Milán es nerazzurri. Pero Riad también es nerazzurri. Todo es negro y azul, como las cintas que se aplican a la Supercopa de Italia, como el confeti que llena el cielo del Estadio Internacional Rey Fahd. El derbi árabe, que otorga la 35ª Supercopa, no tiene historia: 3-0, dominio total del equipo de Inzaghi. Séptima Supercopa, la ganada con mayor margen, la ganada con más claridad. Dimarco, Dzeko, Lautaro: son las firmas de un triunfo hermoso, único, excepcional. Partido perfecto, jugadores unidos, un grupo fantástico que suma otro trofeo a la larga y gloriosa historia nerazzurri.

Hay tantas maneras de empezar una final. Están los que esperan, los que estudian, los que razonan. Y aquellos que tienen un deseo tan fuerte de ganar que no pueden evitar acelerar, listos para comenzar. Dispara a toda velocidad, el Inter de Inzaghi. Con concentración, objetivos precisos, un plan táctico claro. Y mucha ferocidad. El que lleva, en un instante, a ver una marea nerazzurri en el medio milanés. El equipo de Pioli no logra organizarse y el Inter avanza, inexorable. Un inicio incontrolable, que lleva, en el minuto 10, al gol inicial. Hermoso, lineal, perfecto. Un balón en el centro, lateral de Dzeko para liberar a Barella, la asistencia en el centro para Dimarco, para su preciosa y oportuna zurda para batir a Tatarusanu.

Un gol confirmado por el VAR, tras la comprobación de un posible fuera de juego, que no existe. El Milan titubea e intenta plantarse aferrándose al único plan de partido: el balón a Leao, esperando las lágrimas del portugués por la izquierda. Onana lo detiene con un gran vuelo, justo antes de que los nerazzurri doblen su ventaja. Bastoni, asistente para la ocasión, encuentra un pasillo profundo para Dzeko: Edin está extraordinario, salta a Tonali en el área y de derechazo al rincón más alejado. 2-0, un delirio nerazzurro que tiene secuela. Durante otros diez minutos el equipo de Inzaghi es perfecto, un coche perfecto.

Tatarusanu salva a Dzeko y Dimarco, Milan se desvía peligrosamente. La movida nerazzurri fue demasiado viva, mientras que los rossoneri estaban aniquilados y sin ideas. Incluso en la fase de contención, el Inter está atento, con un esfuerzo colectivo encomiable. La segunda mitad obliga al Milan a cambiar de marcha, pero solo Leao arrastra a sus compañeros. Hernández y Bennacer, con Tomori, intentan picar, sin éxito. Ni las sustituciones dan el golpe decisivo a los rossoneri. El Inter controla, gestiona la energía y el ritmo y piensa cuándo golpear. Lo hace definitivamente en el minuto 77 con Lautaro. Toro está extraordinario: a pase de Skriniar se deshace de Tomori y marca de derecha. Un júbilo, con júbilo bajo la afición, camiseta número 10 en mano. El 3-0 es la lápida del partido, que solo regala un centro aleatorio de Rebic sobre un centro reventado. Los seis minutos de tiempo añadido son solo un largo prólogo de la fiesta nerazzurri.

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