Carlos G. Zárate Botía sociólogo e investigador, Instituto Amazónico de Investigaciones (Imani). Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Leticia
Como Colombia es una más de las naciones que comparte el gigantesco espacio amazónico, con apenas una porción de este, se debe entender que los cambios políticos en la región hacia gobiernos calificados como progresistas –entre ellos la reciente elección de Lula en Brasil– son una oportunidad que se extiende y se torna posible para toda la gran Amazonia o Panamazonia.
El diseño, la implementación y la generalización de formas de producción y uso sustentable de la oferta ambiental y natural de la Amazonia requiere de voluntades en varios sectores. Foto: Michael Dantas / AFP
El diseño, la implementación y la generalización de formas de producción y uso sustentable de la oferta ambiental y natural de la Amazonia requiere de voluntades en varios sectores. Foto: Michael Dantas / AFP
Como se sabe, la Amazonia alberga la más extensa extensión de selva tropical del planeta, cumple importantes funciones ambientales y ecosistémicas globales y regionales, produce una quinta parte del agua dulce y es uno de los mayores reservorios de biodiversidad, así como hábitat de muchos de los grupos descendientes de los pueblos originarios que llegaron a ella desde diversa procedencia hace ya varios miles de años.
Representa en promedio cerca de la mitad del territorio de cada uno de los 8 países que tienen jurisdicción sobre ella (42 % en el caso colombiano), incluido un territorio de ultramar (Guyana francesa). En la actualidad, paralela a la extensa red de ríos de esta inmensa cuenca, existe una dilatada red de asentamientos urbanos, semiurbanos y selváticos, con ciudades grandes, medianas y pequeñas que en conjunto albergan más de 35 millones de personas.
Desde la implantación de la dominación colonial con la llegada de los conquistadores europeos, la Amazonia ha sido una despensa, considerada equivocadamente como inagotable, de materias primas y commodities a través de la extracción de los más diversos productos forestales (caucho), faunísticos, hidrobiológicos y geológicos (petróleo y oro), con destino a los mercados europeos y norteamericanos principalmente, en sucesivas olas y auges globales a lo largo de cinco siglos. Este gigantesco bioma ha venido siendo amenazado, con especial violencia y crudeza en las últimas décadas, pues en los últimos treinta años ha perdido 70 millones de hectáreas, deforestadas o quemadas, la mayor parte en la Amazonia brasilera1, mientras que en la Amazonia colombiana la desaparición de la cubierta forestal alcanza los 4 millones de hectáreas entre 2002 y 20222.
La visita a Leticia con la que el presidente Gustavo Petro inició su mandato; su discurso ante Naciones Unidas, y más recientemente su participación en la 27 reunión de la COP en Egipto, así como la ratificación reciente del Congreso colombiano del hasta entonces esquivo acuerdo de Escazú, entre otros anuncios y acciones, permiten configurar la que podemos denominar como la más importante y tal vez la única oportunidad para detener la destrucción de la Amazonia colombiana. Y dado que Colombia es una más entre las naciones con apenas una porción del gigantesco espacio amazónico, no la única, debemos entender que, con los cambios políticos en la región hacia gobiernos calificados como progresistas, entre ellos la reciente elección de Lula en Brasil, esta oportunidad se extiende y se torna posible para toda la gran Amazonia o Panamazonia3.
La elección por tercera vez de Luiz Inácio Lula da Silva al frente del país que contiene la mayor proporción de la selva amazónica, más del 60 %, significa no solo la posibilidad manifiesta de un cambio de rumbo en la política ambiental de este país, sino en la práctica, la detención de los procesos de destrucción de la selva que en los últimos años se expresaron en el incremento descontrolado de la deforestación y, como parte de ella, de los incendios forestales, como producto deliberado y fríamente calculado, en la implementación del modelo desarrollista-extractivista impulsado abiertamente por el saliente presidente del Brasil a través de la expansión de la ganadería y la producción de biocombustibles como la soya.
Volviendo al patio colombiano, aunque visto desde toda la región, esto se puede considerar como un correquisito sin el cual los propósitos del actual presidente y los de los demás vecinos tendientes a detener la deforestación y recuperar la selva difícilmente podría llegar a cumplirse. De paso, esto también podría tener profundas implicaciones para la llamada integración latinoamericana.
La materialización de esta oportunidad, sin embargo, va más allá de corregir los errores del pasado y marcar una clara y tajante distancia del modelo neoextractivista, como lo ha denominado la socióloga argentina Maristela Svampa4 al referirse al hecho de que los gobiernos de la llamada primera ola progresista de comienzos de este siglo en Latinoamérica –de la que formaron parte Venezuela, Bolivia, Ecuador y Brasil– no pudieron, no supieron o ni siquiera intentaron enfrentar decididamente el extractivismo correspondiente al modo neoliberal que predominó en Occidente y que por supuesto también afectó a toda la región amazónica en las últimas décadas.
