Ceremonias de té, caminatas por el bosque y contemplación de ríos son algunos rituales donde la reflexión puede hacernos más sabios y compasivos. La filosofía oriental nos enseña esas otras formas de apreciar la vida desde la trinchera de la paz y la libertad.
El dolor, la imperfección y la incertidumbre, en la filosofía oriental, no deben temerse sino aceptarse con compasión. Y es tal vez por eso que Oriente ha creado, no un camino rumbo a la perfección, sino todo una filosofía sobre la vida de un ser libre; un antídoto reflexivo y muy sensato para surfear la vida con sabiduría.
Desde las perspectivas budista y taoísta, Alain de Botton —escritor y filósofo suizo, fundador de la organización global The School of Life— nos comparte estas ideas de la filosofía oriental para enriquecer nuestra vida:
1. La vida es sufrimiento
La primera de las cuatro nobles verdades de Buda que nos alienta a ajustar de forma constante nuestras expectativas. De esta manera, sabremos qué esperar, como que el sexo nos decepcionará, la juventud tiene fecha de caducidad y el dinero no nos ahorrará el dolor.
El semblante de Buda era el de una persona feliz. Se dice que, generalmente, portaba una cálida sonrisa debido a la espontaneidad de las experiencias agradables y divertidas que se le presentaban en su camino y que interpretaba como algo extra; sin dejar de tener presente lo crudo de la vida, Buda refinaba su gratitud. Una lección que nos enseña el arte de la alegre desesperanza de la vida.
2. Mettā
Esta palabra proviene del índico pali y significa benevolencia, amabilidad y ternura. Uno de los conceptos más importantes del budismo.
Para alcanzarla se recomienda un ritual diario de meditación —conocida como mettā bhāvanā— que se realiza cada mañana. Si hay alguna persona con la que te sientes irritado o con la que regularmente te enfadas, en esta meditación la intención es ensayar amables mensajes dirigidos a esa persona.
Los budistas consideran que la compasión es una habilidad que podemos aprender, ya que nuestros sentimientos no son fijos e inmutables y cambian y mejoran con los estímulos adecuados.
3. Guan Yin
Es una figura femenina sagrada para el budismo del este asiático, asociada con la misericordia, la compasión y la bondad. Hay santuarios y templos en su honor en todo China.
Guan Yin es considerada como una madre amorosa. Los creyentes se muestran vulnerables en su presencia y encuentran consuelo en ella. Su popularidad se debe a la necesidad de preservar el estadio de la niñez.
Y es que el momento de quiebre no es cuando las cosas están difíciles, sino cuando existe la amabilidad y la oportunidad de admitir tristezas que se han guardadoen silencio por mucho tiempo.
4. Wu wei
Este término apareció por primera vez en el siglo VI a.C. en el manuscrito del Tao Te Ching, cuya autoría se le atribuye a Lao Tzu. Wu wei significa “no esforzarse” y dejarse llevar. Pero esto no tiene que ver con un mood relacionado con la pereza, más bien es una rendición intencional de la voluntad a la necesidad de acceder en vez de protestar.
Para Lao Tzu, ser sabio es aprender que, en ocasiones, hay que rendirse ante el universo.
Somos libres de elegir nuestra actitud ante cualquier evento de la vida. Para un taoísta, la serenidad y la libertad se alcanzan cuando se acepta sin protestar lo que realmente es necesario.
5. Sabio como un bambú
Por miles de años, la filosofía taoísta ha distinguido simbólicas cualidades de sabiduría y fortaleza en lo que consideran una hierba y no un árbol.
El poeta, artista y filósofo Zheng Xie de la dinastía Qing —famoso por haber pintado 800 imágenes de bosques de bambú—, veía en ellos un modelo perfecto de cómo podría comportarse una persona sabia.
Incluso junto a uno de sus dibujos escribió:
“Agárrate fuerte de la montaña, echa raíces en el despedazado risco, hazte más fuerte con las tribulaciones, y resiste el viento de todas las direcciones”.
6. Kintsugi
En el budismo zen japonés, esta palabra compuesta por dos ideas: kin que significa oro y tsugi que significa carpintería. Se refiere a la técnica empleada para arreglar fracturas en la cerámica. Cicatrices que enaltecen la belleza y la sabiduría.
Esta tradición busca mostrar los daños en lugar de ocultarlos, pues la belleza radica en hacerlos evidentes. Al reparar un objeto estos “defectos” se convierten en preciosas venas de oro que no son síntoma de vergüenza sino símbolo de esperanza porque, a pesar de nuestros evidentes defectos y tropiezos, nos reconstruimos y podemos ser amados.
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