Todo comienza en cualquier calle de Bogotá en donde las manos callosas de un ejército de recicladores comienzan su trabajo hurgando en las basuras para recuperar materiales que luego se transforman en llaveros, mobiliario de parques, mesas de dibujo… o su más reciente innovación: «madera plástica».
A eso se encaminan los esfuerzos de más de 3.100 afiliados a la Asociación de Recicladores de Bogotá (ARB), de la que es alma Nohra Padilla, quien lleva más de cincuenta años luchando por mejorar la calidad de lo que llama «recicladores de base».
Padilla, que proviene de una familia de recicladores, ganó el Premio Goldman en 2013, considerado popularmente el «Oscar del medio ambiente». Esa distinción reconoce a personas que trabajan para proteger y mejorar el medioambiente. Fue creado en 1989 en San Francisco (California, EE.UU.), por los líderes cívicos y filántropos Richard y Rhoda Goldman.
Dura competencia
Ellos, los de «la base», pueden comenzar su tarea mucho antes de que el sol salga y también después de que se oculte. «No tenemos horarios», dice Juan Carvajal, quien convirtió una motocicleta en un aparato que con «ingeniería de la calle» le permite mover cargas voluminosas de materiales que recicla.
«Vamos por la calle o si no a los conjuntos residenciales en donde hay depósito de basura y de ahí sacamos lo que nos sirve y luego vamos a los depósitos en donde lo vendemos», explica Carvajal, que trabaja desde hace más de diez años en algunos sectores de Suba, una de las zonas más grandes y populosas de Bogotá.
La competencia es dura. En Bogotá hay más de 25.000 personas cuyo sustento viene del reciclaje, una labor que Ana Isabel Barbosa considera que «todavía no recibe el reconocimiento» necesario por la labor que hacen.
Ella está afiliada a la ARB, un gremio que es ejemplo de economía circular, fundado en 1991 y que ha logrado a través de procesos jurídicos que su labor sea reconocida por el gobierno local.
La ARB tiene varios depósitos en Bogotá en los que recibe mensualmente más de 500 toneladas de cartón, plásticos, vidrio, chatarra, cobre y otros materiales.
Madera plástica
En la ARB no es extraño que se hable con naturalidad de «madera plástica» porque es la apuesta más reciente de los recicladores arropados bajo el paraguas de la Asociación para seguir creciendo y, con ello, abrir otros frentes que les permitan mejorar su calidad de vida.
Lo que para otros «no sirve para nada» -plásticos flexibles, que son los envoltorios de ‘snacks’, y otros como bolsas de supermercado, materiales para limpieza, tapas de botella o vasos desechables, entre otros- son transformados en más de veinte productos.
La transformación de plástico en madera la hacen en una planta que tienen en el barrio El Libertador, en el sur de Bogotá, donde trabajan dieciséis personas y es administrada por Angélica Rincón.
«Este es el corazón de todo lo que tiene que ver con la transformación de plásticos en madera plástica», cuenta a Efe Rincón, mientras exhibe un catálogo de productos que han ido desarrollando y que buscan comercializar.
«De momento solo los vendemos directamente, pero más adelante pensamos que podemos hacerlo con alianzas con otras empresas y lo que buscamos es lograr fabricar madera plástica con medidas estándar que se pueda utilizar en la construcción y otras industrias», puntualiza.
Mitigación del cambio climático
Para ampliar la capacidad de producción -los estudios de calidad y todo lo relacionado con los productos se los hicieron varias universidades- la ARB gestiona un préstamo para comprar maquinaria.
De momento, ofrecen postes cuadrados y redondos, tablas… y como productos terminados estibas, mesas de picnic, mobiliario para parques, casas para mascotas, zapateros, repisas, biombos, butacas, sillas y mesas plegables, mesas de escritorio, macetas y cerchas, entre otros.
«Además de ser productos de alta calidad, ayudamos a mitigar la contaminación con plástico, se disminuye la tala de árboles y se incrementa el valor social al generar ingresos para los recicladores de oficio y su empoderamiento a la cadena productiva de reciclaje», explica Rincón, quien aspira a que la madera plástica gane terreno y tenga más usos.
«De momento todo lo que hacemos lo comercializamos directamente, pero buscamos más canales para poder llegar a más partes», señala.
La Asociación, un caso único
Para Jadira Vivanco, coordinadora para Colombia y Centroamérica de Latitud R, una plataforma que promueve el reciclaje inclusivo en la región, el caso de ARB es único en Colombia no solo por lo que busca, sino también porque «se trata del primer emprendimiento circular liderado 100 % por recicladores».
Explica a Efe que la ARB ya cuenta con la tecnología validada y un acuerdo de compra por parte de la industria, que le permitirá recuperar y transformar anualmente más de 700 toneladas de plásticos flexibles.
«La ARB ha logrado adquirir una capacidad operativa, técnica y empresarial que le permitirá recibir la primera inversión reembolsable de parte de la Aceleradora de Negocios de Latitud R, una plataforma regional para la articulación de acciones, inversiones y conocimiento en materia de Reciclaje Inclusivo», añade.
Detalla que en el desarrollo de este innovador producto la ARB invirtió parte de sus ingresos por la tarifa de recolección de basuras que reciben de la ciudad de Bogotá y un crédito bancario para la compra de una bodega.
Los recursos provistos por la Aceleradora de Negocios de Latitud R serán destinados a la compra de la maquinaria que les permitirá ampliar su capacidad productiva para atender la demanda del sector de la construcción.
«Durante el primer año tienen previsto procesar 743 toneladas de material flexible. Además, vale destacar que, incluso plásticos retirados del mar o cursos de agua, pueden ser parte del proceso», concluye. EFEverde