Ha sido increíble. No sé cómo describir lo que ha pasado. Estoy sorprendido de lo amplias que han sido las diferencias. Esto era lo que soñaba desde siempre: una etapa en el Tour de Francia. Y encima he cogido el maillot amarillo.
Teníamos un plan desde el principio: queríamos hacer la carrera muy dura porque creíamos que eso nos podía beneficiar a Primoz y a mí. Le he metido mucho tiempo a Pogacar hoy y no lo hubiera logrado sin mis compañeros. Han estado increíbles.
En la cima del Galibier, Tadej [Pogacar] parecía fortísimo. Sin embargo, tenía muchas dudas de si estaba yendo a tope o no. En la subida final, desde el coche me dijeron que a cinco kilómetros de meta había rampas muy duras. Yo decidí que, una de dos, o ellos hacían la carrera duda o yo atacaba con todo. Si no lo intentaba, nunca iba a conseguir ganar. Y ser segundo está muy bien, pero yo ya lo había hecho el año pasado. Esta vez, quería ganar. Lo he conseguido, y ahora tengo un maillot amarillo por el que pienso pelear de aquí a París.
En la línea de meta, estuve hablando por teléfono con mi novia. Ella lo es todo para mí, una persona increíble sin la que no podría hacer todo lo que hago. Ella y mi familia son lo más importante que hay en mi vida, y por eso quise llamarla nada más sellar mi victoria.