Destino Leonera

Por: Alda Livey Mera Cobo – reportera de El País

Al otro extremo de la Cali rural, en La Leonera, doce emprendedores agroambientales se benefician de los Pagos por Servicios Ambientales del Dagma, a cambio de proteger los bosques que producen agua para el río Felidia y Pichindé, afluentes del río Cali, que surte del líquido a muchos caleños.

Están Truchilanda, La Palmita, El Rancho de Stella, Ágora Manantial, Ventana a la Vida, Casa de Alicia, Hogares Juveniles Campesinos, Alto Bonito, Las Delicias de la Abuela, The Sammy’s Coffe y Bichacué Yath o Casa de las Aves ( en lengua nasa). Es un extenso bosque de más de 3000 mts.2, que bajo el follaje de los árboles, está tapizado de musgos variados, plantados por su creador y diseñador, el bioartista payanés Tomás Muñoz en 20 años de paciente labor de bioingeniería.

Acolitado por su esposa Nubia Stella Gómez, el bioartista ha cultivado un parque temático con personajes de leyenda que él esculpe con la arcilla que hay bajando a la cascada de uno de los nacimientos que desembocan en el río Felidia.

Este proyecto está diseñado bajo el concepto de que “no hay que aprender para hacer, sino hacer para aprender”, dice Nubia Stella, ya que es un bosque que parece encantado para visitas pedagógicas. Colegios de Cali llevan niños y jóvenes que lo recorren mientras aprenden las leyendas de la tradición oral como la patasola, el mohán, duendes y hadas, y la Madre Tierra, figuras que, esculpidas por Tomás, se asoman en cada recodo del sendero.

Tomás Muñozy el Mohan que esculpió y le sembró musgo, en su bosque Bichacué Yath, en La Leonera.
Foto: Wirman Ríos / El País



Sendero que conduce a jardines plantados con minuciosa técnica ornamental, en la que los musgos brotan silvestres con la humedad de las lluvias y sombra del follaje.

“El musgo es la piel de la tierra y es la alcancía del agua”, sostiene Tomás sobre esta especie vegetal que crece un centímetro al año. Lo que les enseña a los visitantes en el recorrido para que tomen más conciencia de cuidar más la naturaleza y no produzcan tanta basura.

Su proyecto es una obra de bioingeniería, puesto que era una pendiente sin mucha estabilidad, pero le construyó terrazas con costales llenos de tierra, una opción amigable con el medio ambiente, y sin cemento ni ladrillo. Allí ha diseñado jardines horizontales, verticales, colgantes, de agua con islas flotantes de trozos de icopor reciclados recubiertos de musgos y hasta jardines subterráneos con iluminación artificial.

Todo esto donde pastaba una vaca entre cultivos de granadilla, que causaban mucho impacto. Pero ellos cambiaron por dejar crecer el bosque y diseñar el jardín temático. Tomás recuerda que cuando le contaba a la gente su proyecto hace 20 años, lo tildaban de loco; como hablaba de jardines, lo señalaban de gay, y como planeaba esculpir las figuras en cerámica, le decían que “hablaba mucho barro”.

En respuesta, decidió hacerlas en barro y hoy Tomás sonríe porque ahora le dicen que “es un ejemplo” para la sociedad en liderar esta empresa de cuidado ambiental. Pero sobre todo, que por fin pueda vivir de esto, al recibir turistas y colegios con guianza para conocer su obra de arte natural y que el Dagma le reconozca por ello.

María Eugenia Gómez, quien se dedica a hacer guianza en los recorridos en la reserva natural Los Yarumos, explica que estos son solo dos de doce emprendimientos socioambientales del proyecto Destino Leonera, un grupo social comunitario trabajando en el turismo sostenible con iniciativas amigables con el medio ambiente y desde hace dos años, ocho cosechan los beneficios del PSA del Dagma. “Somos gente trabajando en conservación por convicción desde hace doce años”, enfatiza María Eugenia, de Descubre Cali, el operador turístico que ofrece los paquetes para tener esas experiencias vitales.

Alfonso Lenis dice que el programa PSA, que busca garantizar el agua para los caleños de las presentes y futuras generaciones, es primordial para la administración del alcalde Maurice Armitage. Andrés Toro, otro asesor del Dagma para el PSA, dice que “cuando llegamos había 87 áreas conservadas, hoy hay 1200 hs. protegidas. La idea es que en tres años cada iniciativa quede andando solita, y nos llevamos el presupuesto a otras cuencas y realizar la misma campaña. Ahora esperan renovar los diez contratos de 2018 y firmar otros tantos en 2019”.

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