Para efectos de aprovechar esta oportunidad, por lo menos en principio y en el caso colombiano, la propuesta y el discurso del presidente Petro apuntan en la dirección indicada. Es muy clara y contundente su intención de confrontar y desmontar la dependencia del petróleo y del carbón, que constituyen la base de la economía extractiva y neoextractiva de los países del mundo industrializado, y por extensión de los países del sur global que dependen de su influencia, los primeros como responsables del cambio climático global, el principal, más acuciante y vital problema que enfrenta la humanidad en el momento actual. Por supuesto que este es un reto descomunal y gigantesco, lo que explica que su sola enunciación por parte del presidente colombiano haya causado el escepticismo de no pocos, o el rechazo y la burla de quienes ingenua o consciente e interesadamente defienden y consideran perfecto e inamovible el modo de consumo y producción basado en combustibles fósiles.
Es imprescindible continuar y terminar de implementar las propuestas de ordenamiento territorial propuestas por la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial. Foto: Foto: Michael Dantas / AFP
Es imprescindible continuar y terminar de implementar las propuestas de ordenamiento territorial propuestas por la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial. Foto: Foto: Michael Dantas / AFP
Para empezar a despejar estas reacciones es necesario mencionar que este reto es global, y, lo más difícil, el propósito de hacerlo realidad (la ‘descarbonización’ y ‘despetrolerización’ de la humanidad) tiene sus mediaciones, su traducción, y especialmente sus propios desafíos y dificultades en la propuesta del actual gobierno de Colombia relativa a la Amazonia y a su defensa, que se debe entender como una misión más dentro de las ya de por sí ambiciosas y complejas misiones, en términos de Mariana Mazzucato5, la asesora económica del Gobierno, de construir la paz y consolidar a Colombia como “potencia mundial de la vida”.
La misión de detener la deforestación y recuperar la Amazonia trae aparejadas otros desafíos y misiones, algunas de las cuales ya han sido esbozadas, otras apenas han sido enunciadas y, en todo caso, necesitan explicitación o desarrollo, además de definir su implementación e instrumentación. Existen algunos asuntos, como rudimentos de misiones (no como problemas que hay que resolver sino como recomendaciones y propósitos a alcanzar), sin cuya retroalimentación e implementación integral consideramos imposible que se logre realizar la misión Amazonia planteada al comienzo de este párrafo. Entre ellos podemos mencionar:
La desactivación de la violencia asociada con la producción, el transporte y la comercialización de cultivos de uso ilícito, así como de otras economías y actividades ilegales.
El desmonte de las economías extractivas (incluso las asociadas con el turismo), así como las ilegales e informalesque implica el desarrollo de la capacidad del Estado y de las comunidades para tramitar, desactivar y resolver los conflictos socioambientales derivados de la continuación y eventual desmonte de esas actividades.
El diseño, la implementación y la generalización de formas de producción y uso sustentable de la oferta ambiental y natural de la Amazonia.Esto implica diseñar y desarrollar las “economías populares”, ampliar la investigación, el desarrollo tecnológico y la producción selectiva forestal, así como de frutales, esencias y medicamentos. El turismo de naturaleza y el turismo científico sustentables manejados por las comunidades.
Reordenamiento del territorio y reconocimiento de las territorialidades: es imprescindible continuar y terminar de implementar las propuestas de ordenamiento territorial propuestas por la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial (LOOT) y la Comisión de Ordenamiento Territorial, la constitución de las Entidades Territoriales Indígenas como base para la sustitución de los corregimientos departamentales (Guainía, Vaupés, Amazonas) y de las llamadas áreas no municipalizadas, así como la definición y el reconocimiento de entidades territoriales transfronterizas (en acuerdo con los países vecinos).
Fortalecimiento institucional y estatal: es necesaria la formación de un funcionariado competente, suficiente e idóneo para crear, consolidar y hacer funcionar las instituciones territoriales, regionales, departamentales y fronterizas6. Esto implica el cambio o la formación del funcionariado actual, sobre todo el que continúa operando bajo ideologías coloniales (patriarcales, racistas y clasistas) o lealtades personales y políticas a gobiernos pasados.
Participación real, efectiva y cualificada de la población en diálogos regionales y fronterizos permanentes: esto implica la evaluación, revisión crítica y reorientación de los actuales diálogos regionales.
Educación, educación y más educación: fortalecimiento de la educación básica y acceso a la formación universitaria y posgraduada, en toda la región y las zonas de frontera.
1 www.elagoradiario.com
2 Informe Sinchi, 2022.
3 Declaraciones en este sentido también se hicieron sentir en la reciente COP 27 por países como Venezuela y Surinam.
5 Véase. Maristela Svampa. Las fronteras del neoextractivismo en América Latina. Conflictos socioambientales, giro ecoterritorial y nuevas dependencias. CALAS: Universidad de Guadalajara, 2019.
6 Mariana Mazzucato. Misión Economía: Una guía para cambiar el capitalismo.
7 Estas recomendaciones se pueden ver en detalle en el libro Construir la paz y cuidar la vida:Recomendaciones al Plan de Desarrollo 2022-2026. Universidad Nacional de Colombia, 2022.
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