La capacidad predictiva que arroja el examen de toxicidad realizado en la industria farmacéutica, que evalúa peligros químicos, los cuales pueden producir cáncer humano, no es óptima. Así lo demuestra una investigación adelantada por Jose Daniel Suárez Torres, doctorando de la UNAL. Un llamado de alerta no solo a la industria, sino también a las entidades regulatorias.

Como parte de la regulación que se le hacen a los químicos que se utilizan en la industria farmacéutica, se realiza una prueba de toxicidad para evaluar si pueden producir cáncer en las personas. Foto: Jeimi Villamizar - Unimedios.Como parte de la regulación que se le hacen a los químicos que se utilizan en la industria farmacéutica, se realiza una prueba de toxicidad para evaluar si pueden producir cáncer en las personas. Foto: Jeimi Villamizar – Unimedios.

Alguna vez se ha preguntado, ¿cómo se valoran los compuestos que se encuentran en los medicamentos que consume? Para que no surta efecto el dicho “es peor el remedio que la enfermedad”, en la industria farmacéutica se realiza una prueba de toxicidad que evalúa peligros químicos que pueden producir cáncer humano. Mediante una tesis doctoral, Jose Daniel Suárez Torres, graduando del Doctorado en Ciencias Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), validó que la capacidad de predicción de esa prueba de toxicidad se aproxima a un 85 %, la cual representa una alerta para desarrollar pruebas complementarias y de mayor efectividad.

En la actualidad el examen que se realiza se denomina: Bioensayo de carcinogénesis en roedores  (RCB), el cual está vigente desde hace 40 años como requerimiento gubernamental para los fabricantes o comerciantes de ciertos tipos de sustancias, y como su nombre lo indica, es realizado en roedores para pronosticar si bajo condiciones peligrosas de uso, abuso o exposición, ciertos químicos tienen o no la capacidad de causar cáncer, enfermedad que en Colombia, según el Ministerio de Salud y Protección Social, tiene una incidencia estimada de 182 por 100.000 habitantes, y una mortalidad cercana a 84 por 100.000 habitantes.

Así como hay un especialista en medicina humana para tratar diferentes enfermedades, también hay pruebas de toxicidad para distintos aspectos de la salud humana, tales como: la fertilidad, la gestación, las adicciones, o el cáncer. A nivel mundial se han estandarizado múltiples pruebas como esas, que permiten a las entidades reguladoras decidir si, para sustancias específicas propuestas por sus fabricantes o comerciantes como: principios activos de medicamentos, aditivos alimentarios, fármacos de uso en animales productores de alimentos, ingredientes activos de productos plaguicidas, y sustancias producidas en cantidades industriales, se justifica su comercialización, o si por el contrario, es preferible prohibirlas.

Precisamente, esa es una decisión que los reguladores toman teniendo en cuenta si la sustancia es beneficiosa para la salud de los pacientes, o conveniente para la calidad de vida de los consumidores, siempre y cuando dicha sustancia no imponga riesgos injustificados en contra de la salud humana.

¿Cómo funciona el RCB?

Para este examen, como en muchos otros que se realizan en la industria química o farmacéutica, se emplean ratas o ratones de laboratorio que son tratados diariamente con altas dosis de la sustancia de prueba, durante un periodo promedio de 20 meses para verificar las reacciones tóxicas que estos puedan presentar.

¡Y sí!, para ello existe todo un protocolo experimental que permite obtener resultados confiables. Además, la sensibilidad y especificidad son dos indicadores que, en conjunto, muestran hasta dónde llega la capacidad predictiva de este método.

Precisamente estos dos indicadores llevaron a Jose Daniel Suárez Torres, graduando del Doctorado en Ciencias Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Colombia UNAL, a evaluar el grado de confiabilidad del RCB, mediante una investigación teórica.

