La Liga de Campeones es así. No puedes temblar, no puedes cometer errores. Un balón, un episodio, una carrera más. Necesitamos de todo y puede que no sea suficiente. La competencia de los detalles, esos que el Inter miraba con determinación y mentalidad de gran equipo. Aprovechó los momentos, los explotó a su favor, incluso cuando surgieron las ganas del Salzburgo, junto con valores técnicos no triviales. Pero el Inter tiene muchas cartas que jugar, como la del público, que una vez más presionó literalmente por el gol, por la victoria. Ese coro, ese himno, cantado por todo el estadio, dio la ventaja: una invitación aceptada inmediatamente. Y luego otra vez, sin descanso, ni siquiera después del empate: juntos, adelante. Hasta el penalti de Calhanoglu, hasta el sufrimiento final, barrido por el pitido final. Inter-Salzburgo 2-1, 7 puntos en el grupo, por delante.
Difícil, pero se sabía. El equipo de Struber se presenta, según admite el propio técnico austriaco, «sin nada que perder». Y se nota: desde el minuto 1 todos están por delante, aprovechando el brío de la joya de 2004, Gloukh, que inmediatamente se enfrenta a Sommer, muy bien. El Inter no ruge, aprovechado por el 4-2-3-1 visitante, todo fraseo y verticalización. Simic es una espina clavada en la defensa, corre y da referencias importantes, se necesita toda la habilidad de la defensa para cerrar los espacios que se crea el Salzburgo. Pavard y De Vrij juegan como campeones, Calhanoglu mejora en un partido que le verá como el mejor sobre el terreno de juego, dominando en todas las fases.
El gol del Inter llega, por una vez, casi de forma inesperada. Hay clase, habilidad y oportunismo: Mkhitaryan atraviesa la defensa primero corriendo y luego con la diagonal cometida por Frattesi. Es Alexis quien mete con la derecha el primer gol. El chileno vuelve a marcar con la camiseta nerazzurri, un año y medio después de su último gol: su alegría es la de todo el estadio, que en ese mismo momento cantaba «Para el pueblo que». Gol muy pesado, que introduce una fase nerviosa del partido, en la que abundan las amarillas. Dumfries se mueve por la derecha, Frattesi es el hombre en todas partes.
En la segunda parte Barella sale al campo para Mkhitaryan, pero sobre todo el habitual sprint de los invitados. A toda velocidad el Salzburgo, con conclusiones insidiosas y muchos hombres en fase de ataque. El empate llegó en el minuto 57: Gloukh hizo un gran trabajo superando a Sommer con un derechazo desde la frontal. Sin embargo, el Inter no puede asustarse, no debe tener dudas: los tres puntos son fundamentales, así que pasemos a empezar un partido aún por descubrir.
Siete minutos para organizarse y ganar el penalti: Frattesi atacó correctamente, Calhanoglu hizo el disparo perfecto desde el punto. El implacable Hakan, que desbanca a Schlager y vuelve a poner al Inter en cabeza, para deleite de más de 70.000 espectadores en San Siro. Bonito, bonito, pero este gol no es un veredicto. El Inter corre con Thuram, que sustituyó a Sánchez, intenta gestionar con Asllani y Darmian, pero sufre la presión del Salzburgo hacia el final. El 3-1 de Lautaro, tras una espectacular jugada, fue anulado por el VAR por fuera de juego milimétrico de Frattesi.
Así que el final, en lugar de una fiesta, se convierte en una pequeña subida. Austriacos a bordo, Inter en defensa. Pavard monumental, Darmian siempre lúcido, el público apoyándolo: así, todos juntos, para lograr la victoria. Que llega, importante y liberador.
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