Cada día del Giro, Egan Bernal parece tener diferentes adversarios.

En Montalcino fue Emanuel Buchmann, en Campo Felice fue Aleksandr Vlasov, en el Zoncolan fue Simon Yates, hoy fueron Damiano Caruso y Romain Bardet. Cada vez, la respuesta es la misma. “Quería demostrar que todavía estoy en el juego”, dijo después de la etapa.

El día en que Egan decidió hacer algo especial, – “No todos los días se gana una etapa del Giro con la Maglia Rosa”, dijo al terminar- la lluvia, la nieve y las temperaturas bajo cero obligaron a los organizadores a hacer cambios, y se eliminó del recorrido un bucle de 59 km que contenía el Passo Fedaia y el Passo Pordoi. Esto eliminó la Subida Pantani y la Cima Coppi de este año. A modo de compensación, se añadieron 800 metros más en los primeros 8 km, lo que permitió que la etapa pasara por Colle Umberto, el lugar de nacimiento de Ottavio Bottecchia, el primer italiano que ganó el Tour de Francia.

No fue lo único que se cortó. En un día en el que los helicópteros que retransmiten la señal de televisión no pudieron volar, se nos privó de lo que más apreciamos: la prueba de nuestros propios ojos. Olvidamos lo fácil que es engañarlos, sobre todo cuando se trata de lentes de cámara. Aplanan los desniveles, bajan las velocidades, reducen la distancia, engordan los cuerpos, enmarcan la humedad, el frío y el estrés. Cualquier impresión de presencia real que puedan dar las imágenes de televisión es falsa. Cuando fallan, en lugar de retorcerse el pelo por la frustración, deberíamos levantar las palmas de las manos en señal de agradecimiento, y volver a nuestra imaginación para el servicio normal.

El comentarista más recordado en los primeros tiempos de la Vuelta a Colombia era un costarricense llamado Carlos Arturo Rueda que, al carecer de información en tiempo real, pero recibir, en ocasiones, un papel con una nota, tejía de alguna manera a lo largo de las horas un relato fascinante de la acción. Aún hoy su nombre es venerado, incluso por muchos que nunca lo escucharon, y no es imposible que sus palabras hayan entrado más profundamente en la conciencia nacional precisamente porque, al carecer de cualquier relato objetivo de la contienda, exigían de los oyentes no sólo sus ojos u oídos, sino toda su imaginación.

De vez en cuando, cuando una señal parpadeaba, veíamos a Amanuel Ghebreigzabhier trabajando para su líder Vincenzo Nibali al frente de una escapada de seis hombres que también incluía a Davide Formolo, João Almeida, Antonio Pedrero, y Gorka Izaguirre, que debe tener recuerdos vívidos de tener que poner comida con los dedos congelados en la boca de Nairo Quintana en el Stelvio en 2014, el día de la llegada de la etapa a Valmartello, el día en que Nairo ganó la etapa y se llevó la Maglia Rosa. Las condiciones eran, en todo caso, aún peores que las de hoy

A falta de 60 km, la ventaja de los seis alcanzó los 5’53”. Se necesitaron 10 para reducirla a 4’20”, 10 más para recortarla a 4’03”, 10 más para bajarla a 1’38”. Para entonces, el grupo de la Maglia Rosa estaba destrozado: Vlasov se había ido, Yates perdía tiempo, Martínez seguía siendo el mismo mientras el sorprendente Simon Carr llevaba el ritmo de Carthy. Cuando éste se apartó, también lo hizo Dani Martínez, y Egan Bernal aceleró hasta la cima del Passo Giau, para luego caer en picado hasta la línea de meta, demostrando a Tadej, a Primož y a todo el mundo que ha vuelto al ruedo.

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