Jose Daniel Suárez Torres, graduando del Doctorado en Ciencias Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Colombia UNAL. Foto: Jose Daniel Suárez Torres, graduando del Doctorado en Ciencias Farmacéuticas de la UNAL.Jose Daniel Suárez Torres, graduando del Doctorado en Ciencias Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Colombia UNAL. Foto: Jose Daniel Suárez Torres, graduando del Doctorado en Ciencias Farmacéuticas de la UNAL.

“La sensibilidad es un indicador de la capacidad que tiene esta prueba para detectar, e identificar correctamente a las sustancias que ciertamente son cancerígenas para los humanos, y por su parte, la especificidad es la capacidad que tiene esta prueba para ignorar, e identificar correctamente a las sustancias que no son cancerígenas para los humanos”, explica el autor de la tesis.

Con datos clínicos, epidemiológicos, y experimentales, que se encuentran disponibles en la literatura académico-científica, el investigador basó la especificidad del RCB en 92 sustancias previamente sometidas a dicha prueba, y que, según los criterios biomédicos establecidos en esta tesis doctoral, son catalogadas como no-cancerígenas para los humanos.

En el caso de la sensibilidad del RCB, se hizo en otras 58 sustancias previamente ensayadas en dicha prueba de toxicidad, y que se encuentran clasificadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como cancerígenas para los humanos, por la contundente evidencia clínica de que pueden causar cáncer humano.

Para evaluar la sensibilidad y la especificidad de este bioensayo, se determinó si cada una de esas 150 sustancias encendió las alarmas del RCB, o por el contrario, si resultaron ser negativas a dicha prueba de toxicidad. “Para reconocer si esas 150 sustancias resultaron positivas o negativas en el RCB, primero se determinó si los estudios en los que se ensayaron esas sustancias, cumplieron o no con el protocolo estandarizado y armonizado internacionalmente para dicho bioensayo”, señala el investigador.

Luego, a los estudios que sí cumplieron el protocolo, el experto les aplicó una metodología estadística y biomédica para interpretar los resultados que arrojó el bioensayo para cada sustancia en particular. El autor explica que: “en el RCB, se considera como cancerígena aquella sustancia que en el grupo de animales que la recibieron, aumentó el porcentaje de animales con tipos de tumor que estuvieron ausentes en los animales que recibieron el placebo”.

Para ejemplificarlo: si de 100 sustancias clínicamente catalogadas como tóxicas para los humanos, el bioensayo identifica a 10 de ellas como inocuas (o no-tóxicas), entonces, se registra que el bioensayo presenta 90% de sensibilidad, y 10% de falsos negativos.

Ensayar una sola sustancia en el RCB cuesta aproximadamente 2 millones de dólares; se someten a experimentación a 600 animales (300 ratones y 300 ratas, entre machos y hembras), y puede tardar alrededor de 2 años para concluir exitosamente el bioensayo. Es por ello que dicha tesis se ejecutó bajo una metodología teórica, 100 % basada en datos clínicos y experimentales.

De la industria farmacéutica a un impacto social

Esta investigación aporta significativamente a la salud pública, al comprobar que, aunque el bioensayo de carcinogénesis en roedores (RCB) que se ha usado durante muchos años, sí tiene una sensibilidad y especificidad relativamente buena, la capacidad predictiva no es óptima.

Considerando que el RCB fue desarrollado hace 40 años, y todo lo que ha avanzado la ciencia y tecnología desde entonces, esta tesis muestra la necesidad de implementar pruebas de toxicidad aún más confiables que el RCB.

En este contexto, el Dr. Camilo Alberto Orozco Sanabria, profesor de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAL, y codirector de la tesis, asegura que “aunque el llamado que se hace a través de esta investigación es dirigido a la industria farmacéutica y las entidades reguladoras, la seguridad del uso de sustancias y medicamentos es algo que a todos nos incumbe; la participación de la ciudadanía en esta tarea es confiar en la utilidad y buena aplicación de los estudios que procuran la seguridad de los agentes químicos, así como exigir transparencia y buenas prácticas a las entidades encargadas de regular las sustancias”.

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