Siete millones de personas mueren al año por la contaminación del aire con los mismos gases que causan el cambio climático. Además, en 2018, la cantidad de personas de más 65 años expuestas a olas de calor aumentó en 220 millones con respecto a la media del período entre 1986 y 2005. Estos son solo dos aspectos de cómo este fenómeno afecta nuestra salud. Sin embargo, solo uno de cada cinco países tiene estrategias de salud en materia de cambio climático.

Dos informes publicados durante la vigesimoquinta Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la COP25, que se celebra en Madrid, ponen de relieve la forma en que mientras aumenta la temperatura media de la tierra, con catastróficos resultados para la vida en el planeta, incluida nuestra propia salud, los seres humanos seguimos sin poner remedios eficaces para detener este fenómeno o mitigar sus efectos.

El primero de los documentos, la Declaración sobre el estado del clima mundial, lleva la firma de los científicos de la Organización Meteorológica Mundial y contiene muchos de los hallazgos ya revelados en el informe United in Science o “Unidos en la Ciencia” en septiembre.

La Declaración confirma que el año 2019 pone punto final a una década marcada por registros de calor excepcionales, por el retroceso de los hielos y por subidas del nivel del mar sin precedentes a nivel mundial, cambios exacerbados por las emisiones de gases de efecto invernadero fruto de la actividad humana.

Casi con toda certeza, las temperaturas medias del quinquenio (2015-2019) y de la década (2010-2019) serán las más elevadas de las que se tiene constancia y todo apunta a que 2019 será el segundo o tercer año más cálido del que se tienen datos.

Las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera alcanzaron un nuevo máximo histórico de 407,8 partes por millón en 2018, y en 2019 no dejaron de aumentar. Ese gas permanece en la atmósfera durante siglos, y en los océanos durante períodos todavía más prolongados, de modo que perpetúa el cambio climático.

También se ha constatado que, desde 1993, cuando se empezaron las mediciones satelitales, la subida del nivel del mar se ha acelerado a causa de la fusión de los mantos de hielo de Groenlandia y la Antártida.

El océano hace las veces de amortiguador al absorber calor y dióxido de carbono, pero ello acarrea graves consecuencias. El calor acumulado en las aguas oceánicas ha alcanzado niveles sin precedentes y se han producido olas de calor marinas generalizadas. La acidez del agua del mar ha aumentado un 26% desde el inicio de la era industrial. Como resultado, ecosistemas marinos de vital importancia se están degradando.El valor mínimo de extensión diaria del hielo marino en el Ártico de septiembre de 2019 fue el segundo más bajo desde que se tienen registros satelitales, y en el mes de octubre también se establecieron récords de extensión mínima. Por su parte, en la Antártida, las extensiones de hielo registraron valores mínimos sin precedentes en algunos meses de 2019.

Un aumento de 3 grados a la vuelta de la esquina

Hasta recientemente las predicciones sobre el cambio climático se proyectaban más allá de las generaciones que lo iban a vivir, pero el calentamiento global ha llegado mucho más rápido de lo que se esperaba.

La temperatura global promedio se estima actualmente en 1,1° C, un grado más por encima de los tiempos preindustriales (1850–1900) y las consecuencias se están dejando notar: los fenómenos climáticos extremos son más intensos y frecuentes con todas las consecuencias que ello conlleva.

Los efectos del cambio climático se manifiestan a diario en forma de fenómenos meteorológicos extremos y anómalos.

“Las olas de calor y las inundaciones que solían producirse una vez cada 100 años son cada vez más frecuentes. Los efectos de ciclones tropicales de una intensidad devastadora se sienten desde las Bahamas hasta el Japón, pasando por Mozambique, y los incendios forestales arrasan grandes zonas del Ártico y Australia”, declaró Taalas. Y, sin embargo, no es nada comparado con lo que puede llegar a ser.

