Dan Laffoley.- La comunidad internacional se enfrenta a una decisión que va a definir una era. ¿Nos volvemos a sumergir en el status quo de vida previo a la pandemia de la Covid-19 con todos sus problemas e injusticias o construimos una recuperación verde (o más azul) con mejores posibilidades de apoyar economías prosperas en un planeta más sano? Se nos plantea una oportunidad que no podemos dejar escapar para crear un futuro con más esperanza y equitativo en el que la humanidad viva en mayor harmonía con la naturaleza. Para conseguirlo, necesitamos transformar nuestra relación con el corazón azul que nos sustenta de tantas formas diferentes: el océano.

Esto exigirá que se reconcilien dos desconexiones crónicas. En primer lugar, el desajuste entre lo importante que es el océano para nuestras vidas y el bienestar futuro, y la falta total de reconocimiento del papel del océano en los sistemas que nos sustentan a nosotros y a todas las formas de vida del Planeta. En segundo lugar, el conflicto entre lo que las personas, especialmente los políticos, piensan que “pueden hacer” para proteger el océano y lo que los científicos y las crecientes pruebas dicen que “debemos hacer” ahora. Tenemos que entender por qué es tan importante todo esto y que se tomen medidas acordes.

Para hacer frente al primer problema, el Programa Internacional sobre el Estado del Océano (IPSO en sus siglas en inglés) invitó a científicos marinos de primera línea para crear un relato nuevo sobre el océano que abogue por la toma urgente de medidas.

Las palabras cuentan ahora más que nunca, a medida que se construyen mensajes coherentes y con base científica así como la ambición colectiva necesaria para que el océano sea el centro de atención en la recuperación global post-pandemia. Mientras el gobierno del Reino Unido y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) reúnen expertos y políticos para celebrar los Diálogos virtuales sobre el Océano (2-3 Diciembre) para señalar lo que hubieran sido las conversaciones sobre el clima de la COP26, es un placer poder presentar nuestro relato de seis puntos sobre el océano tras la Covid-19.

El primer y principal punto del relato es que todas las formas de vida dependen del océano. Es la pieza esencial que sostiene la salud mundial y que hace nuestro planeta habitable a través de los servicios de ecosistemas vitales de producción de oxígeno y regulación del clima, a la vez que suministra alimentos, energía, minerales y recursos genéticos, así como belleza y gozo. Mantener un océano saludable es fundamental para salvaguardar nuestro futuro, pero nuestra relación ya no es sostenible. Nuestra huella de emisiones de carbono y de explotación acumulada está destruyendo los hábitats y la biodiversidad y amenaza los servicios de los ecosistemas. Durante nuestras vidas, la humanidad ha generado cambios en el océano a escala mundial a una velocidad sin precedentes en la historia reciente de la Tierra, incluyendo el recalentamiento, la desoxigenación, el aumento del nivel del mar, la acidificación, e incluso cambios en las principales corrientes oceánicas.

En segundo lugar, dañando el océano, nos dañamos a nosotros mismos. Nuestra relación con el océano es autodestructiva porque es parasitaria y la pandemia actual, desencadenada por nuestra  asociación anormalmente estrecha con la naturaleza, demuestra que ignoramos los cambios del planeta así como los que se dan en el océano poniéndonos en peligro.

Proteger los océaanos y a nosotros

Al proteger el océano, nos protegemos a nosotros mismos. Este es el tercer mensaje, ahora más que nunca dado que estamos buscando soluciones a las crisis sanitarias y climáticas a nivel mundial.

El cuarto elemento explica claramente que los seres humanos, el océano, la biodiversidad y el clima  están inextricablemente vinculados. El océano ha absorbido hasta un 90% del exceso de calor del calentamiento global y ha asimilado más de un cuarto del exceso de CO2 derivado de emisiones antropogénicas en los últimos 50 años. Al hacer esto el océano ha protegido nuestro planeta del calor extremo a costa de un alto precio tanto para los ecosistemas marinos como para las personas. Las consecuencias están generando ciclos de retroalimentación que amenazan con exacerbar la crisis climática y su impacto en la humanidad.

De ahí nuestro quinto tema de la narrativa: las medidas sobre el océano y el clima se deben decidir conjuntamente. Debemos aceptar al océano como parte indivisible de las soluciones climáticas y hemos de reconocer que todo esto necesitará un esfuerzo mayor que cumplir con los objetivos de emisiones del Acuerdo de París. Los Diálogos virtuales sobre el Océano de la semana que viene, la COP25 y las conclusiones del Órgano Subsidiario de Asesoramiento Científico y Tecnológico (SBSTA en sus siglas en inglés) son buenas señales dado que se integra al océano en los debates globales sobre el clima. Sin embargo, es necesario asignar muchos más recursos al estudio del nexo entre el océano y el clima.

Plan Marshall para los océanos

Por último, para invertir los cambios que sufren el océano hay que actuar ahora. Esto significa actuar de forma urgente con los datos científicos disponibles y las tendencias que ya podemos ver sin esperar a que lleguen soluciones políticamente oportunas. La escala y el ritmo a los que los cambios se suceden en el océano exigen una respuesta común y global para el océano que incluya el clima, la biodiversidad y el conjunto de la economía del océano y que supere las estrategias fragmentadas, descoordinadas y a veces totalmente contraproducentes que vemos actualmente.

Existen antecedentes para este tipo de ambición. La recuperación del océano exige el nivel de coordinación multilateral que generó el descubrimiento de la capa de ozono en 1985. Si nos remontamos más en el tiempo en busca de inspiración podemos pedir algo parecido a un nuevo “plan Marshall” para el océano que canalice la determinación que se usó para reconstruir Europa occidental tras la segunda guerra mundial.

La pandemia de la Covid-19 es un duro recordatorio de que todos nuestros destinos están entrelazados. Nuestro nuevo relato puede servir de catalizador para encontrar las soluciones que se necesitan para mejorar el bienestar humano y crear tanto una sociedad más justa como un océano más saludable en el mundo post-covid. Hemos de escuchar las señales de advertencia de nuestro océano y actuar con mayor ambición, celeridad y alcance porque lo que hagamos hoy sin duda definirá el mañana.

(*) El profesor Dan Laffoley es un destacado experto mundial en conservación de los océanos. En la UICN es Asesor Principal de Ciencias Marinas y Conservación del Programa Global Marino y Polar , y tiene el papel honorario global de Vicepresidente Marino de la Comisión  Mundial de Áreas Protegidas .

Fotografia de cabecera:  Archivo EFE/Dennis M. Sabangan