Sara Eloísa del Castillocoordinadora del Observatorio de Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Obssan) de la Universidad Nacional de Colombia
Más allá de la controversia generada por el reciente informe de la FAO, que ubica a Colombia como uno de los 20 países en riesgo de enfrentar hambre aguda en el mundo, en el país urgen acciones que garanticen el acceso a los alimentos de las poblaciones más vulnerables.
No es un informe, sino dos, los que indican que Colombia aparece en el mapa de puntos críticos del hambre en el mundo, pues además del generado recientemente por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) (“Puntos críticos de hambruna, alertas tempranas sobre inseguridad alimentaria”), en agosto de 2021 el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la misma FAO publicaron el informe Hunger Hotspots (“Puntos críticos de hambre: alertas tempranas de la FAO y el PMA sobre inseguridad alimentaria aguda: perspectivas de agosto a noviembre de 2021)”.
La diferencia entre los dos documentos es que este último no tuvo la difusión del documento actual (perspectivas de febrero a mayo de 2022), el cual deja ver claramente que en Colombia las personas con hambre –que en ambos informes son la preocupación central– son las que menos importan.
Parece que lo preocupante para el Gobierno es que se sepa que estamos en una lista, un mapa o una noticia que afecta la imagen del país, y no el imperativo de asumir con responsabilidad y ética el hecho de que hoy en Colombia las personas hambrientas son demasiadas.
Las evidencias que ambos informes recogen son contundentes, y los riesgos que estos destacan indican que la cifra se incrementará debido a múltiples determinantes sociales, la mayoría relacionados con las inequidades en el acceso a los alimentos, factores inseparables de un conflicto que se recrudece por el incumplimiento del Acuerdo de Paz, por el desborde de la migración venezolana y por la pandemia de COVID-19, que aún no da tregua.
En su libro El hambre en el mundo explicada a mi hijo,el sociólogosuizoJean Ziegler, quien fue relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación entre 2000 y 2008, afirma: «La primera función de los seres vivos que forman la naturaleza es alimentarse. Sin alimento la criatura muere […] La política debe velar porque todos puedan saciar el hambre. No permitir el hambre significa procurar a cada individuo en promedio 2.700 calorías al día. Los cientos de millones de personas que mueren todos los años de subalimentación aguda mueren a causa de la injusta distribución de alimentos.»
El hecho de que en un país no haya escasez de alimentos no garantiza el acceso de estos en la cantidad y calidad que requiere toda su población, y no son los programas asistenciales los garantes de un consumo suficiente para cubrir las necesidades nutricionales de todos los hogares más pobres.
Entre más pobres, más hambre
Colombia entró a la pandemia con una brecha profunda en la garantía del derecho humano a la alimentación adecuada, la cual, paradójicamente, es fácil de demostrar con los datos oficiales de la Encuesta Nacional de Situación Nutricional en Colombia (ENSIN) 2015.
La ENSIN documenta que 54 de cada 100 hogares (54,2 %) se encuentran en inseguridad alimentaria y nutricional (INSAN), es decir que 1 de cada 2 hogares tiene algún nivel de “inseguridad alimentaria”, y de estos, casi 9 de cada 10 hogares(86 %) están en situación de “inseguridad alimentaria severa”, porcentaje que debió crecer con la pandemia.
Los mismos datos oficiales confirman que el problema del hambre y sus causas es crítico en las poblaciones más pobres. En ellas, el incremento de las deficiencias de micronutrientes –graves en su mayoría antes de la pandemia, como informa la ENSIN 2015– obedece no solo al deterioro de la calidad de las dietas de los hogares, sino que existen otros factores que influyen en esta situación.
Entre dichos factores está la debilidad de las respuestas del Gobierno y de las instituciones, centradas en proponer programas de asistencia alimentaria para responder a la crisis, desconociendo el fracaso de los sistemas convencionales de producción y distribución de alimentos, y además cómplices del acaparamiento de alimentos, que es la principal causa del desperdicio a gran escala.
