«No sólo ha sido una lucha contra Monsanto, sino contra todo el modelo de desarrollo agroindustrial que se ha impuesto en México y que nos está perjudicando».
Así es como Leydy Araceli Pech Martín, una apicultora maya de 55 años, resume una batalla legal contra los pesticidas y los transgénicos que lidera desde hace casi 10 años y que le llevó a enfrentarse al mayor fabricante de semillas del mundo.
La «guardiana de las abejas»o «dama de la miel», como le dicen algunos, vive en una aldea en Hopelchén, en la península de Yucatán, un territorio fuertemente afectado por la deforestación y la contaminación tóxica de la agricultura industrial, que perjudica especialmente a ecosistemas de los que dependen las abejas.
Pech tiene unos cuantos colmenares que sustentan su economía familiar. Junto a otras mujeres de la zona, se dedica a la crianza y preservación de la abeja melipona beecheii, una especie silvestre sin aguijón domesticada por los pueblos mayas de México desde hace cientos de años.
Su mayor logro fue encabezar una coalición para detener la siembra de soya genéticamente modificada por la empresa Monsanto en el sur de México. La Corte Suprema dictaminó que el gobierno había violado los derechos de los mayas y suspendió su siembra. Gracias a su empeño, se revocó el permiso gubernamental a Monsanto para cultivarla.Quizás también te interese
FUNDACIÓN GOLDMANNo sólo ha sido una lucha contra Monsanto, sino contra todo el modelo de desarrollo agroindustrial que nos está perjudicando».Leydy Pech
apicultora maya, premio Goldman 2020
Este lunes 30 de noviembre, Pech recibió un Goldman*, el premio ambiental más importante del mundo, por su «lucha histórica», que es «un modelo para otros movimientos de lucha indígena en la protección de sus derechos y de sus tierras», dijo la Fundación Goldman, que otorga el galardón anualmente a seis personas.
Ella espera que ganar el Goldman sirva para visibilizar los problemas que enfrenta su pueblo y seguir adelante con una batalla que no da por concluida, y de la que, asegura, nunca desistió.
«Desde que inicié esta lucha, empresas y gobiernos quisieron hacer ver que no era nadie y que no iba a servir para nada. Sin embargo, eso no me paralizó; al contrario, hizo que buscara más aliados. Encontré la fuerza en la unidad del pueblo maya», reflexiona.
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