Desde que se instalaron las nuevas tecnologías al servicio del hombre, el fútbol ha tenido la virtud de detener a la mitad de la humanidad para ver un partido de fútbol: la final de la Copa Mundial. Lo que no se esperaba era que un virus, con un simple clic, pudiera tirar al ring y golpear por knockout al mundo del fútbol, exponiéndolo a una crisis de liderazgo institucional y conceptual.

Todo el fútbol moderno pierde el control ante dos árbitros que, la mayoría de las veces, se antagonizan entre sí: salud pública y economía; y pierde el poder ante dos jurados que, la mayoría de las veces, se contradicen: ciencia y política.

En el ring, en un estado de somnolencia e impotencia, el fútbol se enfrenta al mayor desafío de su historia, dejando todo y todos a la deriva y bajo el poder de la (in)decisión política.

Las principales instituciones del fútbol, la FIFA y sus Confederaciones, fieles a su tradición e independencia del poder político, una bandera histórica del fútbol, y en absoluto respeto por la salud y el bienestar de su gente, no pueden hoy fracasar o renunciar a este gigantesco desafío: la responsabilidad de liderar la recuperación de la autonomía y el poder de decisión institucional.

Los grandes liderazgos están obligados a ingresar al juego fuera del campo, con los mismos pasos mágicos que James, Messi, Neymar y Cristiano hacen dentro de la cancha, decidiendo y proponiendo una fórmula y un modelo conceptual que haga posible y permita, a corto plazo, transformar en todo el mundo del fútbol lo imposible en posible.

Como lo predicó San Francisco de Asís, quien ya sería un gran amante del fútbol, “empieza haciendo lo necesario, continúa haciendo lo posible; y de repente estarás haciendo lo imposible”.

En el presente, son claros y dolorosos los efectos emocionales y los vacíos imposibles de llenar, en todos los intervinientes y simpatizantes del juego y de las competiciones. Todas las pérdidas y daños deportivos y financieros que afectarán el futuro son incalculables; y aparentemente, lo peor de todo, es que los intereses en juego son difíciles de armonizar y uniformar.

Tengamos en cuenta un hecho indiscutible, pero decisivo de una estrategia de decisiones para todas las Federaciones, Ligas y Competiciones. La fórmula de entrada y salida de la crisis fue, es y será exactamente la misma para todo y para todos: considerar los diferentes tiempos, velocidades, intensidades, impactos, daños; diferentes prioridades, contextos, y consecuentes soluciones y cambios. Un verdadero desafío de uniformidad y armonización de decisiones innovadoras, más globales y solidarias.

Comencemos cuestionando los modelos y las formas convencionales de pensar y actuar en el fútbol, sin que esto signifique un corte radical con un pasado glorioso y dorado, pero sí formas de romper con opciones que no son factibles o que son inconciliables en este momento.

Sin un Mesías a la vista en la ciencia, la vacuna, el regreso a un escenario normal de las competiciones nacionales e internacionales requiere ahora, como medida fundamental, el anuncio de un calendario global uniforme y armonizado, con todas las ligas jugando de febrero a diciembre, al menos hasta la Copa Mundial de Catar 2022, y una decisión que extienda para todo el fútbol la temporada deportiva 2019/20 hasta diciembre de 2020.

La FIFA y las Confederaciones, en coordinación con las Federaciones y las Ligas, deberían reevaluar y cuestionar en este período de transición hasta el Mundial de Catar 2022, el número de equipos, las fórmulas de las competiciones, el número de juegos y el número y tipo de competencias.

En el enorme iceberg del fútbol mundial, no podemos privilegiar solamente el juego de las ligas de élite e ignorar en el mundo real del fútbol su parte mayoritaria e invisible. Por el contrario, hoy debemos centrar toda la atención en esta última.

Bienvenidos los partidos de la Bundesliga, de verdad nos aportan esperanza e inspiración. Es posible, entrenarnos y jugar para ganar, celebrar el gol y honrar la fiesta del fútbol,  intentando minimizar los riesgos y criterios para no contagiarnos y no contagiar a nadie.

Pero también dejaron más preguntas que respuestas en la parte no visible del iceberg, todo el fútbol aficionado y juvenil, países y ligas menores, fútbol en África y Sudamérica, fútbol femenino y de formación. Destaco una, entre todas las preguntas: ¿por qué olvidar y abandonar a su suerte todo el mundo real del fútbol? Hacerlo sería una irresponsabilidad que no tendría perdón y fatal para muchos.

En conclusión, es crítico y necesario liderar, cultivar y armonizar todo lo que debería unirnos, en detrimento de los intereses individuales y particulares que nos dividen y que hace mucho tiempo están enfermando el frágil y “eldorado” de la sostenibilidad deportiva y financiera del fútbol.

Picasso dijo que “todo acto de creación es antes un acto de destrucción”. Las innovaciones son posibles, hacia el futuro, si se aplican los principios que impulsan a cambios notables y de excepción en todo lo imposible.

Carlos Queiroz

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