Los polémicos planes para construir una gran central química en Amberes, Bélgica, han atraído atención al aumento de las importaciones de productos químicos de Estados Unidos por parte de varios países europeos: los subproductos de la fracturación hidráulica de gas natural y petróleo que alimentarán la producción de plástico, a pesar de que la Unión Europea está poniendo en marcha planes agresivos para reducir los residuos plásticos y combatir el cambio climático.
El comercio de subproductos petroquímicos entre Estados Unidos y Europa, en un momento en el que la demanda mundial de plástico está aumentando, podría socavar los objetivos europeos en materia de residuos y emisiones de carbono.
La expansión de la fracturación hidráulica, o fracking, en Estados Unidos ha creado un suministro abundante de etano, un ingrediente para fabricar plástico que es un subproducto de la extracción de petróleo y gas natural. Su disponibilidad y bajo coste han provocado un gran aumento de la producción de plástico en Texas, Luisiana y el oeste de Pensilvania. Desde 2010 se han planificado o completado casi 350 proyectos petroquímicos relacionados con la fracturación hidráulica, con un coste total de más de 200 000 millones de dólares, según el American Chemistry Council, un grupo del sector.
Pero está saliendo mucho más gas etano del que pueden utilizar esas plantas, por lo que las empresas de fracturación hidráulica están vendiendo cada vez más en el extranjero a precios de ganga. En 2016, una flota de barcos construidos a medida empezó a transportarlo por el Atlántico, dando a los fabricantes de plástico de Gran Bretaña, Noruega y Suecia acceso al suministro de este componente clave para sus instalaciones de procesamiento.
Las denominadas instalaciones de «craqueo» de etano aplican mucha presión y calor —alrededor de 815 grados centígrados— para romper los enlaces de las moléculas de etano. Esto «craquea» el etano y forma un gas llamado etileno. A continuación, con presión y con la ayuda de un catalizador, el etileno se convierte en resina de polietileno, un plástico común.
Como el proceso utiliza grandes cantidades de energía, produce muchas emisiones de dióxido de carbono. Esto significa que el aumento de la producción de plástico conlleva peligros para el clima, además de su contribución más evidente a los residuos plásticos que asolan los paisajes, ríos y océanos del mundo.
A nivel mundial, el craqueo de etano y de un ingrediente alternativo llamado nafta generó emisiones de carbono equivalentes a las de 52 centrales de carbón en 2015, según estimó un informe, y esa huella podría alcanzar el equivalente a 69 centrales de carbón en 2030 si la industria sigue expandiéndose.
«No tienen ningún sentido invertir en nuevas instalaciones basadas en combustibles fósiles para producir más plásticos en un momento en que tenemos una crisis de calentamiento global y una crisis de plástico», dijo Andy Gheroghiu, activista en Alemania que se ha organizado contra la planta belga. «De hecho, ambas son partes de una crisis».
Un enfrentamiento en Amberes
INEOS, la empresa petroquímica internacional que empezó a trasportar por mar etano extraído mediante fracturación hidráulica, planea construir una nueva planta de craqueo en Amberes, Bélgica. Los analistas del sector afirman que la planta duplicaría el consumo de Europa de este ingrediente importado.
El proyecto podría ser la primera nueva planta de craqueo de etano del continente desde la década de 1990. Ha provocado un enfrentamiento con los grupos ecologistas, para quienes materializa la preocupación por el papel omnipresente del plástico en la vida moderna y la economía mundial.
Las autoridades belgas han acogido el proyecto de construir un complejo de 3000 millones de euros, con el que Amberes se situaría como segundo centro petroquímico del mundo (Houston, Texas, es el primero). Los grupos ecologistas son menos optimistas. Los activistas climáticos ocuparon el emplazamiento propuesto en octubre de 2020. En noviembre, un tribunal belga dictó una orden judicial para detener la tala de árboles mientras se estudian las objeciones al proyecto, un proceso que podría durar hasta un año.
Amberes ya es un importante centro de plásticos y las orillas del río Escalda están llenas de pellets de plástico crudo del tamaño de una lenteja, conocidos como nurdles. Según una estimación, se derramaron 2,5 toneladas —miles de millones de pellets— en la zona en 2018. Los nurdles son devastadores para los seres marinos. «Parecen huevas de pescado», y las aves y peces que los ingieren pueden morir de hambre porque no comen otras cosas, explica Tatiana Luján, abogada de ClientEarth, un grupo activista que también ha desafiado el proyecto.
La planta de INEOS no produciría nurdles, pero suministraría etileno a instalaciones que lo hacen. La empresa afirma que el proyecto simplemente remplazaría las centrales de craqueo de etano más antiguas y menos eficientes, y es improbable que incremente la producción total de plásticos de Europa. La eficiencia mejorada significa que la huella de carbono de la nueva planta sería la mitad que la de las anteriores, indicó Tom Crotty, portavoz de INEOS.
Llevar la expansión petroquímica a Europa
Sus opositores señalan que la construcción de una nueva central no garantiza el cierre de las antiguas. Y aunque cierren, la nueva planta proporcionará un flujo de etileno que mantendrá la producción de plástico en el futuro lejano, al mismo tiempo que Europa intenta reducir el uso de este material.
