Wanda Xiomara Matta GarcíaArquitecta y magíster en Hábitat de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL)

Un humedal es una zona de la superficie terrestre que está temporal o permanentemente inundada regulada por factores climáticos y en constante interrelación con los seres vivos que la habitan. En Colombia existen 31.702 humedales, 6 de ellos, considerados de importancia internacional como la laguna de La Cocha en Nariño y el sistema lacustre de Chingaza en Cundinamarca.
 

El Burro se ubica al occidente de la ciudad en la localidad de Kennedy, en la ribera de inundación del río Bogotá, específicamente en la subcuenca El Tintal; 2 de sus hectáreas de extensión corresponden al espejo de agua que se encuentra fraccionado por la avenida Ciudad de Cali.
 

Figura 1. Localización humedal El Burro.

Crédito: Wanda Xiomara Matta con base en portal IDECA.
Crédito: Wanda Xiomara Matta con base en portal IDECA.

Sin embargo, el área actual de El Burro es apenas el 11 % de la que poseía hace 7 décadas, según lo demuestra un estudio de 2008 realizado por el Instituto de Estudios Ambientales (IDEA) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), en el cual se evidencia que en 1956 el área de este ecosistema era de 171,54 hectáreas.
 

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Figura 2. Humedal el Burro año 1956.

Crédito: Wanda Xiomara Matta con base en Instituto de Estudios Ambientales, 2008
Crédito: Wanda Xiomara Matta con base en Instituto de Estudios Ambientales, 2008

Con el fin de entender mejor los fenómenos de desecación (eliminación de la humedad de un terreno o cuerpo), fragmentación o recuperación de los ecosistemas de humedal, se planteó la investigación “Ecosistemas de humedal e imaginarios sociales: humedal El Burro y su transformación a partir de la segunda mitad del siglo XX”, que tenía como objetivo explorar la relación entre los imaginarios sociales y la transformación de los ecosistemas urbanos, tomando como caso de estudio este humedal.
 

Para esto, se hizo la reconstrucción del proceso de transformación del humedal y se identificaron los actores clave, de quienes se buscaron discursos sobre El Burro para detectar los imaginarios que soportaban tanto las narrativas como sus acciones en la transformación de este ecosistema.
 

En total se encontraron tres imaginarios instituidos: el primero es el de la desecación como beneficio, evidente en el Decreto 40 de 1905 (Sobre desecación de lagunas, ciénagas y pantanos), del cual llama la atención el interés del Gobierno por tener bajo su propiedad y administración la mayoría de los ecosistemas de aguas superficiales temporales del país. No obstante, dicha administración, lejos de propender por el buen estado de estos cuerpos de agua, buscaba su desecación mediante la cesión, total o parcial, del derecho sobre esas nuevas tierras a los privados que ejecutaran el desecamiento (Ley 104 de 1892). Así, en ese momento la desecación de los humedales se consolidó como política nacional.
 

Aunque esta ley perdió vigencia en 1907 cuando fue declarada inconstitucional, al observar el proceso de transformación que sufrió el humedal durante todo ese siglo pareciera como si el mencionado decreto siguiera vigente.
 

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Producto de un desarrollo urbano a costa de la desecación y fragmentación del humedal El Burro, se adelantaron proyectos de construcción como el Hipódromo de Techo, en 1954; el barrio Pío XII, ya consolidado a finales de la década de 1950; la urbanización Ciudad Kennedy y el barrio Castilla en la década de 1960; los barrios El Condado, el Rincón de los Ángeles y Las Dos Avenidas en la década de 1980; la planta de transferencia de basuras de Protecho en 1988; la avenida Ciudad de Cali en 1990; y los barrios El Castillo y Villa Castilla en la década de 1990.
 

El segundo imaginario sobre El Burro que se identificó fue el imaginario del humedal como un potrero para lo indeseado, instituido principalmente por la construcción de la planta de transferencia de basuras de Protecho sobre el humedal. Allí los vehículos recolectores de basura depositaban los desechos de la ciudad, donde eran compactados y posteriormente llevados al relleno sanitario.
 

Sin embargo, se instauró la práctica de depositar en el humedal los desperdicios de la sociedad bogotana, con lo cual la dimensión de este problema se volvió más compleja. Según relataron habitantes del sector, el humedal se convirtió en el lugar para hacer lo que no estaba permitido, allí sucedían violaciones, en ocasiones se encontraron cadáveres humanos, también se convirtió en un expendio de drogas y lugar para otras actividades ilegales, al punto de que algunas personas lo llamaban “el Caguán”, refiriéndose a un sitio en el que se desarrollaban actividades ilegales y peligrosas.
 

Y el tercer imaginario es el del humedal como un recurso digno de protección, el cual fue promovido inicialmente por el Código Nacional de los Recursos Naturales Renovables y de Protección al Medio Ambiente mediante Decreto-Ley 2811 de 1974.
 

Sin embargo, la promulgación de esta normativa no tuvo incidencia en la recuperación del ecosistema por sí misma, pues fue solo hasta finales de la década de 1990 y la década de 2000 cuando actores locales cambiaron su imaginario sobre el humedal debido a experiencias significativas que tuvieron con la fauna y flora del humedal; ellos recurrieron a distintas estrategias de movilización y acción para cambiar la percepción del humedal en los demás habitantes de la zona y recuperar el humedal empleando el marco jurídico existente.
 

Esto desencadenó en la recuperación de algunas hectáreas del humedal, su amojonamiento (visibilizar y conservar un terreno) y las obras de restauración hidrogeomorfológicas realizadas por Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá entre 2007 y 2015. Gracias a estas intervenciones hoy conocemos un ecosistema de humedal recuperado, aunque todavía hace falta trabajar en otros aspectos para garantizar una condición ambiental más favorable.

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