- Una nueva publicación del Instituto Humboldt, la Universidad de Antioquia y Empresas Públicas de Medellín (EPM) revela que en la cuenca habitan 233 especies de peces de agua dulce, de las cuales 158 son endémicas de este territorio.
- • La deforestación, transformación y degradación de los ecosistemas, contaminación hídrica y sobrepesca, tienen en alto riesgo a más de 100 peces únicos de esta zona del país. El bagre rayado ya está catalogado en peligro crítico de extinción.
- • La cuenca del río más importante del país, una serpiente carmelita que inspira a escritores, compositores y poetas, tiene 43 especies de peces que fueron introducidas y afectan la biodiversidad.
• Los investigadores proponen varias estrategias de conservación y manejo para que el recurso íctico del Magdalena no siga palideciendo.
Gabriel García Márquez tuvo en las aguas carmelitas del río Grande de la Magdalena, el sistema fluvial más representativo del norte de los Andes, una de sus mayores fuentes de inspiración. Lo recorrió varias veces en barco durante sus épocas de estudiante, cuando partía de Zipaquirá para regresar a Aracataca, su Macondo.
En ‘El amor en los tiempos del cólera’, novela publicada en 1985 que narra el romance de Florentino Ariza y Fermina Daza, García Márquez plasmó a la perfección cómo la serpiente que atraviesa todo el centro del país y le entrega sus aguas al océano Atlántico, ha palidecido por la mano del hombre.
Al final de la obra, cuando Fermina y Florentino concretan su idilio de amor en un viaje por el Magdalena a bordo de la Nueva Felicidad, el río ya había perdido la magia biodiversa que el protagonista misterioso y enamoradizo presenció en su primer recorrido por el cuerpo de agua, cuando partió de su pueblo para pasar su depresión amorosa.
En El Banco, el río Magdalena se encuentra con el Cesar para formar un paisaje hídrico que inspiró a José Barros a componer La Piragua. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).
“Fermina no vería los animales de sus sueños: los cazadores de pieles habían exterminado los caimanes; los loros con sus algarabías y los micos se habían ido muriendo a medida que se les acababan las frondas; y los manatíes de grandes tetas que amamantaban a sus crías en los playones eran una especie extinguida”, escribió Gabo.
En los últimos 50 años, los niveles de deforestación en la cuenca del Magdalena han superado el 70 por ciento. Entre tanto, la pérdida de sus áreas de humedales y ciénagas excede el 80 por ciento, impactos que han generado un incremento del 34 por ciento en las tasas de erosión desde la década pasada.
“El Magdalena está entre los 10 ríos con mayor tasa de erosión a nivel global, con una producción de 710 toneladas por kilómetro cuadrado al año; el cuerpo hídrico transporta cerca de 180 millones de toneladas de sedimentos anuales”, revela el libro ‘Peces de la cuenca del río Magdalena: diversidad, conservación y uso sostenible’ del Instituto Humboldt, la Universidad de Antioquia y Empresas Públicas de Medellín (EPM).
Según el documento, elaborado por 58 investigadores nacionales e internacionales, la agonía del Magdalena se debe a que el 77 por ciento de la población colombiana está asentada alrededor de la cuenca, un sitio que aporta cerca del 80 por ciento del Producto Interno Bruto nacional y genera 70 por ciento de la producción de energía hidráulica y 70 por ciento de las cosechas agrícolas nacionales.
Los habitantes de la cuenca del río Magdalena, que alberga más de 1,2 millones de hectáreas de planicies inundables, viven de la pesca. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
“En los últimos 40 años, estos indicadores económicos han acelerado la degradación ambiental del territorio. Según el estudio global de cuencas fluviales del Instituto Mundial de los Recursos, la cobertura de bosques primarios no supera el 10 por ciento, mientras que la minería descarga 100 toneladas de mercurio cada año”, cita el libro.
Los peces de agua dulce, presentes en los ríos, quebradas, lagos, lagunas, ciénagas, embalses y jagüeyes de la cuenca, palidecen por la acelerada intervención antrópica. “Esto fue lo que nos motivó a crear una publicación dedicada a analizar el pasado, presente y futuro de estos organismos del territorio anfibio más importante del país: el río Magdalena”, dijo Hernando García Martínez, director del Instituto Humboldt.
