Tres meses fueron suficientes para que el pasto se extendiera en la planicie y llegaran mariposas, saltamontes y grillos. En Titiribí (Antioquia), en una zona de depósito de “materiales estériles”, producto de la minería de carbón a cielo abierto, fue posible establecer suelos nuevos, plantas con raíces profundas y presencia de microorganismos. La práctica sería replicable en sitios similares.
29 de agosto de 2023
Laura Franco Salazar | Periodista Unimedios Sede Medellínshare
Los materiales estériles son depositados cerca de la zona en la que se lleva a cabo el aprovechamiento de carbón. Foto: Edna Ivonne Leiva, profesora Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Sede Medellín.
Pese a que Colombia es uno de los principales productores de carbón en América Latina y este mineral representa una parte importante de los ingresos de país, su extracción ha sido puesta en entredicho porque impacta fuertemente el ecosistema, interviene grandes cantidades de suelo –lo que modifica el ambiente– y emite dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, uno de los principales gases de efecto invernadero.
Para extraer una tonelada de carbón a cielo abierto, es necesario desenterrar diez toneladas de otros materiales provenientes de las distintas capas aledañas conocidas como materiales estériles, es decir materiales sin valor económico.“Estos son depositados en un sitio cercano a la zona en la que se trabaja, sin darles utilidad”, explica la profesora Edna Ivonne Leiva, de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín.
Mediante técnicas como la difracción de rayos X, utilizada para analizar propiedades físicas, como la composición de fases, la estructura cristalina y la orientación de muestras en polvo, sólidas y líquidas, cada uno de esos materiales se analizó en los laboratorios de la UNAL Sede Medellín, con el fin de conocer su composición y los elementos disponibles. Así, se identificó, por ejemplo, la “carbonilla” –frágil y de color gris oscuro– que, aplicada a las plantas incrementa su capacidad de crecimiento hasta un 300 % en su capacidad de crecimiento.
“Se trata de un material promisorio, pues vimos que hacía crecer específicamente las raíces. Pero eso no fue todo: también encontramos ácidos húmicos, que funcionan como ‘hormonas’ promotoras del crecimiento, mejoran las condiciones del suelo y lo hacen más productivo; y minerales que sirven como nutrientes para las plantas, entre ellos potasio, azufre y fósforo”, agrega el profesor Ramiro Ramírez Pisco, asociado a la Facultad de Ciencias de la UNAL Sede Medellín.
Revivir suelos muertos
Gracias a estos hallazgos, los investigadores vieron que era posible “revegetalizar” aquellas zonas de depósito, de manera que allí crecieran plantas, iniciaran procesos biológicos para construir suelo vivo y regresara la fauna. “Hicimos pruebas en un predio minero en Titiribí, municipio de tradición carbonífera de Antioquia, junto a sus vecinos de Amagá, Angelópolis y Venecia, perteneciente a una compañía que tiene aprovechamiento de carbón a cielo abierto y que espera que en estas zonas de depósito se cierre el ciclo con revegatilización”, señala la profesora Leiva.
Uno de los requisitos necesarios para empezar el proceso fue que el sitio de depósito estuviera estable, es decir, que no fuera propenso a derrumbes y se pudiera caminar sobre él para llevar a cabo la hidrosiembra.
Agrega que, “a hidrosiembra es una técnica que consiste en preparar una mezcla homogénea y fluida que lleve las semillas. Esta se aplica manual o a presión sobre la superficie. Ahora, para esta mezcla en específico adicionamos materia orgánica de diverso origen, agua y semillas seleccionadas, concretamente gramíneas (Brachiaria), que son fuertes para establecerse, demandan pocos nutrientes y generan mucha raíz, y una leguminosa (Kudzú), con intención de que a futuro pueda hacer fijación de nitrógeno, un nutriente clave para la vida y la salud del suelo”.
La mezcla, que tiene un aspecto similar al del “pañete” o “revoque” que se utiliza en construcción, fue dispuesta como una capa de aproximadamente un centímetro de espesor que, al cabo de tres meses, empezó a dar frutos.
“Para que se forme suelo se necesitan cientos de años, pero aquí logramos que en meses hubiera un desarrollo de hasta quince centímetros. Las raíces se profundizaron, creció el pasto y empezaron a llegar insectos como mariposas, grillos y moscas, incluso aves y una vaca que quiso comer del pasto”, narra el profesor Ramírez.
A nivel vegetal germinó la gramínea, tanto que los 1.000 metros cuadrados que habían sido intervenidos, se extendieron más de forma natural. Con la leguminosa se obtuvo una baja germinación, quizá por la procedencia de la semilla o por su calidad. Sin embargo, crecieron plantas de manera espontánea como arvenses ciperaceas, que quizá estaban presentes en la materia orgánica que usamos.
De igual modo, en algunas raíces de plantitas de kudzú se observaron algunas nodulaciones de rizobios (bacterias que fijan nitrógeno), lo que es una ventaja para el ecosistema, pues se ve que se está formando integralmente.
También se comprobó retención de humedad en el suelo, lo que disminuiría la escorrentía y el encharcamiento en las áreas de retrollenado, donde se depositan los materiales estériles. “Ahora estamos a la expectativa de si será posible un manejo autosostenible, es decir, que la propia cobertura, al morir, tenga sucesiones de plantas, o si será necesario que cuando haya espacios desnudos, se deban poner nuevas semillas. Ambos escenarios serían bastante buenos”, apunta Leiva.
Buenos presagios para el futuro
En la actualidad, el material extraído de la plataforma de depósito sigue en los laboratorios de la UNAL Sede Medellín, pues se evalúa la posibilidad de establecer con éxito cultivos de consumo, que tengan impacto en la compañía y en los habitantes de la región.
“Vamos a probar con otra gramínea: la caña de azúcar, por eso se buscaron materiales genéticos de Centro de Investigación de la Caña de Azúcar de Colombia (Cenicaña) que se adaptaran a las condiciones de este sustrato. En la Universidad ya han crecido algunas variedades, el propósito siguiente es llevarlas a campo, monitorear su crecimiento y desarrollo”, señala el profesor Ramírez, quien agrega que “esta práctica puede ser replicable en cualquier sitio similar y a cualquier escala”.
En su opinión, lo único necesario sería adecuar el espacio con drenajes, dependiendo de la pendiente, y si es una zona seca aplicar riego. Así mismo, habría que estudiar el tipo de materiales estériles presentes, porque pueden variar según el lugar, y realizar la mezcla de acuerdo a las necesidades. En laboratorio también se han realizado pruebas con crisantemo, lechuga y zucchini, evaluando por separado las bondades de cada material estéril.
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