El gas natural ha sido considerado durante mucho tiempo como una alternativa de transición para un mundo que busca reemplazar el carbón con energía renovable. A medida que se construyen paneles solares y parques eólicos, según esta idea que se tiene, el gas natural sería un sustituto de los combustibles «más sucios», como el carbón y, en algunos casos, el petróleo.

Sin embargo, la investigación reciente indica que las emisiones de metano, el principal componente del gas natural, que se producen durante su extracción y transporte significan que el gas natural no es tan respetuoso con el clima como se pensaba.

Para 2030, el mundo tendrá que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en más del 40% si quiere cumplir con los objetivos más ambiciosos establecidos en el Acuerdo de París, asegura el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, un organismo de las Naciones Unidas. Hablamos con Mark Radka, Jefe de la Subdivisión de Energía y Clima del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), sobre el papel que debe desempeñar el gas natural en la reducción de las emisiones y la transición hacia un futuro de energía renovable.

¿Es el gas natural una alternativa más limpia al carbón o al petróleo en términos de emisiones?

Mark Radka (MR): El gas natural es un combustible más limpio en el sentido de que su combustión produce menos contaminantes convencionales del aire, como dióxido de azufre y material particulado, en comparación con la combustión de carbón o petróleo. Su grado de contaminación depende de las características del combustible, la tecnología de combustión, qué tan bien se mantiene y opera el equipo, y otros factores. En general, la quema de gas natural también produce menos dióxido de carbono por unidad de energía, aproximadamente la mitad en comparación con la mejor tecnología del carbón; por tanto, según estos criterios, el gas natural es mejor desde una perspectiva climática. 

Se ha descubierto en investigaciones que enormes cantidades de metano, un potente gas de efecto invernaderoson emitidas de las instalaciones de gas natural de todo el mundo. ¿Eso pone en duda la idea que se tiene sobre que el gas natural es más limpio que otros combustibles fósiles?

MR: Las recientes iniciativas de medición científica, algunas de ellas apoyadas por el PNUMA, han demostrado que las emisiones de metano de las operaciones de petróleo y gas son mucho más elevadas de lo que se estimaba. El metano es un poderoso gas de efecto invernadero, aproximadamente 84 veces más potente que el dióxido de carbono medido durante un período de 20 años, por lo que cualquier fuga o emisión de metano deslegitima toda idea de que el gas natural sea un mejor combustible fósil. Por lo tanto, «más limpio» probablemente no sea la mejor palabra para describir el gas natural. En todo caso, siempre y cuando las emisiones de metano asociadas al gas natural estén bien gestionadas, no resulta ser tan problemático en términos de calentamiento global como lo son el carbón y el petróleo.

¿Es poco realista confiar en que las compañías de combustibles fósiles darán un control adecuado a sus fugas de metano?

MR: Creo que no es realista confiar en que todas las compañías de combustibles fósiles se vigilen a sí mismas, por lo que las regulaciones que urge que se establezcan límites a los niveles de emisiones y medidas para su cumplimiento. No obstante, muchas empresas están dispuestas a tomar medidas relevantes, incluso sin que exista presión jurídica. Estamos trabajando con un gran número de empresas que se han comprometido a establecer objetivos de reducción de metano para 2025, medir sus emisiones de metano, tomar medidas para reducirlas y publicar informes sobre los resultados. Las tecnologías de detección están mejorando, y el PNUMA está trabajando paralelamente con sus asociados para proporcionar información abierta y transparente sobre las emisiones. Las fugas de metano son costosas, por lo que desde una perspectiva económica las empresas tienen interés en reducir las fugas.

Desde que comenzó la guerra en Ucrania, se ha iniciado la construcción de alrededor de 20 terminales de recepción de gas natural licuado en todo el mundo, incluso en Alemania y China, lo que resulta en un porcentaje cada vez mayor de metano que es transportado por vía marítima. ¿Los barcos son más propensos a las fugas de metano en comparación a los oleoductos?

MR: La respuesta puntual es que no se tiene certeza por el momento, pero en principio se puede llegar a descubrir la respuesta. No existen suficientes datos de medición empíricamente verificados en todo el sector del gas natural, que es exactamente la razón por la que el PNUMA creó el Observatorio Internacional de Emisiones de Metano (IMEO, por sus siglas en inglés). La mayoría de los datos de metano se basan en estimaciones de factores de emisión, en lugar de mediciones reales. El objetivo del PNUMA con el Observatorio IMEO es proporcionar respuestas objetivas a este tipo de preguntas.

El Informe sobre la Brecha de Emisiones del PNUMA señala que debemos reducir las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 45% para 2030 con el objetivo de evitar una crisis climática catastrófica. ¿Es el gas natural un buen combustible de transición para los países que buscan alejarse del carbón y el petróleo? 

MR: Todo depende de la velocidad de la transición, para lo cual la ciencia nos dice que debe ser rápida y así evitar las peores consecuencias del cambio climático. Una inadecuada alternativa de trampolín se traduce en una transición larga o lenta para eliminar gradualmente el uso de otros combustibles fósiles y que requiera mucha inversión en infraestructura de gas. En gran número de países, el gas natural ya ha reemplazado al carbón como el combustible de elección para la producción de electricidad, lo cual conlleva beneficios para el clima y la calidad del aire. La rápida disminución en el costo de la energía solar, eólica y demás tecnologías de energía renovable fundamentan la idea de que estas fuentes energéticas sean una alternativa aún mejor que el gas en cada vez más regiones del mundo. En cierta medida, el gas sí cumple un rol especial en la transición energética como respaldo inmediato a un sistema de energía basado en energías renovables, puesto que las calderas de gas se pueden encender casi instantáneamente, mientras que la puesta en marcha de una planta de energía a base de carbón lleva mucho más tiempo. Hay mucha investigación y despliegue de tecnologías de almacenamiento de energía, por lo que este rol de respaldo que cumple el gas ya no será tan importante.

Teniendo en cuenta que los costos de la energía renovable se han reducido a mínimos históricos, ¿por qué algunos países todavía optan por invertir en gas natural? ¿Cuáles son los mayores problemas cuando se trata de la transición a la energía eólica y solar? 

MR: Es importante recordar que, con los avances tecnológicos actuales, no todas las fuentes de energía son intercambiables. Los aviones y el transporte marítimo, por ejemplo, todavía dependen predominantemente de los combustibles fósiles, al igual que algunos de los llamados sectores industriales difíciles de reducir, como la fundición de hierro. Se está llevando a cabo mucha investigación y desarrollo y se necesita mucho más en ámbitos como el almacenamiento de energía, pero aún no hemos llegado a la etapa en la que todos los combustibles fósiles puedan ser reemplazados por energía renovable. El mundo sigue incorporando cada vez más la energía eléctrica, por lo que las energías eólica y solar serán cada vez más importante, particularmente en lugares donde los recursos de energía renovable (sol y viento) son abundantes. Es importante tener en cuenta que estamos en las primeras etapas de una transición energética que es diferente a cualquier otra que el mundo haya intentado en términos de velocidad y complejidad. Sin embargo, se trata de una transición, y toda transición requiere tiempo y constancia. Teniendo esto en cuenta, debemos movernos rápido.

¿Hay mejores alternativas al gas natural para los países que no pueden invertir en energía eólica o solar? 

MR: Cada país y cada persona necesita pensar más críticamente sobre la eficiencia energética. Nunca valoramos la energía por sí misma; en cambio, valoramos los muchos servicios que la energía hace posible. Estoy hablando aquí de la comunicación, la iluminación y el confort térmico, la movilidad, entre otros.

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