Atender la crisis climática no es ya una causa loable, sino una urgencia de vital importancia. Y si queremos hacer que amaine el calentamiento global, existe una forma viable y que podemos practicar de forma inmediata.
Desde hace tiempo diversas voces han apuntado a la reforestación masiva como quizá el único recurso a la mano para desacelerar el calentamiento global, y así ganar tiempo hasta que seamos capaces de reemplazar los hidrocarburos por energía limpia. Un estudio reciente que, por fortuna, ha dado ya la vuelta al mundo, logró cuantificar exactamente cuánto carbono se podría secuestrar o retener si reforestáramos estratégicamente una superficie importante del planeta: 205 gigatones –es decir, dos terceras partes de todo el dióxido de carbono que hemos generado los humanos desde la Revolución Industrial–.
Tom Crowther, profesor del Instituto Federal Tecnológico de Suiza, publicó esta semana en Science el estudio que convierte el mantra “plantar árboles para salvar el planeta” en una realidad matemática, y por lo tanto contundente. “La restauración forestal es por mucho la más poderosa solución planetaria que tenemos en la actualidad”, advierte Crowther.
Tras analizar cerca de 80,000 fotografías satelitales de superficie forestal, y cruzarlas con una base de datos de las condiciones climáticas y tipos de tierra, se obtuvo como resultado la cantidad de superficie actualmente disponible para albergar árboles –tras restar las áreas urbanas y las que ya son superficie forestal–. El resultado son 900 millones de hectáreas, las cuales, en caso de ser reforestadas, captarían los 205 gigatones de carbono. Vale la pena destacar que esta reforestación debería realizarse de forma estratégica y privilegiando a las especies nativas en cada región.
Crowther, que calcula que para reforestar esas áreas se requieren 300,000 millones de dólares, apunta también a la recuperación de la biodiversidad que esta superficie forestal conllevaría. Sin embargo, un factor fundamental es que esos bosques deberían representar un aliado, y no un enemigo, en la lucha de las comunidades aledañas por hallar formas de sustento. Es decir, si esos bosques simplemente van a quitarle a millones de personas la posibilidad de vivir de la agricultura o actividades similares, parece casi imposible lograr la misión. En cambio, si alrededor de esos nuevos bosques se generan alternativas de sustento, por ejemplo vía un esquema de aprovechamiento forestal sustentable, no sólo se estaría contrarrestando el calentamiento global y recuperando la biodiversidad sino que también se detonarían economías locales que permitirían a las comunidades rurales vivir de estos territorios y, simultáneamente, cuidarlos.
Por cierto, a partir del 5 de julio se puede consultar aquí una herramienta cartográfica que permite a personas y organizaciones ubicar las áreas cercanas potencialmente forestables.
Autor: Omar Rodríguez
ecoosfera.com