Prensa Mindeporte
Bogotá, 12 de abril de 2020. Nunca es tarde para empezar a seguir los sueños. La edad es tan solo una barrera mental, un obstáculo. Siempre que exista pasión, entrega, ánimo por lo que se hace, todo lo que se desea será posible. La resiliencia es clave, al igual que el deseo de mantener la cabeza arriba. Así lo entendió la medallista olímpica colombiana, María Isabel Urrutia.
Sus primeros pasos en el deporte los dio en el atletismo con tan solo 13 años: lanzamiento de disco y de bala. También le gustó el fútbol, jugar yermis. El entrenador Daniel Balanta le vio potencial. Era una niña rápida y fuerte. Él fue quien la invitó a practicar el deporte y, sin dudarlo dos veces, lo hizo.
No demoró en destacarse en el país. En 1978 fue seleccionada para participar en los nacionales infantiles, en Bogotá. Logró récord en esa categoría en lanzamiento de bala. Un año después fue al Suramericano Infantil de Chile, en el que ganó en ambas disciplinas. Se destacó tanto que se coronó campeona de centroamericanos, suramericanos y panamericanos, tanto infantiles como juveniles.
Pero cuando pasó a mayores fue a otro precio. En los Juegos Panamericanos de 1987, que se disputaron en Indianápolis, perdió con las cubanas. Un año después, en los Juegos Olímpicos de Seúl (Corea del Sur) 1988 no clasificó a las finales, lo que le dejó una amargura tan grande que llegó a pensar en retirarse del deporte.
Con 24 años y aburrida por los resultados en el atletismo, apareció el entrenador búlgaro Gancho Karouchkov para cambiar su vida. Él fue quien la convenció para que se pasara al levantamiento de pesas. Un hito en el país debido a que se convirtió en la primera pesista colombiana, dos años después de que la Federación Internacional de Halterofilia decidiera que las mujeres podían competir a nivel olímpico.
Los resultados se vieron de inmediato: plata en el Mundial de Manchester y oro, un año después, en Sarajevo. Fue el inicio de una carrera llena de éxitos, en la que logró dos récords mundiales y más de una decena de medallas a nivel internacional. La más memorable de todas, la que se colgó en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000.
Urrutia superó las adversidades, los sinsabores. La resiliencia fue vital para lograr sus sueños. Sin importar la edad le dio un vuelco importante a su carrera deportiva, que significó el ajuste que necesitaba para convertirse en una leyenda del deporte colombiano. Inolvidable. La que abrió las puertas de la halterofilia femenina.
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