urgentemente nuestra protección y su restauración: son un tesoro de la biodiversidad y una oportunidad para la acción climática. Esto hace que el compromiso de proteger una enorme turbera en África Central sea una gran victoria para el planeta, y para las personas y los animales que viven allí.
La gente ha vivido en la Cuenca del Congo por más de 50.000 años. Hoy en día, 75 millones de personas de más de 150 grupos étnicos distintos dependen de la salud del bosque que cubre gran parte del complejo de turberas de la Cuenca del Congo.
Conocido como la Cuvette Centrale, este complejo es del tamaño del Reino Unido y se extiende a lo largo de la República Democrática del Congo y la República del Congo. Esta región es rica en biodiversidad y, según las estimaciones de 2017, mantiene secuestradas alrededor de 30 gigatoneladas de carbono, el equivalente a 15 años de emisiones de los Estados Unidos.
La República Democrática del Congo, la República del Congo e Indonesia, reunidos por ONU Medio Ambiente y otros aliados de la Iniciativa Mundial sobre las Turberas, firmaron en marzo de 2018 la Declaración de Brazzaville para proteger este complejo. La Iniciativa Mundial sobre las Turberas, liderada por ONU Medio Ambiente, ayuda a los países con turberas a salvar o restaurar estos humedales vitales, que cubren alrededor de 3% de la superficie terrestre mundial.
«Para la biodiversidad, para el clima y para las personas, necesitamos turberas saludables», dijo Dianna Kopansky, Coordinadora de la Iniciativa Mundial sobre las Turberas en ONU Medio Ambiente. “La Cuvette Centrale alberga 14 especies amenazadas a nivel mundial, incluidos bonobos, gorilas y chimpancés. Esta turba es un tesoro global que merece atención y esfuerzos globales, para ver los beneficios hoy y en el futuro».
Aunque permanece casi inalterada, debido a su ubicación remota, la Cuvette Centrale está en riesgo por las concesiones de petróleo, gas y silvicultura, y por el desarrollo de infraestructura. Si el área se utiliza para fines agrícolas, como el aceite de palma, el ecosistema podría drenarse y degradarse, y la hidrología completa de la Cuenca se trastornaría.
El primer paso para evitar tales resultados es mejorar la comprensión sobre el funcionamiento de este ecosistema vital, de acuerdo con la Ministra de Turismo y Medio Ambiente de la República del Congo, Arlette Soudan-Nonault.
“Como ejemplo de la implementación de la Declaración de Brazzaville, el Gobierno de la República del Congo ha decidido establecer un comité científico de alto nivel para permitirle al país conocer mejor este ecosistema rico en biodiversidad», dijo.
La Declaración de Brazzaville muestra que ni la comunidad internacional ni los gobiernos involucrados quieren que se repita el patrón de drenaje y destrucción de turberas que se dio en Indonesia. Sin embargo, hay obstáculos en el camino. Por ejemplo, la tala en los pantanos está prohibida en la República Democrática del Congo, pero «la legislación congoleña no define con precisión lo que constituye un pantano», según la Rainforest Foundation UK.
Muchas de las concesiones forestales otorgadas en la Cuvette Centrale han expirado. Activistas de Greenpeace están pidiendo que estas concesiones se “cierren y devuelvan al estado”. Este es un paso clave en la protección de las turberas y los residentes locales esperan que les ayude a conservar su forma de vida.
«Esperamos que nuestro gobierno nos apoye en nuestro papel como guardianes de este bosque antiguo y nos brinde el apoyo necesario para salvaguardar las turberas para nuestros niños y para el mundo», dijo Valentin Egobo, miembro de la comunidad de Lokolama, que limita con las turberas en la República Democrática del Congo.
El papel de Indonesia en este compromiso es compartir sus lecciones duramente ganadas sobre el manejo de las turberas. Indonesia tiene más de 15 millones de hectáreas de turberas tropicales y en 2015 experimentó incendios a gran escala. La nación ahora está volviendo a humedecer más de dos millones de hectáreas de turberas secas y está aplicando leyes para protegerlas a medida que aumenta el intercambio mundial de información sobre este ecosistema.
Las posibilidades de supervivencia de todas las turberas aumentaron aún más en octubre, cuando los países y los socios de la Iniciativa Mundial sobre las Turberas se reunieron en Indonesia para un intercambio Sur-Sur que culminó con la creación del nuevo Centro Internacional de Turberas Tropicales, que fortalecerá la colaboración internacional. Durante la visita, Indonesia y la República del Congo firmaron el primer acuerdo sobre la protección y el manejo de las turberas entre un país africano y uno asiático.
La Directora Ejecutiva interina de ONU Medio Ambiente, Joyce Msuya, calificó el esfuerzo conjunto sobre la Cuvette Centrale, como “la máxima expresión de la cooperación Sur-Sur”.
«Necesitaremos que tal excelencia continúe si queremos conservar la biodiversidad de las turberas y mantener en el suelo enormes cantidades de carbono «, dijo.
Este artículo es parte de una serie de historias publicadas en el Informe Anual 2018 de ONU Medio Ambiente.