Deterioro ambiental, migración forzada, pobreza y malos usos del suelo son algunos de los factores que aumentan la vulnerabilidad frente a desastres naturales como el ocurrido en Salgar, Antioquia. La avenida torrencial ya había sucedido en este municipio, sin embargo no se ha aprendido la lección.
El impacto de los desastres generados por eventos naturales peligrosos en el planeta produjo entre el 2000 y el 2012 pérdidas materiales por 1,7 billones de dólares, 2.900 millones de personas afectadas y 1,2 millones de personas muertas.
Aunque el tiempo transcurre y se hacen esfuerzos normativos e institucionales, las pérdidas de vidas humanas y los efectos socioeconómicos causados por fenómenos naturales o antrópicos (tienen origen en la intervención humana) siguen aumentando en nuestros países. Estos hechos provocan impactos negativos en las dinámicas del desarrollo así como interrogantes permanentes en los habitantes, sobre las políticas de participación, protección, seguridad ciudadana y responsabilidad social.
Factores como el deterioro ambiental, la deforestación, la urbanización no planificada, la inequidad en la distribución de la riqueza, los malos usos del suelo, la acelerada industrialización, la reducida representación del sector agrícola en la producción nacional, el alto porcentaje de pobreza y la migración forzada por el conflicto armado interno, desde las poblaciones rurales a las ciudades y a municipios más grandes en busca de seguridad y mejores oportunidades, han aumentado la fragilidad y la exposición de los habitantes al amplio espectro de eventos amenazantes y a la posibilidad de ser impactados por los mismos.
Todo lo anterior genera una limitación para asimilar o resistir a dichos fenómenos, lo que nos hace vulnerables y poco resilientes, al perder nuestra capacidad de memorizar y aprender de eventos similares, y de generar estrategias y acciones de recuperación cuando estos se manifiestan. Es aquí donde, por la convergencia de una amenaza manifiesta y de unas condiciones de vulnerabilidad en un mismo momento y lugar, se produce el desastre.
Amenazas recurrentes
Lo sucedido en Salgar (Antioquia), con las dolorosas pérdidas de tantas vidas humanas, las desapariciones, los inmensos daños socioeconómicos, culturales y de infraestructura, obliga al país político, institucional y comunitario a reflexionar al respecto.
Primero, hay que recordar que las amenazas más recurrentes en el país son las inundaciones, que suelen afectar a más de la cuarta parte del territorio nacional (28 %). Los movimientos en masa (deslizamientos, desprendimientos, volcamientos, derrumbes) representan un riesgo para el 8 %, seguidos por la amenaza sísmica alta, que afecta a más de la tercera parte del territorio.
En segunda medida, el evento de tipo “avenida torrencial”, popularmente conocido como avalancha, ya se había presentado en varias ocasiones en el municipio. Finalmente, según lo informado, la posibilidad de dicho evento hacía parte del perfil de amenazas contemplado en el plan de ordenamiento territorial y posiblemente en el de emergencia.
Es aquí donde creemos que se forma el cuello de botella. Con todo esto, ¿habían sido aprovechados los antecedentes para transmitir la información a la comunidad o para promover su participación organizada en las decisiones que competen en derechos y deberes a su protección y seguridad ciudadanas y al manejo sustentable de su entorno?
La innovación en la nueva Ley 1523 de 2012, que creó el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, es el apoyo sobre el trípode: conocimiento del riesgo, reducción del mismo y manejo del desastre.