Ana Tuñas Matilla.- Madrid.- Tráfico rodado, aviones, obras, ocio y restauración son los protagonistas de la contaminación acústica con la que convivimos en las ciudades y que, frente a los beneficios que nos aportan los sonidos de la naturaleza, es, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la segunda causa de enfermedad ambiental, por detrás de la polución.
Árboles y plantas son capaces de evitar la propagación del ruido y de absorberlo, y «meter» la naturaleza en las ciudades nos permitirá disfrutar también de sus sonidos y, por ende, mejorar nuestra salud, de ahí la importancia de naturalizar las urbes.
Además de patologías directamente relacionadas con el oído, como la pérdida de audición o los acúfenos, la exposición continuada a ruidos (más de 70 decibelios) genera enfermedades cardiovasculares, estrés, ansiedad, irritabilidad, trastornos del sueño o dificulta la atención.
Por contra, los sonidos de la naturaleza son beneficiosos para nuestra salud, pues está comprobado que disminuyen el dolor, reducen el estrés y mejoran nuestro estado de ánimo y rendimiento cognitivo, entre otros aspectos, según la revisión de 36 estudios sobre salud y sonidos naturales llevada a cabo por investigadores de Estados Unidos y Canadá.
El trabajo concluye que, además de los entornos cien por cien naturales, los parques urbanos permiten también experimentar sonidos naturales y pueden reforzar la salud pública al resaltar y conservar los paisajes sonoros naturales.
Reducen un 50 % la propagación y absorben un 20 %
Según la presidenta del Observatorio de la Arquitectura Saludable, Rita Gasalla, naturalizar las ciudades ayuda a absorber contaminantes, como metales pesados o gases emitidos por coches y calefacciones, pero también, y de manera «impresionante», el ruido.
En concreto, se sabe que los muros naturales (construidos con árboles y plantas) «frenan» el ruido, reduciendo su propagación un 50 % y absorbiendo un 20 %, lo que es «importantísimo» para mejorar la salud de los ciudadanos.
Por ello, plantas y los árboles no sólo se deben poner a pie de calle o en parques, sino que también hay que usarlos para «insonorizar» edificios, mediante su colocación en fachadas o cubiertas, e infraestructuras, como carreteras o túneles, según la experta.
«Además de a nivel acústico, la naturalización tiene otros impactos muy beneficiosos y cómo se diseñan las ciudades ayuda a tomar decisiones saludables. Por ejemplo, una ciudad con espacios verdes invita a las personas a salir, lo que previene el sedentarismo y evita el aislamiento social», ha subrayado Gasalla.
Otro impacto importante es que, según la teoría del estrés del arquitecto Roger Ulrich, la presencia de vegetación activa nuestro sistema parasimpático, el mecanismo interno que tenemos para reducir el estrés, «la gran pandemia del siglo XXI».
«Nuestro objetivo es usar la biofilia como herramienta para promover el bienestar físico, mental y social de las personas», según Gasalla, que ha explicado que en relación al ruido lo primero es actuar sobre la fuente y después evitar su propagación, impedir que traspase las fachadas y acondicionar los edificios para que sean absorbentes.
A todo ello ayudan tanto una ordenación urbana adecuada como la implementación de soluciones basadas en la naturaleza, entre las que ha destacado el uso de barreras verdes y de materiales naturales, como madera o corcho, que ayuden también a evitar la vibración, la forma «silenciosa» en la que se trasmite el ruido y cuyos efectos sobre la salud son muy peligrosos.
«Todo lo que nos relaciona con la naturaleza acaba siendo bueno para las personas (…). Desde revolución industrial, vivimos alejados de la naturaleza, desde el punto de vista evolutivo es poco tiempo y no nos ha dado tiempo a adaptarnos, por eso es tan importante introducirla en ciudades y edificios, para mantener la conexión».
Nos hace infelices
«Vivimos en ciudades tremendamente ruidosas y lo peor de todo es que nos hemos ido acostumbrando y somos permisivos con el ruido, pese a que merma calidad de vida y nos hace infelices. Incluso se ha invertido la carga de la prueba, y el que se queja del ruido parece que es el que molesta», ha lamentado el secretario general del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España, Laureano Matas.
Las ciudades, ha subrayado, están inundadas de un tráfico rodado para el que no se diseñaron, por eso, una de las soluciones pasa por restringir el tráfico y rediseñarlas para dar más espacio a los peatones.
Parte de la clave está también en ampliar las zonas verdes, que además de ser «mucho más amables» que el asfalto y el cemento, permiten recuperar «cierta alegría» gracias a los sonidos de las aves a las que atraen.
Riesgos en cifras
La Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) cifra en 12.000 las muertes prematuras producidas al año en Europa por la contaminación acústica y en 48.000 los nuevos casos de cardiopatía isquémica (obstrucción de las arterias que van al corazón que puede desembocar en angina de pecho o infarto).
Sólo en España, 5 millones de personas están expuestas a niveles de ruido superiores a los límites establecidos por la OMS y los nuevos casos anuales de cardiopatía isquémica por contaminación acústica superan los 1.300, según la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
La exposición crónica al ruido puede también aumentar el riesgo de desarrollar otras enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión arterial.
Por otra parte, más del 60 % de los escolares españoles sufre algún tipo de dificultad para entender a sus profesores a causa del ruido en su centro educativo, donde el nivel medio de contaminación acústica es de 70 decibelios, equivalente al sonido de una aspiradora o tráfico intenso, según datos de AG Bell International. EFEverde