Madrid.- El conocimiento de las plantas y sus cualidades curativas o sanadoras es una ciencia de saberes ancestrales que “se transmitía entre mujeres de generación en generación”, unas “científicas” sin titulación académica a las que se les conoce como “las trementinaires” en el Pirineo catalán, cuyos conocimientos se conservan aún en áreas rurales.

Trementinaire, un oficio de mujeres

Imagen de autor desconocido de las trementineras Dolors Parramòn y Mercè Pla, de uso editorial, cedida por el Archivo Museo de las Trementinaires. Década 1920. Cedida por Cal Casal d’Ossera.
Imagen de autor desconocido de las trementineras Dolors Parramòn y Mercè Pla, de uso editorial, cedida por el Archivo Museo de las Trementinaires. Década 1920. Cedida por Cal Casal d’Ossera.

El nombre de trementinaires (trementineras en castellano) viene de la “esencia de trementina, una especie de pomada que se utilizaba para las picaduras y torceduras y que se extrae de la resina del pino” que elaboraban, por la que eran especialmente buscadas, ha explicado a EFE la investigadora y profesora de la Universidad Autónoma de Madrid, Elisa Garrido Moreno.

Garrido Moreno, especializada en las relaciones entre historia, ciencia y arte, ha recogido el estudio sobre el oficio de las trementinaires en un artículo publicado en el Journal for the History of Knowledge.

El oficio y los amplios saberes de trementinaire se transmitían “familiarmente entre las mujeres, de abuelas a madres e hijas”, sostiene, y existió “desde el siglo XIX hasta la llegada de la industrialización en las zonas rurales”.

Destaca la investigadora cómo las voces de las mujeres rurales “han sido subrepresentadas en la construcción de conocimiento sobre la naturaleza y sus recursos”.

Las mujeres tras las recogida y catalogación de los ejemplares de las plantas en los meses más cálidos, las guardaban para la “elaboración de las fórmulas” que servían para “cubrir las necesidades médicas de muchas familias”.

Con la llegada del frío, las trementinaires emprendían largos viajes itinerantes para la comercialización de sus productos y abastecer a los clientes de los remedios que demandaría el invierno, dejando a cargo del núcleo familiar a los hombres.

Papel de las trementinaires en las sociedad de su época

Los viajes podían durar meses, “lo cual pone de relevancia el desafío a los roles de género que aquello suponía para el funcionamiento tradicional de la familia”, según el artículo, en una época en la que las mujeres no viajaban en solitario, y mucho menos frecuente era verles “comerciando y ejerciendo su propio oficio”.

La investigación surgió, sobre todo, de un estudio etnográfico publicado por el catedrático de Antropología Social de la Universidad de Barcelona Joan Frigolé Reixach, quien entre 2002 y 2010 realizó una investigación etnográfica en el Pirineo catalán.

No obstante, según la investigadora, una de las dificultades para conocer más de estos saberes es que “no hay nada escrito”, “todo se transmitía de forma oral”.

Además, entre ellas “había competencia” porque “muchas eran recetas secretas que luego las vendían” para sacar medios económicos que las convirtió en el “motor económico” para sus familias y las zonas donde vivían.

Museo de las Trementinaires en Tuixent

Explica la profesora de la de Facultad de Filosofía y Letras de la UAM que en la actualidad se puede conocer más sobre estas conocedoras de las plantas y esos saberes ancestrales o la etnobotánica en el Museo de las Trementinaires, en la localidad de Tuixent (Lérida), que recoge los legados familiares, sus objetos e incluso testimonios orales grabados.

El cuidado de las familias a través de las plantas y su conocimiento “ha estado siempre a cargo de las mujeres y esto se sigue practicando sobre todo en las zonas rurales”, asegura, y explica que en las ciudades son conocimientos que “se han perdido por no tener acceso a ellos”.

No obstante, sugiere, el uso de las plantas “a nivel medicinal es un tema complicado, porque su uso sin una supervisión médica o académica, incluso, puede tener ciertos peligros”.

Sostiene que el artículo pretende difundir el conocimiento de estas mujeres, pero actualmente es difícil poner en contacto a la academia con personas que puedan seguir teniendo estos conocimientos, “porque están muy alejados entre sí”, y “depende básicamente del esfuerzo y trabajo personal de los investigadores”.

Transmisión de los conocimientos de la naturaleza

Un conocimiento cada vez más necesario en un momento de crisis y pérdida de la biodiversidad, pero que ha volcado a las personas a la búsqueda del contacto con la naturaleza tras la pandemia.

En la Sierra de Madrid, en Prádena del Rincón, Carolina Díaz, licenciada en química y naturópata, acerca desde hace más diez años los conocimientos medicinales o cosméticos de las plantas en una escuela de formación.

En su opinión, “la etnobotánica enseña cómo recoger los saberes de las plantas como si fuera algo ya muerto”, pero “la realidad es que se pueden seguir estudiando las plantas en muchísimos campos”, incluyendo la fabricación de instrumentos musicales o la decoración.

En su laboratorio elabora aceites esenciales, cada vez más en uso, y diferentes productos que se obtienen de las plantas. EFEverde