La sequía, dos huracanes, y el COVID-19 tienen a miles de familias sumidas en el hambre en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua. “A veces nos vamos a dormir solo con un trago de café”, cuenta una madre hondureña que se quedó sin trabajo por la pandemia e intentó migrar fallidamente para ofrecerle un mejor futuro a sus hijos. 

El número de personas que pasan hambre en Centroamérica se ha multiplicado casi por cuatro en los últimos dos años, alerta el Programa Mundial de Alimentos que asegura que 1,7 millones de personas necesitan ayuda urgentemente.

La crisis económica causada por el COVID-19 y años de eventos climáticos extremos han hecho que ocho millones de personas en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua pasen hambre, frente a los 2,2 millones de 2018.

La temporada récord de huracanes en el Atlántico de 2020 asestó un duro golpe a millones de personas que antes no pasaban hambre, pero que dependían de la economía de servicios, el turismo y los empleos informales. 

Con sus casas y granjas destruidas, cada vez menos reservas de alimentos y menos oportunidades de encontrar empleo, casi un 15% de los encuestados por el Programa en enero dijeron que estaban haciendo planes concretos para migrar.

“Considerando el nivel de destrucción y retrocesos que enfrentan las personas afectadas, anticipamos que esta recuperación será larga y lenta. 2020 fue un año para el olvido en todo el mundo, y aún más para las comunidades de Centroamérica que recibieron una serie de golpes, dijo en un comunicado Miguel Barreto, director regional del Programa para América Latina y el CaribePMA/David FernandezEstas niñas salvadoreñas eran beneficiarias de los almuerzos escolares. Ahora esas raciones de alimentos se preparan para que los niños se los lleven a sus casas. 

Una grave situación

Marlene Rosales, una mujer hondureña, decidió emigrar después de que ella y su marido se quedaran sin trabajo y tras el paso de los huracanes. Se unieron a una caravana que fue bloqueada en Guatemala y obligada a retornar. 

“Se nos enfermaban los niños y estábamos sin un peso. Por eso decidimos irnos, porque queríamos terminar la casa, comprarle algo mejor a los niños, comprarles camas, tener un buen trabajo, una vida diferente. Pero, lastimosamente, no pudimos pasar”, cuenta entre lágrimas. 

La madre dice que ha sobrevivido gracias a las raciones de alimentos entregados por el Programa.

“Antes hacía pastelitos, ahora me ha tocado hasta vender leña, hacer lo que pueda por mis hijos. Voy al monte, busco hierbas y les cocino con eso, o a veces nos ha tocado dormir solo con un trago de café (…) Nunca he perdido las esperanzas de tener una buena casa, de que mis hijos estudien y de salir adelante”, cuenta.

Los huracanes destruyeron más de 200.000 hectáreas de alimentos básicos y cultivos comerciales en cuatro países y más de 10.000 hectáreas de tierras de cultivo de café en Honduras y Nicaragua. Los huracanes golpearon cuando estas comunidades ya estaban lidiando con la pérdida de empleos y una economía en contracción, una consecuencia del COVID-19.

Las encuestas del Programa estiman que la seguridad alimentaria en Centroamérica se desplomó como resultado de la pandemia. El número de hogares que no tenían suficiente para comer casi se duplicó en Guatemala en comparación con los números previos al COVID-19. En Honduras, aumentó en más del 50%. Una abrumadora mayoría de hogares en Honduras, Guatemala y El Salvador reportaron pérdidas de ingresos o desempleo durante la pandemia.

“Las comunidades urbanas y rurales de Centroamérica han tocado fondo. La crisis económica provocada por la COVID-19 ya había puesto los alimentos en los estantes de las tiendas fuera del alcance de las personas más vulnerables para cuando los huracanes Eta e Iota los azotaron. Muchos ahora no tienen dónde vivir y se quedan en refugios temporales, sobreviviendo con casi nada”, agregó Barreto.WFP/Mauricio MartinezUna mujer camina en El Salvador en medio de los daños causados por la tormenta tropical Amanda en mayo.

Golpeados por la emergencia climática

Las comunidades de Centroamérica han llevado la peor parte de una emergencia climática, en donde años consecutivos de sequía y un clima errático han interrumpido la producción de alimentos, especialmente del maíz y los frijoles, que dependen en gran medida de las lluvias regulares.

El Programa Mundial de Alimentos hizo un llamado a la comunidad internacional para que apoye sus esfuerzos en Centroamérica para brindar asistencia humanitaria urgente e invertir en proyectos de desarrollo a largo plazo y en programas nacionales de protección social que ayuden a las comunidades vulnerables a hacerse resilientes a los fenómenos meteorológicos extremos y a las crisis económicas recurrentes.

La agencia tiene previsto ayudar a 2,6 millones de personas en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua en 2021 y requiere 47,3 millones de dólares durante los próximos seis meses.

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