A medida que la historia Olímpica llama a su puerta, la jugadora de tenis de mesa más exitosa de África explica cómo sus momentos difíciles le inspiraron hacia la gloria deportiva.

Olufunke ‘Funke’ Oshonaike derramó lágrimas de felicidad y de tristeza cuando ganó el partido de inviduales femeninos en el torneo de África, disputado en Túnez, en febrero de 2020.

Ella, según admite, llora mucho, pero en esta ocasión la nigeriana se había convertido en la primera mujer africana en asegurarse su séptima participación en unos Juegos Olímpicos.

Una vez más, Funke lo hizo contrapronóstico. Ganó un partido que a priori ni siquiera se esperaba que jugara.

«No pude jugar durante mucho tiempo a tenis de mesa después de los Juegos de África, disputados en Marruecos. Tuve que pasar de nuevo por quirófano este año, en enero, y lloré amargamente», cuenta la jugadora, de 44 años, al Olympic Channel, mientras niega con su cabeza ante este recuerdo.

«Mi nombre no estaba en la lista de África de las mejores 16. Estaba muy triste porque supuestamente tendría que haber estado lista para la competición. Peleé pero perdí. Las mismas personas que planearon quitar mi nombre de aquella lista también intentaron quitarlo de la clasificación Olímpica, pero Dios es grande», prosigue.

Batalla contra la depresión

Nada iba a romper a la reina africana del tenis de mesa, endurecida por la batalla, especialmente cuando estaba al borde de hacer historia.

Fue complicado para ella superarlo y dejar atrás otro momento oscuro en su vida.

«Mucha gente me rompió el corazón», reconoce, sobre su duro camino hacia Japón.

El año pasado tuve depresión. Lloraba prácticamente a diario.

Comencé a tener alta la presión arterial. Me operaron dos veces

El valor envalentonó a la seis veces Olímpica.

Y cada vez que rendirse pasaba por su cabeza, se recordaba a sí misma por qué había empezado. «Todavía amo lo que hago. Cada vez que pienso en parar me digo ‘Oh, voy a echar de menos a mucha gente, al equipo, los Juegos, la Villa Olímpica’. Es otro mundo», reconoce.

«Mucha gente me pregunta ‘¿Cuándo te vas a rendir? ¿No sabes que eres una señora mayor?’. Pero les sigo diciendo lo mismo: ‘Si no supieras mi edad, ¿seguirías diciendo esto?’. Mi cuerpo todavía me dice que puedo seguir jugando muy bien. ¿Por qué no seguir?», dice.

Sus comienzos

Funke tenía 14 años cuando empezó a jugar a tenis de mesa en su vecindario de Akeju, en Shomolu.

Sus padres le apoyaron en su nueva pasión.

«Ya se sabe cómo se juega a fútbol en las calles, pero yo jugaba a tenis de mesa en las calles de Nigeria, en la carretera. También solía jugar en la mesa del salón».

Pero su estilo y rápido ascenso en el deporte la hicieron un blanco fácil para los abusones y los envidiosos.

«Siempre me abucheaban cuando jugaba en las competiciones de Nigeria porque era muy tímida. Yo preguntaba por qué y me decían que era porque era orgullosa, arrogante, y no me mezclaba con la gente. Lloré mucho», recuerda de sus años formativos de tenis mesa en la ciudad más poblada de África, Lagos.

«Hubo una vez en la que incluso la gente (casi) me apuñala en Lagos por derrotar a mi máxima rival entonces en el Rowe Park», rememora.

Un pasado doloroso

Sin embargo, la hostilidad le hizo fuerte y le elevó a las alturas.

Se convirtió en uno de los miembros más jóvenes del equipo de Nigeria en los Juegos Panafricanos, en Cairo, en 1991.

Pero, mientras Funke cimentaba su plaza en el equipo nacional, debutando en los Juegos Olímpicos en Atlanta 1996, tuvo que enfrentarse a problemas personales.

«Sufrí abusos físicos, sexuales, emocionales y mentales. Un hombre me pegó durante más de tres años. Recuerdo que iba siempre a la UNILAG (Universidad de Lagos), con la cara amoratada, pero nunca me rendí en el tenis de mesa, con los hombres, o en la vida», confiesa.

Poco después se convirtió en profesional y se trasladó a Italia, antes de asentarse definitivamente en 1998 en Hamburgo, donde reside actualmente.

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