El metano (CH4) es un gas incoloro, inodoro y no es tóxico, pero la acción del ser humano está consiguiendo que sea muy perjudicial.
El trato que le estamos dando a nuestro planeta está multiplicando su presencia en la atmósfera y no se prevé que la tendencia se reduzca, sino todo lo contrario.
De forma natural se produce por la descomposición de materia orgánica, sobre todo en humedales o turberas, cuando las plantas sufren putrefacción anaeróbica.
Aunque, desde que estamos poblando la tierra, gracias a las emisiones del ganado y la quema de combustibles, las emisiones antropogénicas ya suponen el 60% del total.
El problema es que a corto plazo este gas es 25 veces más peligroso que el CO2.
El metano es un gas con un alto potencial de efecto invernadero y grandes cantidades almacenadas en la naturaleza que podrían desencadenar graves consecuencias.
El metano siempre ha estado presente en nuestro planeta. Se produce de manera natural de diferentes formas, pero desde que el homo sapiens comenzó a dominar la agricultura, las emisiones empezaron a incrementarse.
En Oriente Medio, hace 7.000 años, desarrollaron la técnica del regadío que pronto se extendió por casi todo Asia. Esto hizo que rápidamente se crearan humedales artificiales. En estos enclaves la vegetación crece, muere, se descompone y produce, a su vez, gran cantidad de metano. Después llegó el ganado, y las emisiones se multiplicaron.
Un reciente informe revela que las estimaciones de las emisiones del ganado estaban infravaloradas y éstas, por diferentes causas, han aumentado o son mayores que las que se creían. Las causas: el incremento de las cabezas, la ‘mejora’ de las razas hacia animales con mayor masa, la mayor cantidad de estiércol producida, etc…
La gran amenaza
El metano y su amenaza ante la solución de la crisis climática, paradójicamente, no está en las emisiones provocadas directamente por nosotros, pero si de forma indirecta. Existen grandísimas cantidades de metano ‘atrapadas’ en la naturaleza que si pasan a formar parte de la atmósfera supondrían un serio problema.
El permafrost, que se extiende por las zonas mas septentrionales de nuestro planeta, se está descongelando y alberga enormes cantidades de metano que de liberarse, podrían multiplicar su efecto invernadero. El problema reside en que se está fundiendo a un ritmo mucho más rápido de lo previsto, hemos alcanzado niveles que no se esperaban hasta dentro de 70 años.
Pero no solo el permafrost podría ser un gran emisor en estas latitudes, si se confirma el deshielo en zonas con gran cantidad de vegetación como Alaska o Siberia, muchas zonas muy vegetadas comenzarían a inundarse y convertirse en humedales, lo que generaría metano a raudales.
Además del permafrost, también hay grandes cantidades de metano en los océanos, los llamados clatratos. Son formaciones de metano y hielo que, según algunas teorías, si la temperatura de los océanos aumentara, podrían liberarse repentinamente. Se calcula que hay un billón de toneladas almacenadas de esta manera.
Por tanto, si no hacemos todos los esfuerzos posibles para frenar la crisis climática, puede que sus consecuencias se vean agravadas exponencialmente. El futuro te necesita.
Autor: Nacho Lacambra
Fuente: #PorElClima
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