La abundancia de lluvias en California (Estados Unidos) ha preparado el terreno para un épico «mar de flores» esta primavera. Te explicamos cómo ver este fenómeno cada vez menos frecuente de forma responsable.
Una fotografía de larga exposición muestra un campo de flores de Phacelia ondeando al viento en el Temblor Range del Monumento Nacional Carrizo Plain (Estados Unidos) en 2017.
FOTOGRAFÍA DE JUSTIN BENTTINEN
Las superfloraciones de California y el suroeste de EE.UU. son casi literalmente legendarias. Durante siglos, las comunidades indígenas han celebrado las enormes floraciones primaverales de chía, lirios del desierto, alquitranes, girasoles y otras flores con semillas o raíces comestibles. «Campos tan verdes como cubiertos de flores tocan las mismas aguas del mar», escribió el colono español Juan Bautista de Anza en 1774.
En la actualidad, estas explosiones florales se limitan a bolsas de hábitats relativamente inalterados, sobre todo en los vastos desiertos del suroeste de California, Arizona y Nevada, y sólo aparecen después de un buen año de lluvias, algo cada vez menos frecuente en la era del cambio climático.
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Izquierda:
De las 200 especies de flores silvestres Phacelia, California alberga 90, lo que la hace especialmente diversa.
Derecha:
Flores del género Phacelia, vela del desierto y campos de oro de California cubren las laderas del Monumento Nacional de Carrizo Plain durante la floración de 2019.
FOTOGRAFÍAS DE JUSTIN BENTTINEN
Este invierno, California ha visto llover en abundancia (y en algunos casos en exceso) de forma relativamente constante desde finales de otoño. Esto está preparando el terreno para una floración excelente, dice Abby Wines, guardabosques del Parque Nacional del Valle de la Muerte, en el sur de California, aunque es demasiado pronto para saber si estará a la altura de la legendaria floración de 2005, o incluso de las de 2017 o 2019.
«Puede que acabe siendo una superfloración o puede que no», un término que no tiene definición técnica y que empezó a usarse en la década de 1990, explica. «Pero prevemos una floración muy por encima de la media».
Pero estos gloriosos acontecimientos naturales están amenazados: por cientos de miles de turistas florales que a veces pisotean las delicadas flores y el suelo; por especies invasoras; por el desarrollo urbanístico; y por el cambio climático, que ya está haciendo que la región sea más seca y calurosa.
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Izquierda:
Los californianos presumían de sus impresionantes exhibiciones florales, que adornaban la portada de esta postal de 1935.
FOTOGRAFÍA DE PHOTO BY SMITH COLLECTION, GADO, GETTY IMAGES
Derecha:
Los angelinos solían tomar tranvías a Pasadena y Altadena para retozar en los campos de amapolas, como se ve en esta fotografía de 1903.
FOTOGRAFÍA DE SEPIA TIMES, UNIVERSAL IMAGES GROUP VIA GETTY IMAGES
Espectaculares superfloraciones del pasado
La floración anual de las flores silvestres en primavera se ha producido desde hace al menos decenas de miles de años, impulsada en gran parte por las caprichosas lluvias invernales que algunos años bañaban el paisaje californiano desde diciembre hasta febrero.
En un pasado remoto, estas floraciones eran a menudo excelentes y enormes. Los primeros colonizadores españoles describieron años en los que las flores silvestres autóctonas que florecían a finales de invierno se extendían por las praderas costeras y por estrechos cañones, desde lo que hoy es el extremo sur de California hasta la zona de la Bahía de San Francisco, pasando por el Valle Central y las estribaciones de la Sierra, y más allá. Después de recolectar las abundantes semillas comestibles, las comunidades tribales solían quemar los campos intencionadamente, una estrategia que probablemente fomentaba el rebrote constante de las flores. John Muir describió el Valle Central como un «mar interior» bordeado de flores azules.
Incluso a principios del siglo XX, la floración persistía incluso en el densamente poblado condado de Los Ángeles. Después de un buen invierno, las colinas de San Pasqual, cerca de Pasadena, brillaban con amapolas: los angelinos se subían en masa a los tranvías para ver las flores. En 1895, un vertiginoso visitante declaró a Los Angeles Times que «es como si las nubes más brillantes del atardecer hubieran descendido y envuelto las colinas en su manto». En 1929, un escritor de National Geographic se maravillaba de que «al principio de la primavera, California se pone su vestido de fiesta… literalmente, todo el exterior se convierte en un vasto jardín de flores, hasta que parece que el colorido panorama no tiene fin».
Pero a medida que el desarrollo humano avanzaba y más paisajes se dedicaban a la agricultura, el pastoreo, las subdivisiones urbanas o cuando las plantas invasoras superaban en competencia a los plantones autóctonos, algo quisquillosos, muchos de los campos de flores primaverales de California desaparecieron.
«Es una de las tragedias de la superfloración», dice Naomi Fraga, botánica del Jardín Botánico de California. «Los Ángeles tenía estas extraordinarias oportunidades de disfrutar de la naturaleza en su ciudad tal y como había sido».