La robusta publicación, que hace parte de la Serie de Recursos Hidrobiológicos y Pesqueros Continentales de Colombia del Instituto Humboldt (http://repository.humboldt.org.co/handle/20.500.11761/35752), aborda cómo los principales conflictos ambientales de la cuenca han impactado los peces, información que sirvió para proponer varias estrategias de conservación y manejo que requiere el recurso íctico.
“Estamos seguros de que esta información científica les servirá a todos los sectores de la vida nacional, tanto ambiental, académico y educativo como a las diferentes instancias nacionales y regionales, para tomar medidas efectivas y así proteger al río Grande de la Magdalena, una red que recorre la historia del país, sus culturas, costumbres, idiosincrasia y riqueza de recursos naturales”, afirmó García.
Las aves que revolotean por el imponente y carmelito río Magdalena dependen de la gran variedad de peces que allí habitan. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
Tesoros únicos
La geografía de la cuenca del Magdalena surgió hace más de 80 millones de años con el inicio del levantamiento de las tres cordilleras andinas. Es un territorio con un área de drenaje de 257.000 kilómetros cuadrados conformado por 151 subcuencas tributarias y 1,2 millones de hectáreas de planicies inundables.
En el mundo no hay otro río rodeado por condiciones climáticas y atmosféricas que provienen del Caribe, Orinoco, Amazonas y Pacífico, una serpiente de aguas carmelitas de 1.612 kilómetros que nace en la laguna Magdalena, en el macizo colombiano, y termina en Bocas de Ceniza, en el océano Atlántico.
En el Magdalena habitan 233 especies de peces de siete órdenes y 33 familias, cifra que corresponde al 14,5 por ciento de la diversidad de peces agua dulce en Colombia. Es la tercera cuenca hidrográfica más rica en estos organismos, después del Amazonas y Orinoco.
Las playas de amor de Chimichagua en el Cesar, son uno de los ecosistemas más representativos del Caribe colombiano y de la cuenca del río Magdalena. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).
De este total, 158 especies son únicas de esta parte del país, es decir que el 68 por ciento de la riqueza en peces es endémica y no habita en ninguna otra parte del mundo. Según Carlos A. Lasso, investigador del Instituto Humboldt y uno de los editores del libro, el Magdalena es uno de los sitios con mayor endemismo de ictiofauna en América del Sur y el primero en Colombia.
“Es la única cuenca con tres cordones montañosos, la cual es bañada dos veces al año por el agua que arrastran los vientos de la zona de convergencia tropical. Es un sitio que provee de escenarios climáticos y paisajísticos diversos a los que los peces han respondido”.
Entre las especies de peces endémicos están el bagre rayado (Pseudoplatystoma magdaleniatum), bocachico (Prochilodus magdalenae), blanquillo (Sorubim cuspicaudus), barbul (Pimelodus yuma), rivulín del Magdalena (Rivulus magdalenae), pataló (Ichthyoelephas longirostris), Brycon rubricauda, Hemibrycon cardalensis, Chaetostoma thomsoni, Trichomycterus mogotensis, Trichomycterus banneaui, Astroblepus onzagaensis y Astroblepus grixalvii.
“30 de estas especies nativas son migratorias. El bocachico, bagre rayado, blanquillo y barbul desarrollan desplazamientos desde las planicies o ciénagas hacia los canales fluviales. En las épocas de verano, cuando las aguas bajan de nivel, generan las conocidas subiendas de ejemplares”, dice la publicación.
Los investigadores consideran que el alto número de peces únicos del Magdalena se debe al aislamiento y enclave entre las cordilleras andinas, fenómenos que causaron un proceso de especiación sin precedentes en Sudamérica. “La cuenca cuenta con los niveles más altos de endemismo en muchas especies de la región Neotropical”, apunta Lasso.
233 especies de peces habitan en la cuenca del río Magdalena, de las cuales 158 son endémicas o únicas de este territorio. Una de ellas es el bagre rayado (Pseudoplatystoma magdaleniatum). Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
Con 164 especies, la subcuenca del Magdalena medio es la más rica en peces. Le siguen el bajo-medio Cauca (118), Sogamoso (116), alto y bajo Magdalena (112 y 87 respectivamente), Cesar (76), alto Cauca (73) y San Jorge (64).
