El dibujante e ilustrador gráfico franco brasileño, Hercules Florence llegó en 1825 a las densas selvas amazónicas de Brasil para llevar a cabo una expedición científica. Florence realizó bocetos, dibujos y pinturas de plantas, animales, y paisajes. Sin embargo, se percató de que algo faltaba en su documentación y empezó a hacer transcripciones a notación musical del canto de las aves y otros animales como ranas y monos, desarrollando de esta manera lo que conoce como Zoofonía. En palabras de Florence, ésta sería definida como el estudio de la naturaleza parlante.  

Casi 200 años después, estos estudios progresaron hasta consolidar nuevas disciplinas como la ecoacústica, especialidad que busca responder preguntas ecológicas a través del estudio del paisaje sonoro. Esta disciplina inició en los años 60’s, permitiendo complementar el conocimiento de la biodiversidad mediante el estudio de los sonidos de las especies y los ambientes naturales. 

En tiempos recientes, la ecoacústica se ha desarrollado gracias a la disponibilidad de nuevas tecnologías como grabadoras digitales, teléfonos móviles y aplicaciones de grabación cada vez más sofisticadas que permiten registrar y medir las dinámicas del paisaje sonoro. 

¿Alguna vez se ha detenido a escuchar el sonido ambiente que lo rodea? En muchas ocasiones estamos tan familiarizados con ciertos sonidos que olvidamos que están ahí. Si vivimos en ciudades pensaremos que es normal escuchar los motores de los carros y buses, maquinaria pesada, música, altavoces; y si por el contrario, vivimos en el campo, el sonido de las aves y del viento pasan desapercibidos. 

Ahora, ¿qué ocurría si de un momento a otro nuestras actividades humanas cesarán? Un silencio se apoderaría de los espacios abiertos que tradicionalmente hemos acaparado, permitiéndonos escuchar sonidos que por mucho tiempo ignoramos. Lo cierto es que en tiempos de confinamiento obligatorio, a causa de la pandemia por COVID- 19, todo ha cambiado allá afuera y la restricción de actividades cotidianas ha evidenciado la disminución de los niveles de ruido. Los llamados de la vida silvestre que nos rodea vuelven a escucharse. 

Bajo estas extraordinarias condiciones, el Instituto Humboldt lanzó la iniciativa ¿Cómo suena mi ciudad? Paisajes sonoros desde tu ventana, un ejercicio de ciencia participativa. Para conocer más detalles, hablamos con Juan Sebastián Ulloa, ingeniero electrónico con doctorado en ecología, investigador del Programa de Evaluación y Monitoreo de la Biodiversidad. 


Juan Sebastián Ulloa, ingeniero electrónico con doctorado en ecología, investigador del Programa de Evaluación y Monitoreo de la Biodiversidad.
Foto: Juan Sebastián Ulloa

¿Qué son los paisajes sonoros?

Los paisajes sonoros son todos los sonidos que emergen de un lugar en un momento dado. Estos sonidos se pueden clasificar en tres amplias categorías: biofónía, geofónía y antropofónía. La biofonía se refiere a los sonidos de origen biológico y están asociados a la comunicación animal como el canto de las aves, llamadas de insectos, sonidos producidos por mamíferos, incluídos los humanos. Por su parte, la geofonía se refiere a los sonidos abióticos, es decir, de la tierra, el agua, el aire, y el fuego. Finalmente, la categoría de la antropofonía se refiere a los sonidos producidos por las actividades humanas que van desde sonidos del tráfico, maquinarias y electricidad hasta altavoces. 

¿Por qué estudiar los paisajes sonoros?

El sonido es una ventana para estudiar las comunidades animales que podría darnos valiosa información para entender y gestionar nuestros ecosistemas. La comunicación acústica es un rasgo de comportamiento común entre animales terrestres y acuáticos, como insectos, anfibios, peces, aves y mamíferos. Este tipo de comunicación es usado para multiplicidad de interacciones sociales, como atraer pareja, defender el territorio o alertar la presencia de un depredador. Así, el estudio del paisaje sonoro es una forma directa de recuperar información ecológica sobre la presencia, abundancia, estatus y distribución de las especies. 