Pandemia incrementó hambre aguda
En diciembre del año pasado, el Departamento Nacional de Estadísticas (DANE) presentó la Encuesta Pulso Social de noviembre, la cual es un sondeo que mide la percepción de bienestar de los colombianos respecto a varios campos de interés.
En el documento se reportó que el porcentaje de hogares que consumen tres comidas diarias llegó al 68,8 %, mientras el 29,1 % consume dos comidas al día y el 1,9 % una sola comida al día, lo cual significa que en el país millones de hogares están engrosando las filas del hambre, situación que significa que 1,68 millones de nuevos hogares no comieron esa mínima cantidad de raciones diarias como resultado de la pandemia.
Como señalan los estudios de canasta básica de alimentos, la relación entre llevar suficiente comida a la casa, con el ingreso monetario de los hogares y los precios de los alimentos, es directo.
En Colombia, contar con suficientes alimentos de la canasta básica no es una posibilidad; para la misma fecha, los datos del DANE sobre la inflación anual del país indican que esta se ubicó en 5,26 %, y por división de gasto, nuevamente la mayor contribución mensual la hace el grupo de alimentos con 1,45 %; además el desempleo supera el 11 %.
Alertas tempranas
Sobre estos y otros datos asociados con la enorme carga que significa para el país la población migrante venezolana y los efectos del cambio climático, hacen referencia los informes Hunger Hotspots 2021 y 2022, que alertan sobre peores situaciones por venir.
Aunque el Gobierno ha venido actuando en ciertos aspectos, es necesario direccionar acciones inmediatas con respecto a temas como los retrasos en la implementación del Acuerdo de Paz, que han provocado violencia y nuevos desplazamientos masivos que podrían crecer por el malestar social y los posibles baches económicos a lo largo de las campañas electorales en curso.
La reacción del Gobierno ante el informe no sorprende. Sin embargo, lo que ha sido profundamente desesperanzador y penoso es la respuesta de FAO Colombia al retractarse (y de paso le tocará hacerlo de los dos informes), en razón a que la misión de estas agencias es “actuar como un foro neutral donde todos los países se reúnen para negociar acuerdos y debatir políticas y ayudar a los países en desarrollo […] Estas funciones hacen de la FAO el foro por excelencia de los debates en torno a la agricultura y la seguridad alimentaria”.
La disculpa de FAO Colombia –incoherente e inconcebible por el estatus de quien la esgrime– indicando que habría “errores”, cuando la intención del informe no era obtener un mapa del hambre, el objetivo esevidenciar que hay unos puntos críticos, y por ende documentar y alertar.
El informe detalla advertencias tempranas, con una metodología robusta, en la cual se hace un análisis riguroso basado en la evidencia a partir de factores estructurales e intermedios que determinan la inseguridad alimentaria y nutricional, producto de análisis multidimensionales,, que con rigor fueron tomados de datos oficiales, dados por las estadísticas públicas del país, además de documentos y reportes de seguimiento y monitoreo de la situación de inseguridad alimentaria de los migrantes y de población vulnerable en regiones críticas del país en lo alimentario y nutricional, hecho por las misma agencias responsables del informe.
Nos cabe ahora la responsabilidad de no dejar de lado las recomendaciones de los dos informes Hunger Hotspots, 2021 y 2022, como se ha planteado desde varias voces; por el contrario, el Gobierno y las instituciones responsables, deben incorporar e implementar donde sea posible las acciones permanentes, anticipatorias y de emergencia planteadas en dichos documentos, ya que están mostrando con trazabilidad que la situación tiende a empeorar, que hoy no tiene dolientes dada la reacción del Estado y la entidad internacional de cooperación más importante del tema en Colombia, por lo tanto es urgente que la academia y la sociedad civil nos movilicemos para que las personas con hambre importen.
unperiodico.unal.edu.co