Rupert Sheldrake, escritor y biólogo británico, lanzó al mundo la teoría de la resonancia mórfica. Esta hipótesis plantea que no es necesario pensar que toda la naturaleza y sus leyes se crearon en el momento del Big Bang.
Las leyes naturales conviven en un universo radicalmente evolutivo. Esto supone que, si la naturaleza evoluciona, las leyes lo hacen junto con ella. Sin embargo, dentro del desarrollo y crecimiento continuo existe un patrón que guía la evolución. La resonancia mórfica explora la posibilidad de que la naturaleza depende de la memoria colectiva y de algunos sistemas auto-organizados. Por lo tanto, no existe una evolución proveniente de la nada, sino que está influenciada por patrones del pasado.
Es por esto que los patrones que ya contaban con una memoria otorgan a cada especie o sistema un pedazo de memoria colectiva que los ayuda a evolucionar. Sin embargo, ¿cómo es que la naturaleza elige que información pasar a la siguiente generación?
Esto aún no lo sabemos, pero la teoría de Sheldrake sugiere que existe una selección natural de hábitos (en el caso de los animales) y leyes (en el caso de los seres humanos) que nos guían hacia una evolución física, química, social, mental, cultural y, por ende, cósmica.
Esto sucede a gran escala; desde el más pequeño y simple organismo, hasta el más complejo. El objetivo es heredar hábitos o leyes exitosas que nos ayudan a evolucionar. Esta memoria colectiva trabaja de forma invisible a los ojos del ser, pero de forma palpable para la historia de la evolución.
Todos somos parte de una herencia, esa memoria colectiva que nos construye y nos hace mejores conforme el tiempo y el espacio se transforma. Tal vez la forma que conocemos ahora sea extraña y antigua para los seres humanos del futuro, los cuales esperemos mejoren la especie.
Teoría de la resosnancia mórfica (o sobre cómo todo lo que haces afectará al mundo hoy y siempre)
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