“En el Magdalena medio está la mayor cantidad de peces endémicos, con 27 especies identificadas, seguida por la subcuenca de Sogamoso con 16 especies. Estas dos regiones concentran los mayores valores de riqueza relativa de especies únicas”, informa Lasso.
Los ríos y quebradas son el mayor refugio para los peces, ecosistemas donde los investigadores han registrado 123 especies. Le siguen en importancia las ciénagas, embalses, jagüeyes, lagunas de montaña y finalmente algunas cavernas.
“En las zonas por debajo de los 300 metros sobre el nivel del mar, la inundación que se presenta dos veces al año conecta lateralmente los ecosistemas y facilita la dispersión y recolonización de los peces”, afirman los investigadores.
La cuenca del río Magdalena está catalogada como uno de los ecosistemas con mayor cantidad de endemismos en el mundo. El bocachico (Prochilodus magdalenae) es una de sus joyas. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
Los peces del río Grande de la Magdalena utilizan varios recursos para alimentarse, como microalgas, microcrustáceos, larvas, pupas de insectos, invertebrados, frutos, semillas, flores, anfibios, reptiles y aves.
“La dieta de estas especies depende de características morfológicas como la posición de la boca, tipo de dientes, longitud del intestino, tamaño del estómago e incluso los ojos en posición dorsal, peces que comúnmente se alimentan de plancton”, indica Lasso.
81 especies de peces del Magdalena son carnívoras, 53 son omnívoras y 32 son detritívoras, grupo en el que se encuentran peces chupadores de raíces sumergidas y del fango. Entre tanto, solo cuatro son peces planctófagos.
“En las ciénagas y embalses se presentan todos los gremios tróficos. Las ciénagas de El Jobo, Luruaco y Zapatosa (bajo Magdalena) y Simití, El Llanito, Guarinocito, Canaletal y Cachimbero (Magdalena medio), se caracterizan por presentar especies omnívoras y detritívoras”, cita el libro.
Los científicos que participaron en la publicación del Instituto Humboldt, Universidad de Antioquia y EPM precisan que hay pocos estudios sobre la diversidad genética y estructura poblacional. “Identificamos estudios solo para 14 especies nativas, pero la mayoría se centra en peces de interés pesquero. A la fecha se desconoce la distribución de la diversidad y estructura genética para la mayoría”.
La subcuenca del Magdalena medio es la más rica en peces, con 164 especies registradas. Chaetostoma thomsoni es una de las especies típicas de este ecosistema. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
Amenazados
Lasso afirma que las especies de peces de agua dulce del Magdalena figuran entre las más amenazadas del país y en los Andes tropicales. Las razones: la acelerada degradación y transformación del hábitat, la contaminación hídrica y especies introducidas.
“Este río ha cambiado desde la época de la conquista de América por las actividades del hombre, al igual que los pobladores ribereños, usos para cultivos, navegación y comercio. Los bienes y servicios que conforman la oferta ambiental también han sufrido drásticas alteraciones”, cita el documento.
Los Libros Rojos de peces dulceacuícolas de Colombia catalogan a 22 especies de peces del Magdalena como amenazadas, listado que encabezan el bagre rayado (Pseudoplatystoma magdaleniatum), en Peligro Crítico, y el pataló (Ichthyoelephas longirostris) y Brycon labiatus, en la categoría de En Peligro.
En todo el mundo, la arenca (Triportheus magdalenae) solo habita en la cuenca del río Magdalena. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
Sin embargo, una evaluación adicional de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) reveló que 113 especies endémicas de la cuenca del Magdalena están dentro de alguna categoría de amenaza.
En este estudio, el capaz (Pimelodus grosskopfii) figura en Peligro Crítico. Por su parte, siete especies están En Peligro (Ancistrus tolima, Ancistrus vericaucanus, Austrofundulus myersi, Brycon labiatus, Gymnotus ardilai, Parodon alfonsoi y Pseudoplatystoma magdaleniatum), 10 vulnerables y 85 casi amenazadas.
“Las medidas de manejo para la conservación de los peces de la cuenca del río Magdalena se han centrado únicamente en 61 especies de interés pesquero de consumo u ornamental, dejando a un lado al 73,8 por ciento de esta riqueza de la cuenca”, precisa la investigación.
