Venció por 2 a 1 a Uzbekistán gracias a un zurdazo de su número 10, Valentín Carboni.
Es sabido que la historia del fútbol argentino está escrita con el pie izquierdo. Es que los autores principales de este best seller que es la Selección argentina son nada menos que Diego Armando Maradona y Lionel Messi. Además de haber levantado el trofeo en el torneo más importante del deporte, tanto Maradona como Messi iniciaron su glorioso camino con la camiseta albiceleste en una Copa Mundial Sub-20 de la FIFA.
No son los únicos talentosos que guiaron a su equipo hacia el título en este tradicional torneo juvenil con su botín izquierdo. Ángel Di María hizo lo propio en Canadá 2007. Y también Andrés D’Alessandro tuvo su aporte clave en la Copa Mundial Sub-20 Argentina 2001.
Para esta Copa Mundial Sub-20 que disputa como local, Javier Mascherano decidió que la número 10 argentina la lleve Valentín Carboni. Zurdo, elegante, con actualidad en el Inter de Milan, el juvenil aprovechó su chance. No sólo fue uno de los motores creativos del equipo, que encontró su faceta más peligrosa cuando Carboni se asoció con Matías Soulé y Valentín Barco. Sino que además marcó el tanto del triunfo con un remate potente.
El futbolista del Inter se hizo cargo de la responsabilidad. No era un partido sencillo para Argentina. Además de los nervios del debut mundialista, con casi 40 mil personas en las tribunas, el arranque del equipo de Javier Mascherano fue complicado: a los 23 minutos estaba en desventaja. Uzbekistán, campeón asiático, mostró que era un rival con argumentos.
Se terminaba el primer tiempo. El 1 a 1 resultaba justo por lo que habían realizado ambos equipos. Pero Argentina tenía otros planes. El primer pase lo dio Máximo Perrone, en la mitad de la cancha, con la pierna izquierda. Luego Matías Soulé, también zurdo, abrió la cancha con su pie hábil para la trepada de Valentín Barco, quien asistió dentro del área a Carboni. El número 10 no dudó: miró el arco y sacó un remate que valió tres puntos. Una jugada que definió el partido. Y que se tejió entre zurdos, como la historia más dorada de la Selección argentina.
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