En julio entrará en vigor una gran iniciativa europea para reducir los plásticos de un solo uso. Se prohibirán los artículos de usar y tirar, como cubiertos, platos, vasos y agitadores, y los tapones tendrán que estar unidos a las botellas para que no sean un problema aparte. Está previsto que la campaña se intensifique en los próximos años con objetivos de recogida de botellas de plástico y la exigencia de que las botellas estén compuestas de un 25 por ciento de material reciclado para 2025.
Según Tim Grabiel, abogado de la Agencia de Investigación Medioambiental (EIA, por sus siglas en inglés), el esfuerzo europeo para combatir los residuos de plástico es el más ambicioso del mundo. La construcción de nueva capacidad de producción «contradice por completo» este esfuerzo y los ambiciosos objetivos europeos de reducción de emisiones de carbono, señaló.
A modo de respuesta, PlasticsEurope, un grupo del sector, insiste en el reciclaje como solución, no en reducir la producción de plástico. El grupo señala que los materiales alternativos también conllevan su propio coste ambiental.
Los analistas de la industria sostienen que, a pesar de la inquietud por los residuos plásticos, es probable que la demanda internacional de este material versátil siga aumentando. Su uso en coches, aviones, electrodomésticos, materiales de construcción, ropa y productos electrónicos significa que su consumo suele acompañar la expansión económica, así como al crecimiento de las clases medias en los países en vías de desarrollo.
Según Patrick Kirby, analista de Wood Mackenzie, una consultora de energía y productos químicos, actualmente el etano estadounidense abastece el 10 por ciento de la producción europea de etileno y la planta de Amberes aumentaría esa cifra hasta casi el 20 por ciento.
El nuevo suministro «toma la expansión petroquímica de Estados Unidos y la trae a Europa», explicó Steven Feit, abogado del Centro de Derecho Ambiental Internacional, un grupo de investigación y defensa.
Un salvavidas para las empresas de fracturación hidráulica
Las ventas de etano, a nivel nacional e internacional, han proporcionado unos ingresos muy necesarios para las empresas de fracturación hidráulica de Estados Unidos, muchas de las cuales han tenido dificultades por las grandes deudas y los bajos precios del gas natural y el petróleo.
Europa no es el único lugar donde el etano estadounidense da impulso a los fabricantes de plásticos. En total, las exportaciones de etano de EE. UU. se han disparado un 585 por ciento, de 800 000 toneladas en 2014 a más de 5,5 millones de toneladas en 2020, según ICIS, una empresa de análisis del sector químico y energético. Canadá es el principal mercado, seguido por la India, Europa y China, señala ICIS.
Las grandes empresas de combustibles fósiles, como ExxonMobil o Saudi Aramco, consideran el plástico un producto de crecimiento en un futuro en el que los coches eléctricos y la preocupación por el cambio climático podrían hacer que la producción de gas y petróleo disminuya de forma permanente. En 2016, el Foro Económico Mundial predijo que la producción de plástico se duplicaría en 20 años. Y la Agencia Internacional de Energía prevéque el sector petroquímico, que incluye los plásticos, impulsará la mitad del crecimiento de la demanda de petróleo en las tres próximas décadas.
«El plástico es el plan B de la industria de los combustibles fósiles», dijo Luján.
Con todo, para principios del año pasado la expansión global había provocado un exceso de plástico crudo y sus componentes químicos. En un principio, parecía probable que el desplome económico mundial inducido por la pandemia agravara la sobreoferta. La inquietud por este hecho podría haber motivado la decisión de INEOS de aplazar las obras de una instalación destinada a funcionar junto a su planta de craqueo de etano de Amberes y fabricar propileno, otro ingrediente del plástico.
Pero resulta que la COVID-19 no ha sido tan mala para los fabricantes de plástico como parecía en un principio. En un año que ha transformado los patrones de gasto, la comida para llevar y las compras por internet han impulsado la demanda de envases, y las mascarillas y otros equipos de protección también se dispararon. El dinero que antes se destinaba a viajes o entretenimiento se ha invertido en la compra de portátiles, consolas, máquinas de ejercicio y electrodomésticos, todos ellos con plástico.
«La demanda se ha mantenido muy bien», señaló Will Beacham, subdirector de ICIS Chemical Business, una publicación comercial. «Ahora parece que esa sobreoferta podría no ser tan grave como se temía».
Sin embargo, cuando se trata del plástico, los críticos dicen que la dinámica familiar del mercado suele invertirse. «Lo que hemos visto una y otra vez es que el plástico es un material en el que la oferta impulsa la demanda», explica Feit.
En primer lugar, el exceso de etano ha impulsado la producción de más plástico, indica. Y las empresas endosan ese material barato a los consumidores, que a menudo no pueden elegir de qué está hecho un artículo o cómo está empaquetado.
«En última instancia, la cuestión es direccional», dijo. «Se trata de la cantidad de plástico que producimos. Y en la actualidad, estamos produciendo demasiado».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.