Leucostethus fraterdanieli. Llamadas de anfibios también hacen parte del paisaje sonoro.

¿Cómo surge el estudio de los paisajes sonoros en Colombia?

Los inicios de la ecoacústica en Colombia empezaron en el 2012, estudios liderados por la Universidad de Antioquia registrando paisajes sonoros usando grabadoras automáticas en la Central Eléctrica de Jaguas. En 2013, investigadores de la Fundación Biodiversa se instalaron el mismo tipo de sensores en la región del Magdalena Medio. En 2014, desde el Instituto Humboldt empezamos a registrar paisajes sonoros a amplias escalas temporales en el proyecto BIOREDD en bosques del Pacífico de tierras bajas. 

¿Cuál es el estado actual del estudio de paisajes sonoros en el país? 

Según el reporte BIO2018, hoy contamos con registros en 15 de las 30 categorías de ecosistemas sintéticos. Por eso, en 2018 se construyó la Red Ecoacústica Colombiana que tiene como objetivo estrechar relaciones entre investigadores e instituciones para fomentar el estudio de nuestros paisajes sonoros. 

Actualmente, en el país hay alrededor de 19 investigaciones en 16 instituciones entre gubernamentales, académicas y ONG’s. De las 330 áreas que se han estudiado, el 52 % se encuentra en ecosistemas naturales, aunque también se registran estudios en ecosistemas transformados.

Los frentes de investigación más destacados incluyen innovación en hardware para colecta de audio, el análisis de señales multicanal, el diseño de algoritmos para la casificación autómatica de audio y la caracterización de comunidades animales mediante índices acústicos. 

El Instituto Humboldt es pionero en el registro acústico de especies. ¿En qué consiste esta colección de sonidos ambientales? 

El Instituto Humboldt cuenta con la Colección de Sonidos Ambientales fundada en 1998 en Villa de Leyva con el nombre de Banco de Sonidos Ambientales. Esta colección es el respositorio de sonidos naturales más grande Colombia con más de 22.127 archivos de audio. 

Contiene registros de especies y de paisajes naturales de audio de alrededor de 551 localidades de los principales ecosistemas, donde predominan la región de los Andes, el Caribe, la Orinoquia y la Amazonia, además de 30 departamentos Colombianos. En términos taxonómicos, se encuentran representadas alrededor de 1030 especies, aproximadamente el 69% del número total de especies de aves nativas registradas para el país, 2% de los anfibios y 3% de los mamíferos. Estos registros han sido fundamentales para identificar las marcas sonoras que dejan las especies. Aún quedan muchos sonidos por registrar e identificar, es una tarea astronómica en un país megadiverso como Colombia, una tarea en permanente construcción. 

Las actividades humanas han ido creciendo de manera descomunal, especialmente en las ciudades ¿Cuál es el efecto de este paisaje sonoro en el comportamiento de las especies?

La contaminación acústica es invisible y por ende no consideramos su importancia. Sin embargo, hoy día es uno de los tipos de contaminación de mayor crecimiento y predominancia. 

Multiplicidad de estudios médicos han evidenciado que la exposición a altos niveles de ruido tiene efectos perjudiciales para nuestra salud, desde inducir la pérdida progresiva de audición hasta causar hipertensión y enfermedades cardíovasuclares. Si nuestra salud se ve afectada por ello, es de esperarse que ocurra lo mismo con la fauna urbana. Los estudios sobre los impactos del ruido en la biodiversidad son aún incipientes y se han centrado en especies que usan la comunicación acústica. El tráfico motorizado en las urbes crea un nuevo fondo sonoro de gran amplitud a bajas frecuencias que limita el alcance de las señales acústicas. Un sonido que antes se escuchaba a 30 metros, ahora sólo se escucha a una distancia entre 3 y 15 metros. 

