Unai Pascual es investigador del BC3, un centro que tiene su sede en Lejona (Bilbao) y que se dedica al estudio de causas y consecuencias del cambio climático.
El científico alavés ha sido incluido como uno de los más citados en la lista Highly Cited Researchers de 2019.
Además, es el único español miembro del Comité de Evaluación de Ia Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas.
¿De que forma se está produciendo la pérdida de biodiversidad masiva?
La biodiversidad es un bien público global.
Lo que sucede en un lugar afecta a todo el planeta. Existen algunas zonas donde la aceleración de la pérdida de biodiversidad es mayor que en otras. Deberíamos preocuparnos más de esas regiones del planeta.
¿Cuáles son esas zonas?
Las regiones en las que se está produciendo una aceleración de origen antropogénico. Por ejemplo, en el sudeste asiático los procesos de cambio de uso de la tierra se producen a gran escala, debido a las plantaciones de palma o de los árboles de los que se obtiene el caucho.
En zonas de África estos problemas se mezclan con grandes infraestructuras o procesos de urbanización debido a las migraciones hacia las ciudades, que provocan una destrucción de los ecosistemas muy acelerada. Yo pondría el foco en esas zonas donde todavía existe mucha biodiversidad, pero se está perdiendo de manera muy acelerada.
¿Y en el Amazonas?
También lo añadiría. Cualquier impacto sobre el ecosistema territorial tiene efectos en muchas especies endémicas que se concentran allí. Además, con los incendios, la aceleración de esa pérdida vuelve a subir.
¿Cuáles son las claves para detectar la pérdida de biodiversidad?
La biodiversidad normalmente se entiende como el número de especies, de flora y fauna; pero tiene otros componentes, como la genética y los hábitats. Esos son los tres elementos de este concepto.
¿Qué peligros tiene la pérdida de su componente genético?
Ahí es importante la agrobiodiversidad, es decir, la biodiversidad de cultivos o razas de animales que se utilizan en la agricultura. Muchísimas se están perdiendo y, con ello, la variabilidad genética.
Se están homogeneizando alimentos de los que hay cientos de variedades, como el trigo o la patata, que mantienen a la humanidad. También ocurre en las especies silvestres.
Además, son fundamentales para adaptarse a la crisis climática. Si una variedad no funciona por los cambios de temperatura o la sequía, podemos cultivar otras. En el futuro tendremos imprevistos que no nos podemos ni imaginar para los que esa variedad genética será un seguro de vida.
¿Cómo se puede reconvertir la industria agrícola?
Con políticas públicas eficaces. Se ha incentivado una agricultura muy insostenible pensada en la gran producción y el beneficio a corto plazo, sin tener en cuenta los impactos ambientales que conlleva.
Hay que da marchar atrás y fomentar un tipo de agricultura respetuosa con la biodiversidad. Habría que cambiar los subsidios y los impuestos, que son herramientas de política económica que utilizamos para cualquier cosa, en el buen sentido de la palabra.
Son instrumentos muy útiles para cambiar el comportamiento de la industria y del consumo.
¿Y en el caso de España, que es el país con mayor biodiversidad de Europa?
Muchas de las presiones que existen en España sobre la biodiversidad son las mismas que en cualquier otro lugar, como la urbanización, la utilización del suelo o la gestión hidrológica.
Estamos viendo ya el impacto de la contaminación, el cambio climático, las especies invasoras, la sobreexplotación de recursos, como en el resto de Europa.
Por otro lado, España, al estar en la cuenca del Mediterráneo, es muy vulnerable al cambio climático, con la aceleración de la subida de temperatura y los impactos de eventos extremos como inundaciones, sequías o incendios.
¿Qué opina de las políticas públicas en ese aspecto en nuestro país?
En la Administración Pública, desde la local hasta los ministerios del Gobierno de Madrid pasando por las comunidades autónomas, falta poner en práctica estrategias de conservación de biodiversidad.
Muchas comunidades autónomas pueden tener documentos estratégicos, pero la biodiversidad, como el cambio climático, son procesos muy complejos, y no deberían depender de un solo ministerio.
¿De qué forma se deberían organizar?
Deberían trabajar de forma coordinada aquellos actores que tienen competencias en industria, agua, turismo y energía. Hay que decirlo muy claro, no podemos seguir con políticas del siglo XX.
A partir de la II Guerra Mundial se generó una gobernanza muy típica en casi todos los países de Europa con la distribución compacta de tareas y ministerios, cada uno se ocupa de algo muy concreto. Pero los temas socioambientales no se pueden separar. Son económicos, sociales y ambientales.
Esa idea todavía no ha sido suficientemente asumida en la administración pública. Seguimos con las estructuras del siglo XX, con evidencias científicas del siglo XXI.
¿Y la sociedad civil? ¿Qué opina de los movimientos juveniles y sociales que han surgido en torno a estos aspectos?
La sociedad civil organizada también debería tener una participación mucho más directa, sobre todo en conocer la situación y las implicaciones de cada sector social.
Con capacidad y conocimiento, puede ser un agente activo para tomar decisiones junto a las administraciones públicas, pero los procesos de participación todavía no están lo suficientemente desarrollados.
¿Qué otro tipo de problemas existen que no sean tan evidentes?
A escala global, tenemos cambios acelerados del uso de los ecosistemas. Muchos vienen determinados no solo por la agricultura, también por la minería o la explotación de la madera de bosques.
