Los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID), como la isla caribeña de Granada, enfrentan una mayor vulnerabilidad frente a las conmociones económicas y ambientales externas.

Esto ha quedado claro con el impacto económico causado por la pandemia de la COVID-19, que, entre otras cosas, ha paralizado la industria del turismo, que representa casi 30% del producto interno bruto de los PEID.

Estas naciones también son particularmente vulnerables a los fenómenos meteorológicos extremos, que se prevé aumentarán a causa del cambio climático. Esto se evidenció recientemente cuando el ciclón Harold asoló Vanuatu, Fiji, las Islas Salomón y Tonga, causando muertes y una destrucción generalizada a principios de abril de 2020.

Un nuevo documento destaca la ambición de Granada de salvaguardar el valor económico y social de las ciudades y las infraestructuras costeras altamente vulnerables. Aumentar la resiliencia de la infraestructura de transporte marítimo y aéreo, que son vitales para la economía, es crucial para apoyar el comercio, el turismo y el desarrollo sostenibles en los PEID.

El documento es parte de un proyecto conjunto entre la Unidad de Medio Ambiente y Comercio del Programa de la ONU para el Medio Ambiente y la Sección de Política y Legislación de la Conferencia de la Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, con el apoyo del Gobierno de Alemania, y registra los resultados clave de una discusión del Panel de Alto Nivel de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP25) en Madrid, en diciembre de 2019.

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Foto de Unsplash/Elaine Brewer

Los impactos del cambio climático aumentan los riesgos de que la infraestructura de transporte de estos países sufra daños, demoras e interrupciones, lo que afecta los servicios y las operaciones a lo largo de las cadenas de suministro y provoca impactos socioeconómicos potencialmente devastadores. Las proyecciones actuales sugieren que para fines de siglo 10 millones más de personas estarán en riesgo por el aumento del nivel del mar relacionado con el clima.

Granada está llevando a cabo un ambicioso proyecto, con el respaldo técnico de la Universidad de Nueva York y el apoyo financiero de la Global Climate Facility, para transformar su ciudad capital, Saint George, en la «primera ciudad resiliente al clima y climáticamente inteligente en la región del Caribe», explicó Hon Simon Stiell, ministro de Resiliencia Climática, Medio Ambiente, Silvicultura, Pesca, Gestión e Información sobre Desastres de Granada. El objetivo es construir resiliencia climática y generar oportunidades económicas mediante el despliegue de soluciones de ingeniería y estrategias de adaptación basadas en ecosistemas.

Para los pequeños Estados insulares, como para muchas comunidades costeras de todo el mundo, el medio ambiente natural contribuye de manera significativa a su economía, lo que hace que los enfoques ecosistémicos de adaptación y la acción para promover los servicios ecosistémicos sean importantes en las estrategias futuras para abordar la resiliencia económica y ambiental.

Por ejemplo, conservar los arrecifes de coral y los bosques de manglares significa conservar los escudos naturales de las comunidades costeras. Los arrecifes forman barreras naturales que amortiguan la fuerza erosiva del mar y protegen la infraestructura costera, las comunidades, las tierras agrícolas y las playas. Hoy día, más de 150.000 kilómetros de costa en 100 países y territorios reciben alguna protección de los arrecifes.

Si bien el comercio depende de una infraestructura que funcione óptimamente, también juega un papel crucial en la construcción de resiliencia climática. El comercio es necesario, por ejemplo, para desplegar las tecnologías y los materiales necesarios para ayudar a proteger la bahía de Carenage, en Saint George, de inundaciones y marejadas ciclónicas.

Además de promover la interconectividad, la diversificación de la producción y el aumento de la productividad, el comercio permite el despliegue de tecnologías limpias que promueven la seguridad energética y la creación de empleo. Esto es particularmente relevante en el contexto de la COVID-19, en el que algunos Estados insulares están experimentando una reducción importante en sus ingresos obtenidos a través de sectores clave de exportación como el turismo, necesarios para financiar las importaciones de energía. El llamado «comercio inteligente» puede impulsar soluciones y resiliencia climáticas.

«Tanto la preparación y la respuesta ante desastres, como las fases de recuperación, tienen una dimensión comercial», dice la directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen.

El desarrollo de la resiliencia climática, en última instancia, representa un doble dividendo, ya que protege tanto el medio ambiente como la economía.

El informe destaca que, si bien los PEID están demostrando liderazgo en la lucha contra el cambio climático y la construcción de la resiliencia climática, necesitan asistencia urgente para abordar sus brechas financieras, tecnológicas y de capacidad.

Mejorar la resiliencia de los pequeños Estados insulares en desarrollo ante el cambio climático puede brindar grandes oportunidades en términos de desarrollo sostenible nacional, lo que debería ser una prioridad para la comunidad internacional a fin de apoyar la recuperación pos-COVID-19.

 La naturaleza está en crisis, amenazada por la pérdida de hábitats y biodiversidad, el calentamiento global y la contaminación. Si no actuamos, le fallaremos a la humanidad. Abordar la nueva pandemia de coronavirus y protegernos de futuras amenazas mundiales requiere una gestión segura de los desechos médicos y químicos peligrosos; un manejo sólido de la naturaleza y la biodiversidad; y un claro compromiso de «reconstruir mejor», crear empleos verdes y facilitar la transición hacia economías neutras en carbono. La humanidad depende de la acción inmediata para un futuro resiliente y sostenible.

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