Los paisajes del río Magdalena son tan mágicos y diversos como su biodiversidad. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
Varias actividades humanas son los principales motores de las amenazas de los peces de la cuenca. Además de la deforestación, el documento revela que 294 municipios vierten aguas residuales sin tratamiento, hidrocarburos, metales pesados, materia orgánica y otros contaminantes que tienen en jaque a todas sus formas de vida.
“Por ejemplo, la industria de los hidrocarburos hace evidente la contaminación en el río desde 1922 con la construcción de la refinería en Barrancabermeja: entre 1986 y 2003 se registraron 840 derrames y 940 voladuras del oleoducto Caño Limón-Coveñas”, precisa la investigación.
En su paso por 11 departamentos, el río Magdalena recibe vertimientos con metales pesados utilizados por la minería. El HIMAT e Ingeominas encontraron en sus aguas concentraciones altas de metales como mercurio, plomo, cadmio, hierro y cinc.
Según el Estudio Nacional del Agua de 2019, el 52 por ciento de la cuenca presenta una mala calidad de agua mala, 40 por ciento es regular y ocho por ciento es muy mala. Es decir que los peces viven, nadan, se alimentan y reproducen en ecosistemas con una calidad bastante precaria.
Los peces del Magdalena le brindan alimentación a sus pobladores y demás representantes de la fauna colombiana. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
Acorralados por invasores
En Colombia han sido identificadas 43 especies de peces introducidas y todas hacen presencia en la cuenca del río Magdalena: 13 fueron trasplantadas de otras cuencas y 30 son exóticas u originarias de otros continentes.
“Todas estas especies son de interés para la acuicultura y las pescas comercial y deportiva. Desde 2012, se han registrado 13 introducciones nuevas y casi todas ampliaron su distribución geográfica”, revela Lasso.
En el listado de especies exóticas introducidas figuran la mojarra o guapote amarillo (Parachromis friedrichsthalii), pez luchador de Siam (Betta splendens), pez cebra (Danio rerio), carpa dorada (Carassius auratus), carpa común (Cyprinus carpio) y la trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss), entre otras.
Más de 100 especies de peces endémicas del río Magdalena se encuentran dentro de alguna categoría de amenaza. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
El libro del Magdalena indica que en la actualidad se cultivan 15 especies introducidas: seis exóticas en 121 municipios y nueve trasplantadas en 92 municipios, la gran mayoría policultivos. “La falta de controles de seguridad, más la liberación intencionada, siembras y escapes, son las razones que explican la distribución actual”.
Para los investigadores, la llegada de invasores exóticos pone el alto riesgo la biodiversidad de los peces del Magdalena. “Las especies invasoras son una de las principales causas de pérdida de biodiversidad, ya que reducen el recambio de especies nativas entre los ecosistemas y generan su extinción por depredación, parásitos, patógenos o competencia por hábitat y alimento”.
Por ejemplo, en 2010 los científicos Caraballo y Gandara describieron cómo la pesquería artesanal del embalse del Guajaro se vio afectada por la introducción de la tilapia nilotica (Oreochromis niloticus), especie que afectó la abundancia de la arenca (Triportheus magdalenae), un pez emblemático de la zona.
Recientemente, el pangasius (Pangasionodon hypophthalmus) prendió las alarmas debido a que podría convertirse en una amenaza para otros peces como el bagre rayado (Pseudoplatystoma magdaleniatum).
La contaminación hídrica, pérdida y transformación de sus hábitats, desarrollo y especies invasoras, tienen en peligro a los peces del Magdalena como a la Argopleura magdalenensis. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
Territorio anfibio
El desarrollo de los pueblos en Colombia siempre ha estado ligado al agua. Los pobladores de la cuenca del Magdalena han sobrevivido de la pesca desde el periodo comprendido entre los siglos V y I antes de Cristo.
“De las más de 233 especies de peces del Magdalena, 65 son usadas como fuente de alimento directo para los humanos. Sin embargo, alrededor de 40 especies son usadas en la acuariofilia y 28 para la recreación o pesca deportiva”, afirma la publicación.
Las medidas de manejo para la conservación de los peces del Magdalena se han centrado en las especies de interés pesquero. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
La pesca artesanal en el Magdalena involucra a más de 30.000 pescadores, actividad con una amplia variedad de artes que ha sido catalogada como una sobrepesca responsable del agotamiento de los peces.
