La pandemia de covid-19 ha puesto a prueba el mundo. Nunca antes hemos estado tan conscientes de las muchas maneras en las que podemos entrar en contacto con tantos otros. Nos hemos visto forzados a reevaluar y readaptar hábitos cotidianos, desde estrechar la mano hasta el simple acto de abrir una puerta.
Esto se debe a que el virus se propaga mediante la proximidad física: el contacto directo entre personas (darse la mano, besos y abrazos), tos o, inclusive, tocar objetos con contaminados con gotitas. La suma de todos estos tipos de contacto forma una gran y dinámica red -como cuando Facebook mapea nuestra interacción social online. Desconectar o debilitar esta extensa red es el propósito clave de las medidas de distanciamiento social que se aplica alrededor del mundo.
Cómo saldremos del confinamiento es el próximo desafío. Será importante evitar un resurgimiento del virus mientras se reduce el impacto social y económico. Las propuestas van desde crear una inmunidad de rebaño hasta mantener intacto las medidas de confinamiento hasta que se desarrolle un tratamiento o una vacuna.
Miquel Oliu-Barton es profesor asociado de la Université Paris Dauphine – PSL y Bary S. R. Pradelski es miembro asociado del Oxford-Man Institute, University of Oxford. Nosotros formamos parte de un grupo de matemáticos y economistas especializados en crear modelos de situaciones aleatorias e inciertas. Proponemos una estrategia de salida que mitigue los riesgos de salud de los primeros y los riesgos sociales y económicos de los últimos. Esta sigue la línea de otras ideas como la de mantener los controles impuestos sólo a los grupos de alto riesgo.
Nuestra propuesta -recientemente publicada- está basada en dos elementos clave. Primero, en identificar zonas verdes, o sea las áreas donde el sistema sanitario es operacional, la tasa de infección es baja y los riesgos futuros aparentan ser manejables. Y en segundo lugar, unir progresivamente estas zonas verdes una vez sea seguro hacerlo.
Zonificación
El propósito del confinamiento es dividir a la población mundial en subredes desconectadas, entre las cuales el movimiento es limitado. Pero ese tipo de divisiones están lejos de ser completas.
En Francia, donde tenemos nuestra base, se le pide a la gente a que se mantenga dentro de un radio de 1 km de sus casas. Aunque esa medida ralentiza significativamente la propagación, el virus todavía puede viajar a través de una red completa. En una ciudad como París, dos personas que estén separadas por 2 km de distancia podrían seguir compartiendo el mismo supermercado, así que todos los habitantes dentro de esta ciudad de 10 km están conectados dentro de cinco grados de separación.
Sugerimos que cada nación debería ser dividida en áreas geográficas, o células, de entre 5.000 y 100.000 habitantes. Para limitar los daños económicos, estas divisiones deberían tener bajo consideración las “zonas de desplazamiento al trabajo”, o sea las zonas que comparten muchos lazos económicos.
Cada célula se etiqueta roja o verde, dependiendo de su actual estatus con respecto a covid-19. En las células rojas, la situación sería similar a la de confinamiento. Se mantendrían en su lugar las medidas sanitarias, las restricciones de apertura de tiendas y las restricciones para salir de casa. Además, para poder abandonar su propia zona, se necesitaría un certificado especial reservado para trabajadores y otras razones importantes. En contraste, la vida regresaría paulatinamente a lo normal dentro de las células verdes.
Consideremos una localidad de 10.000 habitantes donde la mayoría de la gente trabaja en una fábrica local o en otras labores dentro de la comunidad. Una vez el virus está bajo control y no se detecten nuevas infecciones durante varios días consecutivos (determinados por una estricta prueba aleatoria como la propuesta por el Nobel de Economía Paul Romer), la localidad recibiría la etiqueta “verde”. Sus habitantes podrían, entonces, regresar a sus interacciones sociales y económicas cotidianas dentro de su zona, aunque los viajes fuera de su localidad estarían restringidos.
Después de aproximadamente una semana, cuando el virus esté bajo control entre un pequeño número de células verdes vecinas, estas serían consolidadas en una “zona verde”. De esta manera, se crearían zonas verdes cada vez más grandes, con la gente compartiendo las mismas tiendas, lugares de trabajo, parques y escuelas. Regresando a nuestro ejemplo parisino, todos los distritos (arrondissements) se irían consolidando sucesivamente hasta finalmente unir a toda la ciudad.
La definición exacta de lo que constituiría una zona verde y cuándo unirlas dependería de cada país específico y tienen que definirse en consulta con expertos médicos, epidemiólogos y económicos. En algunos casos, sería preferible referirse a ellas como “amarillas” para resaltar el hecho que todavía se mantienen activas muchas restricciones.
Las pruebas y las zonificaciones, naturalmente, no serían perfectas. Así que algunas zonas verdes inevitablemente registrarían un resurgimiento de la infección y, por ende, dejarían de ser “verdes”. Cuando esto suceda, se perdería la etiqueta verde de toda un área y regresaríamos a la anterior situación de confinamiento.
Las ventajas de la zonificación verde
Este proceso de consolidación (reunificación) podría parecer tedioso, a medida que las zonas verdes se puedan frecuentemente aumentar pero también reducir de cuando en vez. Pero nuestro estudio sugiere que cuando la probabilidad de nuevas infecciones se controle, este proceso permitiría un exponencialmente rápido regreso a la normalidad. Un país como Reino Unido, según nuestros simulacros, podría quedar reunificado en entre dos y cuatro meses. Eso, suponiendo que se mantengan las medidas sanitarias necesarias y que las pruebas estén ampliamente disponibles.
Mientras que la consolidación de zonas verdes exige que el proceso sea cuidadoso, es eficiente. En un sentido, esta estrategia implicaría la desconstrucción de la sociedad en sus unidades fundamentales, antes de reconstruir la sociedad con esas mismas unidades.
La zonificación verde permitiría la rápida reunificación y la minimización del impacto social y económico al restaurar las relaciones normales lo antes posible. También habría la posibilidad de adoptar la zonificación verde según la capacidad de cada región de aplicar otras medidas, como la disponibilidad de pruebas o certificados de inmunidad o prácticas de precaución sanitaria.
Para cosechar todas las ventajas que ofrece la ejecución de la zonificación verde, se deben tomar importantes decisiones de política. La definición de las zonas requiere tener en consideración los vínculos sociales y económicos. Las reglas que se aplican a cada zona necesitarían estar claramente definidas. Es importante que todas las medidas, incluyendo la zonificación verde, reciban el apoyo del público -que podría no ser fácilmente posible, dado el significativo incremento de las medidas de vigilancia involucradas.
Ha llegado el momento de considerar una estrategia de salida. Nuestro modelo matemático sugiere que alguna versión de la zonificación verde la podría ofrecer. A través del aumento progresivo de zonas verdes, tendríamos la oportunidad de reconstruir nuestra interactividad social y económica de forma segura, eficiente y rápida.
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