La Real ha metido la directa hacia la Champions y ahora mismo hay que echarle un galgo. Victoria con valor de platino en su propósito de sujetar la cuarta plaza ante un Osasuna que no se dejó nada para la final de Copa.  Los  de Imanol tuvieron la virtud de golpear primero yresistir después por segundo partido consecutivo sin encajar un gol y matar el envite en el descuento gracias a la sensacional aportación de los suplentes, pero también cometieron el pecado de no sentenciar mucho antes, ya que malograron ocasiones clamorosas, lo que provocó algún conato de infarto en las huestes txuri urdin. Herrera en propia meta nada más empezar y Kubo ya en el descuento certificaron una victoria que hace que la Real ya esté tocando las estrellas. Son de nuevo ocho puntos de ventaja. Así sí se puede ver el resto de la jornada con un cubata en la mano y los pies encima de la mesa. Y que hagan lo que puedan. 

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El equipo de Imanol pudo despertar algunas dudas en los meses previos por no poder sujetar la marcha absolutamente triunfal anterior, pero sigue siendo un animal competitivo.  Ganó un partido muy canalla, con un rival aguerrido y aupado por 21.000 espectadores y suma siete puntos de los últimos nueve y cuatro victorias en los últimos siete partidos. ‘¿Crisis? ¿Qué crisis?’, cantaba Supertramp. En Villarreal, Sevilla, Bilbao  y en todos los enclaves de la Liga ya saben que será muy difícil desbancar de ahí, de esa cuarta plaza,  a una Real que ha metido la sexta hacia la Champions. Ni los GEO la van a poder sacar.  El calendario sigue siendo muy duro, con duelos ante el Madrid, el Barça y el Atlético, pero cuatro de los seis partidos que quedan son en casa, en el templo de Anoeta. 58 puntos. Vaya sueño. 

Revolución en el ‘once’

Imanol Alguacil revolucionó su  equipo con seis cambios y  la disposición de un tridente inédito conformado por Momo ChoCarlos Fernández y Barrenetxea. Si la idea era agitar el choque desde el inicio, lo logró con creces, aunque su lado oscuro fue que los txuri urdin no pudieron gobernarlo ni tomar las riendas del caballo desbocado en muchos momentos. En los primeros 45 minutos de fútbol de ida y vuelta, de ruleta rusa, el que se disparó en la sien fue Sergio Herrera. La Real gozó de media docena de oportunidades nítidas de marcar, pero no pudo golpear en ninguna.  No obstante, tenía al portero rival como aliado. 

Los donostiarras salieron en El Sadar como ante el Betis, con hambre, intensidad y fútbol, acogotando al rival. Merino chutó alto revolviéndose en el área antes de que Herrera entregara un regalo con dos lazos a la Real para que pudiese adelantarse. El de Miranda donó el cuero a Cho desde su portería y posteriormente, tras la combinación del francés con Silva y el centro de Barrenetxea desde línea de fondo, lo remachó hacia su propia portería con el muslo, El pase de la muerte de Barrene, que Fernández ni rozó, no iba a tener rematador. 

La Real no remató al grogui

El tanto pesó como una lápida a Osasuna, que, sin embargo, no se quiso dar muerto aunque quedó unos minutos groggy. No lo aprovechó una Real ordenada por Silva que generaba tensión y desequilibrio por las esquinas con Cho Barrene

Kike pudo marcar tras una rara salida de Remiro y luego fue Cho el que se aprovechó de un control fallido de Herrera, que luego se lució para evitar el 0-2.  La Real ya había perdido su brújula, pero tenía parte del camino hecho con el tanto. El detalle de Le Normand, parado totalmente con el balón bajo los tacos, incitando a presionar a los rojillos, fue muy elocuente. 

Zubeldia, con un pase sensacional propio de De Bruyne, dejó solo ante Herrera Fernández, que no se decidió a chutar; Merino puso a prueba con un tiro raso al arquero y de nuevo Cho trató de batirle sin éxito de tiro cruzado.

El pisotón invisible

La Real había permitido dejar con constantes vitales a un Osasuna que estaba golpeado y pudo aplicarle el desfibrilador con una acción surrealista que casi acaba en empate. Tras el rechace de un córner, Merino se cruzó ante Iker Muñoz, que se tiró como si le hubiesen disparado desde la grada. Jagoba, desencajado en el banquillo tras ver la imagen en el monitor, pedía un pisotón que no evidenciaron las repetidas imágenes del VAR. No hubo penalti. Respiraron los txuri urdin. 

Osasuna salió tras el descanso con el cuchillo entre los dientes, decidido a empatar y alentado por 21.000 hinchas sedientos de gloria. Quizá la abracen el 6 de mayo en Sevilla. Disipó hasta el último rastro de duda que pudiera haber de que estaba pensando en esa final copera.  Barja remató alto tras una serie de acciones en las que los realistas no acertaron a despejar.  Luego fue Oroz. Y, por último, Zubeldia parapetó con el estómago un envío a gol de Budimir, que había eliminado a Le Normand con un recorte. 

Dos postes realistas

Salió indemne de las descargas una Real revitalizada con los cambios, especialmente con la entrada de un inspiradísimo Sorloth. Y encontró los espacios para buscar una sentencia que se acarició con ocasiones de Oyarzabal y Sorloth de ésas que llevan el apellido ‘de las que no se pueden fallar’. El chut del ’10’ se estrelló en el larguero tras la brillante intervención de Herrera y el del vikingo, con la derecha, en el palo. 

La sentencia de Kubo

Achuchó Osasuna con Budimir Chimy, pidieron un penalti por manos de Le Normand de los que se pitan ahora. Pero el que resolvió la noche fue Kubo, merced a otra acción de genio de Sorloth y la novena asistencia de Merino. Qué gran final. Los 600 ‘realzales’ tocaron el cielo. Y ya acarician las estrellas… de la Champions. 

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