Estudios en aves han mostrado que algunas especies adaptadas a medios urbanos han logrado modificar su canto para alcanzar frecuencias mínimas más altas y así destacarse entre el intenso ruido del tráfico. Otras especies han optado por cambiar sus horarios de despligue sonoro, más temprano en la mañana o más tarde en la noche, para evitar el enmascaramiento por el ruido. 


Ilustración de cambios en el paisaje sonoro en un gradiente urbano-rural

La composición del paisaje sonoro varía según el espacio, por ejemplo, en un medio urbano priman los sonidos mecánicos, pero a medida que nos acercamos al medio rural, los sonidos producidos por las actividades humanas bajan en intensidad y los sonidos biológicos van ocupando el primer plano. 

En esta particular coyuntura de confinamiento obligatorio a causa de la pandemia por COVID19, el Instituto Humboldt lanzó la iniciativa ¿Cómo suena mi ciudad? Paisajes sonoros desde tu ventana. ¿De qué trata? 

Estamos presenciando cambios exraordinarios en los paisajes urbanos, cambios que queremos medir y documentar con la ayuda de la ciudadanía por medio de un muestreo sistemático a nivel nacional de los paisajes sonoros. Difícilmente volveremos a tener el silencio de las calles y plazas vacías. Nuestro objetivo es tomar datos de referencia y empezar a generar hipótesis puntuales para futuras investigaciones de ecología urbana. Buscamos además evidenciar y sensibilizar a las personas sobre los elevados niveles de contaminación acústica que vivimos día a día.


Foto: Felipe Villegas, Instituto Humboldt 

¿Qué debían hacer los ciudadanos?

Este experimento de ciencia participativa consiste en capturar con sus celulares el paisaje sonoro de sus alrededores. Dado que estamos en confinamiento, impartimos unas indicaciones muy puntuales a la hora de llevar a cabo el ejercicio para realizar un muestreo sistemático. Dispusimos de un formulario de inscripción con las especificaciones, entre ellas tener la disponibilidad de tiempo para registrar sonidos antes y después del periodo de aislamiento preventivo, con el fin de comparar ambos escenarios. 

¿Cómo fue la respuesta de la gente?

Muy favorable. Aprovechamos para agradecer la gran acogida. Hasta el momento del cierre del formulacio públicado, 421 personas se inscribieron desde 58 municipios. 

¿En que momento se encuentran la iniciativa?

Ahora mismo estamos en la primera fase: recolección de información que va hasta el 27 de abril. Para el 15 de junio esperamos tener los primeros resultados preliminares. Realizaremos una segunda fase de colecta de datos posterior, fuera del periodo de aislamiento preventivo, para así realizar análisis comparativos sobre los cambios en la composición del paisaje sonoro, durante y después del aislamiento preventivo. 

Finalmente, ¿por qué es tan importante la participación de la ciudadanía en estos trabajos científicos?

Durante los últimos años la contribución de habitantes rurales y urbanos para registrar y comprender las dinámicas de la naturaleza se ha hecho más evidente. Gracias a la tecnología, esta colaboración entre investigadores y comunidades ha aumentado, impulsando la democratización de la ciencia. Algunos de los retos para seguir avanzando están en la disponibilidad de los datos abiertos, creación de modelos integrales de gestión del conocimiento y el paso de proyectos puntuales a procesos de largo plazo. 

Más de 2.2 millones de datos abiertos, generados por personas que voluntariamente deciden registrar la naturaleza, evidencian la contribución que la sociedad ha realizado al conocimiento de la biodiversidad del país. La captura masiva de datos es una de las formas en las que las ciencias, especialmente las ambientales, han puesto en marcha la ciencia participativa o ciudadana, un término reciente pero que en la práctica existe hace décadas. 

El equipo de investigadores que coordina la iniciativa ¿Cómo suena mi ciudad? Paisajes Sonoros desde tu ventana está compuesto por los biólogos Orlando Acevedo-Charry, Adriana Restrepo, Margarita Roa, Yenifer Herrera-Varón, Cristian Cruz-Rodríguez, y las ecólogas Lina Sánchez-Clavijo, y Susana Rodríguez-Buriticá 

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