Mientras la sociedad permanece bajo aislamiento, la naturaleza retoma poco a poco su curso. En pequeños lugares considerados como oasis de vida, animales, plantas y todo tipo de elementos del medioambiente renacen. Este es el caso de las playas de México, las cuales reciben a miles de tortugas marinas listas para anidar.
La pandemia ha traído algunos eventos positivos para la naturaleza. Demostrando que hay forma de regenerar el planeta si transformamos nuestra forma de consumo, miles de tortugas marinas en peligro de extinción volvieron a una playa de México para depositar sus huevecillos.
Conocida como la tortuga delfina, esta especie que reside en el país mexicano está clasificada como vulnerable por el WWF debido a la caza humana. No obstante, parece que el 2020 ha sido un año ejemplar para estos seres. Gracias al aislamiento, las visitas a las playas disminuyeron y hay más espacio para que las tortugas lleguen a anidar.
Recientemente, un grupo dirigido por la comunidad indígena Seri, con sede en Sonora, México, liberó más de 2,250 crías de tortuga golfina en el Golfo de California. Cada año esta comunidad libera cerca de 1,000 crías, pero esta vez los tortugueros contabilizaron más de 2,000 ejemplares.
De acuerdo con el equipo, este es un milagro que se logró gracias a la falta de turistas y pescadores en la playa Mancha Blanca en Sonora. Aunque los tiempos han sido difíciles para todos en la comunidad Seri, “estamos tan felices que, en medio de esta tragedia, este milagro de la naturaleza sucedió”.
Un panorama claro para las tortugas marinas
Tal vez para la humanidad sea un año devastador, pero en términos de la naturaleza representó un momento de tranquilidad. Por primera vez después de décadas los animales tienen la oportunidad de salir nuevamente, de retomar sus espacios y de no correr tanto peligro.
Las tortugas marinas en peligro de extinción son el mejor ejemplo de que, cuando el ser humano da unos cuantos pasas atrás, la naturaleza vuelve a tomar su propio ciclo. Asimismo, lo demostró la reaparición de leones en Sudáfrica, delfines rosados en Hong Kong y medusas en Venecia.
Al final del día el planeta no les pertenece a los seres humanos. Basta con retroceder un poco en este consumo excesivo para darnos cuenta de que hay miles de seres con los que compartimos la existencia. Y, al igual que nosotros, tienen tanto derecho a disfrutarla.
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