“Si no adoptamos medidas urgentes para combatir el cambio climático ahora, todo apunta a un aumento de la temperatura de más de 3 °C de aquí a finales de siglo, y sus consecuencias para el bienestar de la humanidad serán todavía más perjudiciales”, afirma el secretario general de la Organización Meteorológica Mundial, Petteri Taalas.

En este momento, estamos muy lejos de cumplir el objetivo del Acuerdo de París sobre cambio climático de mantener la temperatura media de la tierra por debajo de los 2 grados centígrados.

Riesgos para la salud

Una parte importante de la Declaración sobre el estado del clima 2019 se dedica a los impactos que los fenómenos meteorológicos y climáticos tienen en la salud de las personas.

Por ejemplo, las mismas emisiones de gases que producen el efecto invernadero son de la contaminación del aire, origen de la muerte prematura de siete millones de personas al año.

Además, solo en 2018, la cantidad de personas vulnerables de más 65 años expuestas a olas de calor aumentó en 220 millones con respecto a la media del período de referencia comprendido entre 1986 y 2005.

Por tanto, proteger la salud humana de los efectos del cambio climático es más urgente que nunca y, sin embargo, tampoco en este capítulo estamos haciendo mucho para prepararnos. En otro informe publicado por la Organización Mundial de la Salud se destaca que solo uno de cada cinco países han diseñado estrategias para mitigar los efectos de este fenómeno.

En el informe, que se basa en una encuesta llevada a cabo en más de cien países, esta agencia de la ONU señala que únicamente el 38% de los países cuenta con recursos para ejecutar parcialmente su estrategia nacional en materia de salud y cambio climático, y menos del 10% destina recursos suficientes para su plena ejecución. 

La doctora María Neira, del Departamento de Salud Pública de la OMS, que participa en la COP25 en Madrid indicó a Noticias ONU que la Organización quiere resaltar la necesidad de que “la salud esté mucho más presente en las decisiones” de esta Conferencia y que se aceleren las medidas “para luchar contra el cambio climático, porque está teniendo un impacto muy negativo en la salud de las personas”.

Otros efectos devastadores

Noticias ONU//Daniel DickinsonEl cambio climático y el uso insostenible de la tierra contribuye a la desertificación en Camerún.

La Declaración sobre el estado del clima mundial también señala otros impactos negativos como los del acceso a la comida, las migraciones, y los efectos sobre ecosistemas y la vida marina.

La variabilidad del clima y los fenómenos meteorológicos extremos son algunos de los principales factores que explican el reciente aumento del hambre en el mundo y una de las causas principales de crisis graves. Tras una década de reducción constante, el hambre experimenta un repunte, dado que en 2018 la padecieron más de 820 millones de personas.

“Una de las principales consecuencias del cambio climático es que la configuración de las precipitaciones es más irregular. Ello pone en peligro el rendimiento de las cosechas y, si además se tiene en cuenta el crecimiento demográfico, en el futuro los países vulnerables deberán afrontar considerables desafíos para velar por su seguridad alimentaria, afirma el secretario general de la Organización Meteorológica Mundial.

En 26 de los 33 países afectados por crisis alimentarias en 2018, la variabilidad del clima y los fenómenos meteorológicos extremos fueron —junto con las perturbaciones económicas y las situaciones de conflicto— aspectos que agravaron la coyuntura imperante. En 12 de esos 26 países, la variabilidad del clima y los fenómenos meteorológicos extremos fueron los principales factores causantes de la situación de crisis.

Entre enero y junio de 2019, se registraron más de diez millones de nuevos desplazamientos internos, y siete millones fueron debidos a fenómenos climáticos peligrosos, como el ciclón Idai en el sureste de África, el ciclón Fani en Asia Meridional, el huracán Dorian en el Caribe y las inundaciones en la República Islámica del Irán, Filipinas y Etiopía. Esos episodios generaron entre la población apremiantes necesidades humanitarias y de protección.

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