“Esta teoría no tiene en cuenta la magnitud de los impactos que la agricultura, los sectores industriales y domésticos generan sobre los recursos. Por tanto, el no cumplimiento de la reglamentación de artes y tallas inspirados en las pesquerías hace que los pescadores artesanales estén sujetos a una imagen negativa”, dice el estudio.
Los investigadores encontraron que entre 1975 y 2016, la producción pesquera en la cuenca del Magdalena pasó de 81.653 a 26.132 toneladas. “Estos cambios en la producción han afectado de forma directa la seguridad alimentaria de los pescadores, algo que resalta la importancia regional y local que posee la pesca artesanal en la cuenca”.
El Magdalena está entre los 10 ríos con mayor tasa de erosión a nivel global. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
En 2019, los desembarques alcanzaron las 14.312 toneladas de peces con cinco especies dominantes, todas migratorias: bocachico, bagre rayado, blanquillo, nicuro o barbul y capaz. “Estas especies están acompañadas por una introducida ya establecida: la tilapia. Los sitios donde más es aprovechado el servicio ecosistémico asociado a la pesca son Barrancabermeja, Magangué, Plato, Caucasia, El Banco, Honda y Puerto Boyacá”.
Sin embargo, los depredadores principales, como el bagre rayado, son cada vez más escasos y pequeños. Para los expertos, la reducción de la biomasa de los peces piscívoros y carnívoros causa un incremento en la de los consumidores secundarios y una reducción en la de la población productora (detritívoros).
La cuenca del río Magdalena aporta cerca del 80 por ciento del Producto Interno Bruto nacional. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
“De esta forma se evidencia que la cascada trófica constituye el primer indicador de una pesquería no sostenible y conlleva a una sobrepesca del ecosistema. Las acciones clásicas de manejo pesquero dirigidas hacia una pesca selectiva, no van a resolver la sostenibilidad de las pesquerías artesanales de la cuenca Magdalena”.
El renacer de la pesca, según los expertos, debe estar enfocado en garantizar la conectividad de los planes de inundación con los ríos y en restaurar la salud de los ecosistemas. “Esto debe involucrar a los pescadores, quienes empíricamente avalan un enfoque ecosistémico que garantice la sostenibilidad de la pesca”.
Protección tenue
En la década de 1970, Colombia tomó las primeras medidas para el manejo de las principales especies de peces de interés comercial, las cuales hoy se mantienen con algunas actualizaciones.
En la última década, las acciones han tenido una orientación ligada a conservar la biodiversidad de los ecosistemas y evitar la pérdida de recursos naturales en áreas transformadas por el desarrollo, con la participación activa de las comunidades locales.
65 especies de peces del río Magdalena son usadas como fuente de alimento directo para los humanos. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).
“En cuanto a la cuenca del río Magdalena, el manejo y conservación se puede clasificar en cinco categorías: ecosistemas acuáticos y terrestres; peces con y sin interés pesquero; planificación y gestión; proporción menor al licenciamiento ambiental; y fortalecimiento de instituciones”, evidenciaron los autores del libro.
Pero advierten que estas decisiones se han focalizado más en las especies de interés pesquero y no tanto en la conservación de la biodiversidad. “Se han centrado en 61 especies de interés pesquero de consumo u ornamental, dejando de lado el 73,8 por ciento de las especies de peces de la cuenca”.
La creación de áreas protegidas ha permitido blindar algunas de las especies de peces del Magdalena, pero la mayoría están sobre los 2.000 metros sobre el nivel del mar, cuando la riqueza se concentra en zonas por debajo de los 1.000 metros de altura.
La cuenca del Magdalena ya perdió cerca del 80 por ciento de sus humedales y ciénagas. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
“Estas áreas tampoco incluyen zonas de importancia para la reproducción y crianza de peces y no son lo suficientemente representativas para la conservación de las especies amenazadas”, apuntó Lasso.
Los expertos precisan que la acuicultura para el repoblamiento se ha convertido en un motor indirecto en la pérdida de biodiversidad. “Esta tiene que ser medida de última instancia y solo debería hacerse si el ecosistema está en buen estado, teniendo en cuenta la pureza y variabilidad genética de los peces y su supervivencia”.
