No es «buen tiempo», es un tiempo inapropiado para los primeros días de febrero, que provoca además múltiples desajustes en la naturaleza y que está determinando numerosos cambios en los ciclos de floración de las plantas o en los procesos migratorios de muchas aves.
Investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas han comprobado por ejemplo que la imprevisibilidad del clima contribuye a adelantar la floración, aunque no disminuye el éxito reproductivo de las plantas.
Para la directora ejecutiva de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), Asunción Ruiz, tanto los efectos del cambio climático como la pérdida de biodiversidad están provocando numerosos “desequilibrios y desajustes” que están siendo aprovechados por las especies más oportunistas en detrimento de otras.
En declaraciones EFE, Asunción Ruiz ha observado que algunas especies autóctonas, como la cigüeña blanca, ya no necesita migrar porque el clima y el alimento que buscaba en el norte de África lo tiene ahora en la península; “nadie puede discutir que ahora no tenemos un año con las cuatro estaciones claras que teníamos hace tiempo”.
Otoño tardío
La Agencia Estatal de Meteorología, en su último informe fenológico -correspondiente al pasado otoño- señala que las pocas precipitaciones que se registraron en primavera y después un verano también muy cálido y falto de lluvias ocasionaron que se arrastrara un déficit de humedad muy importante y eso retrasó la necesaria humedad del campo.
En ese estudio, la Aemet ha corroborado que fue necesario esperar hasta las precipitaciones de noviembre para que el campo se humedeciera de forma considerable, y ha señalado que las primeras heladas llegaron muy tarde y además fueron débiles y poco frecuentes.
Un equipo de científicos del Museo Nacional de Ciencias Naturales ha analizado cómo afecta la imprevisibilidad de las condiciones climáticas a las plantas herbáceas y ha publicado las conclusiones de su trabajo en Proceedings of the Royal Society B.
Durante cuatro años, los investigadores simularon diferentes escenarios y comprobaron que las plantas aceleraban su floración y su reproducción cuanto menor era la previsibilidad climática, un adelanto que aumentó su éxito reproductivo y que desencadenó un mayor crecimiento poblacional.
El Museo ha informado este martes de que al realizar el estudio durante cuatro años, pudieron comprobar que el efecto que experimentaron las plantas ante la imprevisibilidad climática se transmitió a las siguientes generaciones y que las etapas tempranas de crecimiento fueron clave para su adaptación.
“Es como si los progenitores prepararan a sus descendientes ante las condiciones venideras”, ha manifestado el investigador del Museo Martí March-Salas.
Un desafío para los seres vivos
El cambio climático se relaciona normalmente con un aumento de las temperaturas y una mayor concentración de dióxido de carbono atmosférico, han recordado los investigadores del Museo, pero han advertido de que también destaca por una menor previsibilidad de las condiciones ambientales, ya que cada vez se puede predecir con menos exactitud cuándo va a llover y cuándo disponer de ese agua.
Eso afecta a los seres vivos, cada vez más sometidos a mayores desafíos para crecer y reproducirse.
“Con este trabajo buscábamos determinar los efectos de los cambios en la previsibilidad intrínseca del clima sobre las plantas, que, al ser organismos sésiles, no pueden desplazarse si las condiciones no son adecuadas”, ha explicado March-Salas en una nota de prensa.
Los investigadores simularon varios escenarios climáticos y evaluaron sus efectos sobre varias plantas herbáceas, algunas de las cuales tienen interés agronómico y medioambiental, y comprobaron que la menor previsibilidad de las precipitaciones anticipaban la germinación y la floración y, contrariamente a lo que esperaban, observaron también un mayor éxito reproductivo.
“Las plantas generaron más semillas y semillas más pesadas que produjeron un mayor crecimiento poblacional; al florecer antes, las plantas alargaron su periodo reproductivo, aumentando las posibilidades de polinización y de producir semillas”, ha explicado el investigador del Museo Patrick S. Fitze.
En el mismo sentido, March-Salas ha señalado que los resultados de este estudio son “prometedores” porque han permitido comprobar que las plantas estudiadas se adaptan a los cambios mejor de lo que esperaban, pero ha advertido de que su supervivencia dependerá de la velocidad de reacción de cada especie, ya que las condiciones climáticas son cada vez más extremas y es fácil que se sobrepasen “los límites de tolerancia”.
Especies “oportunistas” frente a especies “exquisitas”
La directora de la SEO, Asunción Ruiz, ha alertado de que el cambio climático y la pérdida de biodiversidad “actúan a la vez y en frentes muy diferentes” y van a afectar de una forma distinta a las especies más “oportunistas” y a las que son más “exquisitas” y se adaptan con mayor dificultad a los cambios.
“Para que un ecosistema esté saludable y sea resiliente necesita que se adapten todas las especies, porque solo de esa manera se evitarán los desajustes”, ha señalado a EFE la responsable de la Sociedad Española de Ornitología, y ha observado de que la capacidad de adaptación que tienen algunas especies puede llegar a convertirlas en “plaga”.
Entre los cambios observados el pasado año, la Aemet ha destacado que en la cornisa cantábrica las maduraciones de los frutos fueron lentas pero las cosechas buenas por ejemplo de avellanas, nueces y castañas, y que la típica coloración otoñal de los bosques del norte no comenzó hasta últimos del mes de octubre, con el cambio de color de abedules, robles o chopos. EFEverde