El español conquista su primer Grand Slam con 19 años
Tuvo la historia al alcance de la mano y no dudó en abrazarse a ella. Carlos Alcaraz conquistó este domingo su primer título de Grand Slam, completando una gesta para el recuerdo bajo los focos de Flushing Meadows. Con apenas 19 años, el murciano ha logrado algo reservado a las leyendas: levantar la copa del US Open y convertirse en el No. 1 del Pepperstone ATP Rankings más joven de todos los tiempos.
El español mantuvo la mirada al noruego Casper Ruud, al que la victoria también recompensaba con la gloria del primer peldaño. En un partido vibrante desde el inicio, Alcaraz se impuso al nórdico por 6-4, 2-6, 7-6(1), 6-3 tras tres horas y 20 minutos para hundir su nombre en la historia del deporte. El camino fue intenso, hubo que salvar obstáculos, pero el murciano exhibió una fortaleza mental propia de elegidos para llegar al objetivo.
«Es algo con lo que he soñado desde que era un niño», reconoció Carlos. «Ser numero uno del mundo, ser campeón de Grand Slam, es algo por lo que he trabajado muy duro. Es complicado hablar ahora por todas las emociones que tengo. Es algo que he intentado lograr con todo el trabajo que hice con mi equipo y mi familia. Apenas tengo 19 años, así que ellos toman todas las decisiones. Es algo muy especial para mí».
La magnitud del momento no amilanó el espíritu de un deportista atrevido, capaz de asumir sobre sus hombros una presión inmensa. Ante la pista más grande del mundo, en un partido que le coronaría como nuevo rey del circuito, Alcaraz afrontó el desafío con una determinación absoluta. Si la historia demandaba un partido repleto de carácter, los depósitos de Carlos parecían estar llenos.
El partido nació en un ambiente de tensión, con ambos jugadores colocados ante la historia. La fortaleza desde el fondo de pista marcó el arranque del encuentro, con opciones de quiebre en los dos primeros juegos. Tras sacudirse los nervios y dejar correr la adrenalina, Alcaraz tomó el control arrebatando el servicio en el tercer juego del partido. El murciano, habitualmente risueño, mantuvo un rictus serio hasta abrochar la primer manga de un partido atenazado.
El subcampeón de Roland Garros, un jugador perseverante como pocos, no iba a bajar los brazos por un contratiempo. Ante la mirada de medio mundo, Ruud tuvo que afrontar una situación límite antes de encontrar el oxígeno. El No. 7 mundial levantó una pelota de rotura con 2-2 gracias a un gran primer servicio, suficiente para montar una revolución en Nueva York. La presencia de un prodigio al otro lado de la red espoleó al noruego, capaz de apilar los último cuatro juegos del set para igualar la contienda.
El cambió de guión fue un interrogante para las piernas del murciano, exigido durante cinco mangas en sus últimos tres partidos en el torneo. Tras vencer a Marin Cilic, Jannik Tiafoe y Jannik Sinner en el set definitivo, acumulando un trabajo interminable en el cuerpo, Alcaraz se asomaba a una realidad bien conocida en Nueva York: castigarse lo indecible en busca del triunfo.
Con el equilibrio reinstaurado, la dureza física tomó un papel protagonista. Aunque el español asestó una ventaja inmediata, quedando a un punto del 3-0. se topó con el estajanovismo de un Ruud capaz de extender cada intercambio. La velocidad de juego de Alcaraz, apresurado por cerrar los puntos a toda mecha, fue castigada por un rival que convirtió el fondo en un frontón.
El noruego planteó una manga a cara de perro, mantuvo la mirada a Alcaraz y llegó a rozar la ventaja con la yema de los dedos. Tras firmar un set de solidez extrema, Casper tuvo dos pelotas de set en las manos. La situación fue afrontada con sangre de hielo por Carlos, capaz de salvar el peligro coleccionando voleas junto a la red. El español se colgó de la cinta para llegar al desempate y encontrar la luz al final del túnel.
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En un tiebreak fundamental para la batalla, apareció la fortaleza de Alcaraz. El español apretó el revés de Ruud, que saltó por los aires en dos ocasiones, y endureció su derecha como nunca en el partido. Al filo del drama, Carlos se aferró a la vida con todas sus fuerzas. El desempate cayó de su lado cediendo apenas un punto y una cosa estaba clara en Nueva York: la conquista de la copa quedaba a un paso de distancia.
El golpe anímico fue inmenso para Ruud, obligado a convertir un partido duro en un maratón antológico. Sin embargo, el despliegue de Alcaraz solo fue en ascenso. En un pulso sin cesiones, Carlos encontró el quiebre en el corazón del parcial (4-2) cuando una derecha de Ruud se marchó al limbo. La cercanía de la gloria no amedrentó al español, que cerró un parcial impecable al servicio para hacerse eterno en Nueva York.
«Muchísima gente ha venido desde España para animarme en un día tan especial, » dijo Alcaraz, que recibió el trofeo de manos de John McEnroe. «El cariño que he recibido desde el primer día ha sido increíble. Probablemente haya sido el público y el ambiente que más he vivido en una pista de tenis. Ha sido increíble poder haber vivido esto junto a vosotros».
La consumación de la gesta desató el delirio en el Arthur Ashe Stadium, testigo de un partido para la historia del deporte. La alegría de Alcaraz, tendido sobre la pista entre lágrimas y preso de un momento inolvidable, fue acompañada por el orgullo de Juan Carlos Ferrero. El antiguo No. 1 mundial recibió entre abrazos a su pupilo, capaz de continuar su legado hasta la cima del deporte.
Bajo los focos de la electrizante Nueva York, la famosa ciudad que nunca duerme, un jugador que ha empezado a soñar despierto.
¿Sabías Que…?
Carlos Alcaraz es el noveno hombre español que logra levantar un título individual de Grand Slam. El murciano, tras firmar una gesta épica en Nueva York, sigue los pasos de sus compatriotas Manuel Santana, Andrés Gimeno, Manuel Orantes, Sergi Bruguera, Carlos Moyà, Albert Costa, Juan Carlos Ferrero y Rafael Nadal.
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