En cuanto a las especies de peces introducidas, Lasso alerta que Colombia no tiene ninguna política de manejo o mitigación, “cuando sus poblaciones ya se han establecido bastante en la cuenca”.
El río Magdalena fue una de las principales fuentes de inspiración de Gabriel García Márquez. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).
Nueva visión
La nueva publicación del Instituto Humboldt y la Universidad de Antioquia indica que las figuras e instrumentos de conservación han sido insuficientes por no tomar en cuenta las dinámicas ecológicas de los peces.
“No se ha considerado la integridad de los ecosistemas de agua dulce como la principal medida para la conservación de sus peces. En ríos de zonas tropicales con grandes planicies de inundación, deberían aplicarse mecanismos como las Plataformas Multi-Actores (PMA’s), estructuras de gobernanza formales e informales destinadas a reunir diferentes sectores y actores para abordar problemas específicos”.
La pesca artesanal en el río Magdalena involucra a más de 30.000 pescadores. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
Algunos pescadores de la cuenca del Magdalena han puesto en marcha medidas promovidas desde la gobernanza local para blindar a los peces y sus ecosistemas. Tal es el caso de La Mesa del Bagre, plataforma creada por los pescadores del bagre (Pseudoplatystoma magdaleniatum) con ayuda de una ONG.
“Esta unión logró que la AUNAP avalara la implementación de varias medidas concertadas para conservar el bagre rayado y mejorar las condiciones de los bagreros de la cuenca media del río Magdalena”, informa el libro.
Adicionalmente, desde las comunidades se están gestionando aproximadamente 15 Unidades Integrales de Mejoramiento Pesquero en la zona del bajo y medio Magdalena, para así manejar y regular estos recursos.
La agonía del río Magdalena está acabando con la cultura anfibia de la cuenca. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).
Para Lasso, además del protagonismo de las comunidades locales para conservar la riqueza en peces, es necesario generar medidas que protejan la cuenca de forma integral y que sus cuerpos de agua tengan una conectividad acuática y terrestre.
“En Colombia es necesario que la aproximación del Sistema Nacional Ambiental se realice dentro un marco que conecte las montañas con los planos bajos inundables y el mar. La gestión de todo este territorio inundable o anfibio, como el Magdalena, no puede seguir abordándose por separado”.
Los peces depredadores del río Magdalena son cada vez más escasos y pequeños. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
El investigador del Humboldt también considera prioritario recuperar y preservar la salud de los ecosistemas naturales, además de garantizar la conectividad entre ellos. “Más del 70 por ciento de la conectividad entre el río y las ciénagas en el bajo Magdalena se ha interrumpido en los últimos 20 años, lo que causó una pérdida en la capacidad de amortiguación”.
Los autores creen que el manejo sostenible de los recursos acuáticos de agua dulce requiere un enfoque ecosistémico en la ordenación pesquera, ampliar los esfuerzos gubernamentales para incentivar a los pescadores a ser partícipes de la gestión de los ecosistemas e invertir en monitoreo y vigilancia con las comunidades locales.
“Es urgente la creación de una estrategia a nivel nacional que integre y articule las diferentes medidas, instrumentos y órganos de manejo para la conservación de la cuenca y sus recursos acuáticos”.
Pterygoplichthys undecimalis es uno de los peces que solo habitan en las carmelitas aguas del río Magdalena. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
Según los expertos, esta política debe tener un enfoque ecosistémico a escala de cuenca, con un carácter incluyente y objetivos de conservación a escala regional y a largo plazo. “Esto les permitirá a todos los actores trabajar de forma conjunta y articulada partiendo de la conservación de las especies de peces y su biodiversidad”.
También proponen la conservación de procesos ecológicos como las migraciones, captura de carbono, transporte de sedimentos, dispersión de semillas de los bosques riparios y el pulso de inundación.
“La creación o declaración de corredores fluviales podría proteger varios ecosistemas claves y procesos ecológicos como la migración de peces, ya que la mayoría son comerciales y requieren de la gestión y manejo de estos corredores fluviales que utilizan durante todo su ciclo de vida”.
Por último, los investigadores advierten que recuperar y preservar la salud de los ecosistemas naturales y la conectividad entre ellos, no será una tarea fácil ni traerá soluciones de corto plazo. “Pero en algún momento debemos comenzar. ¿Por qué no hacerlo ahora?”.
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