Hoy, los mares de flores surgen casi exclusivamente en parques estatales o nacionales, y especialmente en regiones desérticas como el Valle de la Muerte, Anza-Borrego, Joshua Tree y la árida llanura de Carrizo, donde la aparición de flores contrasta espectacularmente con los tenues paisajes de la fase seca.
Según Daniel Winkler, experto en desiertos del USGS, incluso en las sequías más intensas, los desiertos no son tierras baldías, sino un milagro floral a punto de producirse: las semillas que alimentan las floraciones están siempre presentes en el suelo por miles de millones, a la espera (a veces durante décadas) de que se den las condiciones adecuadas.
«La abundancia siempre está ahí», afirma Evan Meyer, director de la Fundación Theodore Payne, dedicada a las plantas autóctonas, y «cada superfloración está sembrando el futuro».
Los fiddlenecks (o Amsinckia) prosperan en el Monumento Nacional de Carrizo Plain durante la floración de 2017.
FOTOGRAFÍA DE JUSTIN BENTTINEN
¿Por qué se producen las superfloraciones y qué las amenaza?
Su aparición sigue estando rodeada de alquimia botánica. Hay unos pocos ingredientes básicos: un buen año de lluvias, pero en el que éstas se produzcan de forma constante durante varios meses y no en un solo diluvio; temperaturas nocturnas frescas; y un banco de semillas bien abastecido. «La preparación para una superfloración no es un sprint, es un maratón», dice Justen Whittall, biólogo de plantas de la Universidad de Santa Clara.
Las observaciones históricas, recopiladas por botánicos, exploradores europeos e informes periodísticos posteriores, sugieren que estas condiciones se han dado históricamente cada década más o menos, a menudo tras una sequía pero durante un año de El Niño, cuando el oeste de EE.UU. tiende a recibir más precipitaciones.
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Pero el cambio climático está modificando algunas de esas señales. En lugar de pequeñas y recurrentes tormentas invernales, las precipitaciones llegan en forma de diluvios que baten récords, como la reciente avalancha de ríos atmosféricos que descargaron sobre California el equivalente a un año de lluvias en unas pocas semanas. Y las olas de calor se abaten ahora sobre el invierno, provocando la germinación en el momento equivocado o secando las delicadas plántulas.
«Todo ello dificulta la supervivencia de las flores silvestres autóctonas», dice Fraga, mientras favorece a especies introducidas como la mostaza sahariana o la hierba de avena, que crecen impunemente en las mismas condiciones.
«Respeto mucho estas plantas [autóctonas], pero en cierto modo son un poco enclenques. No son grandes competidoras», dice, lo que hace aún más importante tratarlas con cuidado cuando florecen, para que puedan sobrevivir y volver a verter sus semillas en el suelo para germinar de nuevo en el futuro.
Las superfloraciones también se dan en otras partes del mundo; al fin y al cabo, las flores silvestres están en todas partes. Whittall vio una espectacular floración sudafricana llena de flores silvestres familiares, e incluso el desierto de Atacama, falto de lluvias, florece de vez en cuando.
Un arco iris se arquea sobre las floraciones de la llanura de Carrizo durante una lluvia ligera en 2017.
FOTOGRAFÍA DE JUSTIN BENTTINEN
¿Cómo verlas de forma responsable?
Independientemente de que en 2023 se produzca o no una superfloración, visitar flores espectaculares es una forma excelente de «entusiasmarse y empezar a pensar en las plantas», afirma Meyer.
Las «experiencias frágiles, especiales y, en cierto modo, menguantes» pueden inspirar relaciones profundas con los paisajes que nos rodean, afirma, e implicar a la gente en su protección para la próxima floración, dentro de unos 10 años.
Meyer y otros proponen algunas reglas generales para ser un turista floral responsable.
- En primer lugar, dirígete a las floraciones menos transitadas en Estados Unidos. El Parque Estatal del Desierto de Anza-Borrego puede recibir más de 200 000 visitantes durante una buena temporada de flores, mientras que la floración de 2017 en el Parque Nacional de Joshua Tree atrajo a más de 1,5 millones de personas.
- Cuando estés allí, ve con cuidado, dice Daniel Winkler, biólogo del desierto del Servicio Geológico de Estados Unidos: los paisajes desérticos y áridos no se recuperan rápidamente, y «una huella puede durar una década». Así que no te salgas del sendero y procura no pisar las flores ni meterte entre ellas.
- Infórmate antes de salir: detente en un puesto de guardabosques, llama a una «línea directa sobre flores silvestres», e infórmate sobre la gran variedad de flores diferentes que puedes encontrar.
- Planta tus propios campos de amapolas. «¿Y si devolviéramos estas flores a los paisajes urbanos?» Convierte tu jardín, balcón o cualquier otro espacio en un paraíso de flores silvestres autóctonas. ¡¿Por qué no?!
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.