Factores como el incremento en los niveles de pobreza, el desplazamiento forzado y los eventos climáticos adversos, como el fenómeno de El Niño, explicarían el ingreso de Colombia al listado de países con inseguridad alimentaria aguda. Superar esta crisis va más allá de garantizar el acceso a servicios básicos, de un compromiso estatal que supere el asistencialismo, e incluso de actualizar las estadísticas nutricionales oficiales que permitan encaminar las políticas públicas.
Rosario Lemus | Magíster en Seguridad Alimentaria y Nutricional de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL)share
El reporte de la ONU menciona que la severidad de la inseguridad alimentaria fue más alta en zonas rurales como La Guajira, afectada por eventos climáticos extremos como las largas sequías. Fuente: Joaquín Sarmiento-AFP.
La Red Mundial contra las Crisis Alimentarias, en colaboración con la FAO y otras agencias de la ONU, publicó el Informe Mundial sobre las Crisis Alimentarias, indicando que Colombia ingresó a la lista de países con inseguridad alimentaria aguda, una noticia que tiene poco de nuevo; el hambre forma parte de un fenómeno global que se viene presentando y agudizando, especialmente en Medio Oriente, África del Norte. y América Latina y el Caribe.
Precisamente en esta última región dicha problemática toca a cerca de 20 millones de personas de Colombia, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua y Perú, países que presentan ingresos medianos altos, pero aún así no impiden que se presente inseguridad alimentaria crónica o aguda en su población. Además, para el caso de Colombia, Perú y Ecuador, entre las personas afectadas se encuentran los migrantes y refugiados.
En este momento la población mundial se calcula en 8.000 millones de personas, y se estima que en 2050 más de 2.000 millones sufrirán de hambre sino se toman las medidas necesarias para mitigar la inseguridad alimentaria, la cual ha venido en aumento en los últimos 5 años, tiempo que coincide además con la pandemia por COVID-19.
Dentro de los principales factores que determinan la crisis alimentaria actual el documento menciona las guerras o los conflictos armados –por ejemplo Ucrania, Gaza y Sudán–, el cambio climático –fenómenos meteorológicos extremos como El Niño– y las crisis económicas que conllevan a un elevado costo de vida. En otras palabras, se trata de una situación multisistémica, también conocida como crisis civilizatoria, en la cual se resaltan las decisiones inadecuadas en política pública para abordar las problemáticas de manera estructural.
Diagrama. Factores alrededor de la inseguridad alimentaria.
Es importante recordar que, según la FAO, una persona padece inseguridad alimentaria cuando carece de acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales y para llevar una vida activa y saludable. Esto puede deberse a la falta de disponibilidad de alimentos o a la falta de recursos para obtenerlos.
La inseguridad alimentaria aguda hace referencia a cualquier manifestación relacionada con esta situación en un tiempo específico, pero que además representa un peligro inminente para la vida, los medios de vida, o ambos, independientemente de las causas, el contexto o la duración.
Migrantes y desplazados, los más afectados
Para el caso de Colombia, el Informe muestra que, además del incremento de la población migrante y refugiada, el desplazamiento forzado interno desde zonas rurales es otro factor que hace vulnerable a la población a robos, violencias sexuales, pobreza y hambre.
Colombia es el país de América Latina y el Caribe que más ha recibido refugiados y migrantes: 2,48 millones según Migración Colombia.
Además, con respecto al desplazamiento forzado, cifras de la Unidad para la Reparación Integral de las Víctimas muestran que en 2023 se reportaron cerca de 121.000 desplazados, es decir que para el Estados sigue siendo un reto garantizar la atención integral y una vida digna para la población víctima del desplazamiento forzado, migrantes y refugiados.
El equipo técnico encontró que el 3% de la población analizada (1,6 millones de personas) presenta inseguridad alimentaria aguda moderada o severa, y que el 62% de los migrantes o refugiados tiene altos niveles para padecerla, ya sea moderada o severa. Lo anterior se suma a que en 2023 el país presentó una de las tasas de inflación de los alimentos más altas en la región.
Datos desactualizados
Otra preocupación señalada en el Informe Mundial sobre las Crisis Alimentarias es la ausencia de datos actualizados frente a la inseguridad alimentaria en Colombia; específicamente se menciona la ausencia de dos elementos fundamentales:
- Un enfoque consolidado para la presentación de informes sobre indicadores de seguridad alimentaria (Integrated Food Security Phase Classification – IPC) y
- Una Clasificación Integrada de fases de Seguridad Alimentaria (Consolidated Approach to Reporting Indicators of Food Security – CARI).
Los datos existentes provienen de informes de organizaciones internacionales como El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (FAO, 2022), el cual reporta una situación de hambre crónica para 4,2 millones de colombianos, el Mapa del Hambre presentado por el Programa Mundial de Alimentos, en el cual se estiman 14,8 millones de colombianos con insuficiencia alimentaria en 2023. Las cifras nacionales se tomaron de la Encuesta de Calidad de Vida del DANE, en la cual se evidencia inseguridad alimentaria moderada o grave en el 28,1 % de los hogares en 2022.
Pero lo realmente inverosímil es que desde hace 9 años no se realice la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional (ENSIN), que en 2015 reportó una prevalencia de 54,2% por hogar, o sea que 1 de cada 2 hogares en Colombia estaba en situación de hambre, observada en términos de inseguridad alimentaria y nutricional. Lo que resulta preocupante es que la Encuesta tiene una vigencia de 5 años.
Tal ausencia de datos nuevos impide comparar información en la elaboración de análisis históricos de la inseguridad alimentaria en el país, y además son fundamentales para conocer indicadores alrededor de prácticas alimentarias y nutricionales concretas, para determinar detalladamente hacia dónde se deben encaminar las políticas públicas.
El ejercicio juicioso de reportar y hacerle seguimiento a la inseguridad alimentaria y el hambre en Colombia debe ser dirigido por el Gobierno nacional, y se debe atender de manera urgente para propiciar acciones efectivas cuyo impacto sea medible.
Acceso al agua y zonas rurales
Otros elementos fundamentales en la agudización de la inseguridad alimentaria se relacionan con las sequías extremas y la falta de acceso a agua potable. El reporte de la ONU menciona que la severidad de la inseguridad alimentaria fue más alta en zonas rurales en La Guajira, Sucre, Caquetá, Córdoba, Arauca y Putumayo, territorios con una alta vulnerabilidad al cambio climático.
Teniendo en cuenta lo anterior, no se puede desconocer que la inseguridad alimentaria crónica e histórica de Colombia se debe abordar desde un enfoque de determinantes sociales que garantice acceso a servicios básicos, salud, vías de acceso, educación, trabajo, paz, y gobernanza alimentaria, especialmente en comunidades rurales dispersas, migrantes y refugiados, y no solo desde un enfoque asistencialista de manejo social del riesgo.
El ejercicio juicioso de reportar y hacerle un seguimiento a la inseguridad alimentaria y el hambre en Colombia debe ser dirigido por el Gobierno nacional, y se debe atender de manera urgente para propiciar acciones efectivas cuyo impacto sea medible.
En ese sentido, se deben plantear sistemas agroalimentarios resilientes, inclusivos y sostenibles a través de la soberanía alimentaria, posicionanado la producción, la distribución y la comercialización de alimentos locales y culturalmente apropiados, para avanzar hacia la garantía progresiva del derecho humano a la alimentación, la salud humana y la salud planetaria.
Para abordar las problemáticas alimentarias se requieren intervenciones no solo en los sistemas alimentarios, sino también en el sistema de salud y educación, para así favorecer la implementación de dietas saludables y sostenibles.
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