BY POR FABIANO MAISONNAVE Y DAVID BILLER

ASSOCIATED PRESS

BELEM, Brasil —  

La Cumbre de la Amazonía en Brasil concluyó el miércoles con un plan de trabajo para proteger las selvas tropicales que fue bien recibido como un paso importante para contrarrestar el cambio climático, pero no incluyó ninguno de los compromisos concretos que algunos ambientalistas deseaban para poner fin a la deforestación.

Gobernantes y ministros de ocho naciones que comparten la Amazonía firmaron una declaración el martes en la ciudad brasileña de Belem en la que se establecen planes para impulsar el desarrollo económico de sus países y a la vez prevenir que la destrucción en curso de la selva “llegue a un punto de no retorno”.

Varios grupos ambientalistas consideraron que la declaración es una recopilación de buenas intenciones con pocas metas medibles y plazos concretos. Sin embargo, otros la elogiaron, y la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica —la organización que aglutina a los grupos indígenas de la Amazonía— celebró que se hayan incluido dos de sus principales exigencias.

“Es significativo que los mandatarios de los países de la región hayan escuchado a la ciencia y comprendido el llamado de la sociedad: la Amazonía está en peligro y no tenemos demasiado tiempo para actuar”, dijo el grupo internacional WWF en un comunicado. “Pero WWF deplora que los países amazónicos, de común acuerdo, no hayan llegado a un punto en común para poner fin a la deforestación en la región”.

A la cumbre también acudieron el miércoles los presidentes de la República del Congo y la República Democrática del Congo, un emisario del presidente de Indonesia, y el embajador de Francia ante Brasil en representación del territorio amazónico de la Guayana Francesa. Un emisario de Noruega, el mayor contribuyente al Fondo Amazonía de Brasil para el desarrollo sostenible, también estuvo presente.

Los representantes nacionales firmaron el miércoles un acuerdo similar, pero mucho menos amplio, al de sus contrapartes el día previo. De igual forma no contenía metas concretas y en su mayor parte reforzaba las críticas a las naciones desarrolladas por su incumplimiento en proporcionar el prometido financiamiento amplio para combatir el cambio climático.

Las ocho naciones que asistieron el martes —Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela— son miembros de la recientemente revitalizada Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), las cuales esperan que el hecho de que presenten un frente unido les dé una voz de peso en las conversaciones globales sobre el medio ambiente con miras a la conferencia climática COP28 a realizarse en noviembre.

La cumbre refuerza la estrategia del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva de potenciar el interés mundial en la conservación de la Amazonía. Envalentonado por la caída de 42% en la deforestación durante sus primeros siete meses en el puesto, ha buscado obtener respaldo financiero internacional para la protección de la selva.

En declaraciones a los reporteros tras la reunión del miércoles, Lula arremetió contra “las medidas proteccionistas mal disfrazadas de preocupaciones ambientales” que restringen las importaciones provenientes de naciones en desarrollo, y dijo que los países desarrollados deben cumplir sus promesas de proporcionar apoyo monetario para la protección de los bosques.

“La naturaleza, que el desarrollo industrial contaminó durante 200 años, requiere que ellos paguen su parte de forma que podamos revitalizar parte de lo que fue arruinado. La naturaleza necesita dinero”, declaró Lula.

La Amazonía se extiende a lo largo de una superficie dos veces mayor que la de India. Dos terceras partes de ella se encuentran en Brasil, y el tercio restante lo comparten otros siete países y la Guayana Francesa. Históricamente los gobiernos la han visto como una región a ser colonizada y explotada, con poca consideración por la sustentabilidad y los derechos de sus pueblos indígenas.

Todos los países de la Amazonía han ratificado el acuerdo climático de París, que requiere que los firmantes establezcan metas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero históricamente la cooperación transfronteriza ha sido escasa, socavada por poca confianza, diferencias ideológicas y falta de presencia gubernamental.

Los integrantes de la OTCA —reunidos apenas por cuarta ocasión en los 45 años de existencia de la organización— demostraron el martes que no están totalmente alineados en asuntos cruciales.

Los compromisos para la protección de la selva han sido desiguales. Y su declaración conjunta no incluyó un compromiso compartido para acabar totalmente con la deforestación para 2030, como algunos esperaban. Brasil y Colombia ya hicieron ese compromiso.

Algunos científicos dicen que, cuando haya sido destruido del 20% al 25% de la selva, la lluvia disminuirá drásticamente, lo cual transformará más de la mitad del bosque en una sabana tropical, con una pérdida inmensa de biodiversidad.

El Observatório do Clima, una red de decenas de grupos ambientalistas y sociales, al igual que Greenpeace y The Nature Conservancy lamentaron la falta de promesas detalladas en la declaración.

“Los 113 párrafos operativos de la declaración tienen el mérito de reactivar a la olvidada OTCA y reconocer que el bioma está llegando a un punto sin retorno, pero no ofrecen soluciones prácticas ni un calendario de acciones para evitarlo”, manifestó el Observatório do Clima en un comunicado.

La lideresa indígena colombiana Fany Kuiru, de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica, elogió la declaración por atender dos de sus principales solicitudes: un reconocimiento de sus derechos sobre los territorios tradicionales y el establecimiento de un mecanismo para la participación formal de los pueblos indígenas en la OTCA.

Bruna Santos, directora del Instituto Brasil del Centro Woodrow Wilson, dijo que la cumbre demostró “un intento por tratar la Amazonía como parte de una agenda regional”, pero considera que también puso de relieve las ambigüedades en las prioridades del gobierno de Brasil, incluido lo respectivo a la exploración petrolera.

El presidente colombiano Gustavo Petro criticó enérgicamente lo que dijo es la hipocresía de luchar por la conservación de la Amazonía y al mismo tiempo promover la extracción de petróleo.

Lula se ha abstenido de adoptar una posición definitiva en lo que respecta al petróleo, aduciendo que la decisión depende de una cuestión técnica. Mientras tanto, la estatal Petrobras ha explorado la desembocadura del río Amazonas en busca de crudo.

A pesar de los desacuerdos, hubo indicios de una mayor cooperación regional y un creciente reconocimiento global de la importancia de la Amazonía para contener el cambio climático. El hecho de tener una voz colectiva —junto con la canalización de más dinero a la OTCA— podría ayudarle a fungir como el representante de la región en el escenario global ante la conferencia climática de la COP, señalaron los gobernantes.

Anders Haug Larsen, director de activismo internacional en Rainforest Foundation Norway —un organismo activista noruego en pro de la defensa de las selvas_, dijo que las naciones amazónicas están en lo correcto al exigir que los países desarrollados aporten más dinero, y que su voluntad política para proteger el bosque tropical representa una oportunidad histórica.

“Con el plan de esta cumbre y una disminución continua de la deforestación, aquí es donde la comunidad internacional debería poner su dinero destinado al clima”, declaró.

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