Por Leo Heileman, Director Regional del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en América Latina y el Caribe.

La Amazonía es el bosque tropical más grande de nuestro planeta. Alberga 33 millones de personas de 9 países y es hogar de una extraordinaria biodiversidad. Su densa vegetación y sus suelos húmedos contienen 140.000 millones de toneladas de carbono, capaces de trastocar el clima global en caso de ser liberadas a la atmósfera.

Preservar la Amazonía es un asunto de interés global y debe convertirse en una de las grandes prioridades de nuestro tiempo.  

En los últimos 50 años ya hemos perdido 17% de este bosque vital. A pesar de los esfuerzos para protegerlo, se registra un incremento alarmante de la deforestación, cuyos efectos se intensificarán a causa de la crisis climática. 

Los voraces incendios que están devastando grandes porciones de bosque amazónico son evidencia de que la inclemente expansión agraria y una creciente demanda minera, sumadas a unas condiciones climáticas cada vez más extremas, están acelerando la degradación de los ecosistemas. 

Esto es cierto en la Amazonía y también en otros paisajes vitales, como el Ártico, donde se han reportado más de 100 grandes incendios desde junio. Ambos lugares, aunque disímiles y lejanos, sufren los efectos de un calentamiento global inédito. El pasado mes de julio podría pasar a la historia como el mes más caluroso jamás registrado, y es posible que 2019 se convierta en uno de los cinco años más cálidos de los últimos siglos.

En este contexto, los esfuerzos para salvar la Amazonía tienen que abrazar lo global y lo local. El cambio en las políticas nacionales de uso de tierras y la lucha contra la crisis climática deben acelerarse. Los países que comparten el bioma amazónico deben fortalecer la gobernanza de sus bosques, integrar a los sectores productivos y promover actividades económicas sostenibles, sin las cuales sería imposible preservar los ecosistemas y generar beneficios socioeconómicos locales.

Todas estas naciones tienen experiencias de conservación exitosas. Entre 2004 y 2012, sus esfuerzos ayudaron a reducir en 80% la deforestación en la Amazonía. Existen importantes lecciones aprendidas en la efectividad de manejo y gobernanza de áreas protegidas, y debemos seguir avanzando, en estrecha cooperación con los Estados de la región y con las 400 comunidades indígenas del bioma, que pueden hacer grandes aportes a la construcción de soluciones innovadoras basadas en la naturaleza.

Sí es posible preservar la Amazonía y su biodiversidad. Necesitamos compromisos y medidas audaces para aumentar el monitoreo de los ecosistemas, restaurar las zonas degradadas y crear un mercado vibrante para las actividades productivas sostenibles, como por ejemplo los productos amazónicos no maderables. 

La Cumbre sobre la Acción Climática convocada por el Secretario General de la ONU, en septiembre en Nueva York, y la COP25 sobre Cambio Climático, que albergará Chile en diciembre, son la oportunidad para llevar estos compromisos al máximo nivel. 

Las discusiones sobre el Marco Global de Biodiversidad post-2020 ofrecen otro espacio para repensar los modelos de conservación y uso sostenible de biomas estratégicos como la Amazonía. Igualmente, la nueva Década de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas proveen una plataforma práctica para avanzar en la recuperación a gran escala de este bioma. 

Sin la Amazonía y sin los demás bosques tropicales del planeta no podremos limitar el calentamiento global en 2°C -mucho menos en 1,5°C-, con lo cual será imposible cumplir los compromisos del Acuerdo de París. No tenemos tiempo que perder.

Este artículo de opinión se publicó previamente en los siguientes diarios de América Latina y el Caribe: Clarín de Argentina, Barbados Today de Barbados, La Razón de Bolivia, La Tercera de Chile, El Tiempo de Colombia, La República de Costa Rica, El Comercio de Ecuador, Prensa Gráfica de El Salvador, Prensa Libre de Guatemala, El Universal de México, El Nuevo Diario de Nicaragua, La Prensa de Panamá, El Peruano de Perú, El Observador de Uruguay y El Universal de Venezuela.

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