El afán de crecimiento económico a corto plazo hace que los ecosistemas estén siendo utilizados de una manera muy monocorde, con monocultivos prácticamente de todo.
¿Por qué se están acelerando estos cambios?
Los países que explotan los recursos naturales siguen con la mentalidad de aprovechar todo de manera acelerada para generar un beneficio a corto plazo. Ese es uno de los factores que subyacen a los cambios masivos muy rápidos en biodiversidad.
Pero otros muchos problemas ambientales están afectando a la biodiversidad, como la contaminación del agua o el uso masivo de plásticos. Ya sabemos cómo tenemos el océano.
¿Cómo afectará al crecimiento económico de los países?
Estamos teniendo un crecimiento económico muy miope que no está considerando cuáles son los daños colaterales, que son inmensos y crecientes.
Lo que podríamos decir es que tenemos un crecimiento antieconómico en muchos sentidos. El beneficio inicial que generamos al conseguir un euro o un dólar más de renta en cualquier país, a veces no compensa el daño ambiental o los conflictos sociales que puede estar generando.
¿Están reaccionando bien los gobiernos en su opinión ante esta crisis de biodiversidad?
Parece que el crecimiento económico inexorablemente trae consigo un bienestar para la población, pero no tiene por qué ser así.
Los países todavía están tratando de tener cuentas ambientales para poder asociar a las cuentas económicas, pero falta mucho recorrido para que en los objetivos de cada gobierno o de las industrias, esos valores ambientales se interioricen dentro de sus políticas.
Publicaron un informe en el que alertaban de la pérdida de un millón de especies, ¿qué pasos han seguido los países implicados desde entonces?
Esta es una de las evaluaciones de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas [IPBES, por sus siglas en inglés], cuyos representantes, de 133 estados del mundo, decidieron que se hiciese de manera coordinada y consensuada.
La presentamos en mayo y consiste en sintetizar todo el conocimiento científico que existe sobre esta problemática. Nos lo solicitan, lo hacemos y hay una negociación.
Lo mismo que ocurre con los informes del IPCC de cambio climático. Se discute cada punto y cada coma del documento y los científicos estamos ahí para defender la evidencia que hemos generado. Por tanto, existe una interacción entre los estados y los representantes de la ciencia.
Pero, ¿cómo lo aplican los responsables de las políticas públicas a sus decisiones?
A nivel político tienen una gran relevancia porque es un documento donde reconocen que esas evidencias son reales. En este informe se incluía además otro tipo de conocimiento, como es el indígena.
Ahora, ¿cómo lo aplican? Ahí cada Estado tiene sus propios mecanismos. A nadie se le obliga, eso entra dentro de la soberanía. Lo que les proporcionamos son opciones.
¿Qué aportaciones incluye esa experiencia indígena y local en este tipo de estudios?
Muchísimas. El conocimiento tradicional es muy importante por varios motivos. Uno de ellos es que la gran parte de la biodiversidad que hoy todavía se mantiene es gracias a estas personas, que utilizan el conocimiento indígena y local. Es una forma de reconocer de manera pública y explícita que es relevante para el problema de la pérdida de biodiversidad.
Además, porque se le da un rango a tener en cuenta en las políticas públicas. No proviene de la ciencia, pero sí de otro tipo de experimentación y de otra manera de relacionarse con la naturaleza. Supone crear puentes entre el conocimiento científico generalizable y el indígena, que es más contextual del lugar donde se origina.
¿Qué es lo que nos estamos jugando con la extinción masiva y la pérdida de biodiversidad?
A la gente igual le puede parecer muy esotérico, pero la biodiversidad es el seguro natural de la vida, sin ella no existiríamos. Si la perdemos, muchas de las contribuciones que nos ofrece a los seres humanos de forma gratuita desaparecerán. El aire limpio, la calidad del agua o la fertilidad de los suelos es algo que damos por hecho, pero se están degradando.
El principio de precaución, que está aprobado en la legislación europea para temas ambientales, se debe aplicar para no generar pérdidas irreversibles. Una vez que se extingue una especie, ya no se recupera. Cuando se degrada un ecosistema –que puede ocurrir muy rápidamente– restaurarlo para que vuelva a tener la funcionalidad tardará muchísimo tiempo, incluso cientos de años. Es fundamental aplicar este principio en las políticas públicas.
¿En qué consiste el informe sobre la evaluación de los valores que está haciendo ahora?
Se denomina Evaluación de los valores de la naturaleza, que es un concepto muy complejo, ya que el valor económico es una manera de expresarlo, pero hay muchos otros como los culturales, morales o éticos.
Tenemos trabajando con nosotros a filósofos, antropólogos, economistas, científicos de todo tipo de las ciencias sociales y las humanidades y también expertos en ecología. Somos un equipo interdisciplinar muy fuerte de alrededor de 100 expertos de todo el mundo, que durante cuatro años –empezamos el pasado– trabajamos para publicar en 2022 los resultados de esta evaluación.
¿Qué problemas aborda?
De alguna manera, es el siguiente paso a la evaluación global de la biodiversidad presentado en mayo.
Este hablaba de la pérdida de biodiversidad y las opciones para revertirla. Una de ellas es reconocer la diversidad de valores que los diferentes actores sociales tienen sobre la naturaleza. Hasta ahora, existe en la sociedad un paradigma dominante de que, cuando hablamos de valor, se entiende como algo económico o monetario, pero la naturaleza es multidimensional.
Fuente: SINC
Autora: Eva Rodríguez
Imagen vertical y del texto: Unai Pascual / BC3
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