Madrid (EFEverde).- En 1850 había 52 glaciares en los Pirineos, en 2020 quedaban 19 y ahora solo hay 14 activos. En apenas unos años cinco de estas masas de hielo han dejado de ser consideradas glaciares por los investigadores debido a su pequeño tamaño y al no tener evidencias de movimiento. El resto sigue el mismo camino.
Los tres principales glaciares: Aneto, Monte Perdido y Ossoue (en el Pirineo francés) están retrocediendo muy rápido, los veranos de 2022 y 2023 fueron para ellos tremendos en cuanto a pérdidas, tres veces más altas de lo que puede ser una pérdida media anual de los últimos 10 o 15 años, y aunque 2024 ha sido un poquito mejor, aún está muy lejos de poder compensar las pérdidas anteriores, explica a EFEverde.com Juan Ignacio López Moreno.
El doctor en Geografía por la Universidad de Zaragoza e investigador del Instituto Pirenaico de Ecología, perteneciente al CSIC, sostiene que, cuando se estudia la evolución futura que pueden tener los glaciares del Pirineo, si el clima de los últimos 10 años se reproduce habrán desaparecido en la próxima década.
Aunque con anterioridad las proyecciones citaban para 2050 el fin de todos estos glaciares, el investigador afirma que en 2022 y 2023 las pérdidas fueron enormes e incluso en los glaciares más grandes el espesor de hielo que queda es muy pequeño.
Detalla que prácticamente el espesor medio de los tres principales glaciares del Pirineo son 15 metros y esos 15 metros son los que se han perdido en los últimos 10 años. Entonces es prácticamente imposible que vayan mucho más de 10 o 15 años.
¿Cuándo considerar un glaciar activo?
Para considerar un glaciar activo lo principal es que el hielo tenga movimiento y que ese movimiento esté originado porque se produce hielo nuevo en las zonas de acumulación. En estas zonas, la nieve no funde de un año para otro y poco a poco se convierte en hielo, entonces la generación de este hielo empuja hacia zonas bajas el hielo anterior; también, al incrementar la masa la gravedad hace que fluya hacia abajo hasta que entra en una zona de temperatura más cálidas que es lo que funde.
“El problema es que ahora mismo prácticamente la totalidad de los glaciares del Pirineo carecen de esta zona de acumulación, ya no se está produciendo hielo nuevo”, señala López Moreno, quien lleva estudiando estos glaciares por más de 20 años.
Otro de los criterios a tener en cuenta es el tamaño, que varía bastante entre países, “hay algunos que consideran que tiene que ser de 5 hectáreas el glaciar, nosotros en el Pirineo utilizamos un tamaño que tiene que tener como mínimo dos hectáreas”, dice.
En 1850 aproximadamente había 2300 hectáreas y ahora mismo quedan menos de 150, es decir, queda menos del 10% de hielo que había al final de la última etapa fría, denominada La Pequeña Edad de Hielo, indica el experto.
Para recuperar los glaciares tendría que ocurrir un cambio en el clima muy brusco y ninguna institución científica que hace proyecciones climáticas considera que pueda llegar una etapa de enfriamiento, todo lo contrario, el cambio climático evidencia que “los extremos climáticos cálidos van a ser más frecuentes” y “las esperanzas de supervivencia de los glaciares del Pirineo son prácticamente nulas”.
Los glaciares se extinguen
En los veranos de 2022 y 2023 las pérdidas medias de espesor de hielo triplicaron las observaciones de la última década, superándose los 3 metros de espesor en promedio, mientras que en 2024 las pérdidas han sido menos acusadas. Según la monitorización de los glaciares pirenaicos 2023-2024 realizada por el Grupo de Investigación CryoPyr del Instituto Pirenaico de Ecología los glaciares Aneto, Monte Perdido, Ossoue, Llardana e Infiernos tuvieron pérdidas de espesor medio de 0.3 metros, aunque el descenso ha sido muy variable entre ellos.
Las notables acumulaciones de nieve que se produjeron a finales del invierno y en primavera de 2024 han contribuido a que haya sido un año sin un fuerte declive de los glaciares. Pese a ello, hay que destacar que las pérdidas observadas en las zonas en las que el hielo quedaba desprotegido (sin nieve) demuestran la enorme vulnerabilidad de los glaciares más meridionales de Europa a las condiciones climáticas actuales”, refiere el estudio.
Asimismo, las investigaciones del Instituto Pirenaico de Ecología han evidenciado que incluso para aquellos que se encuentran en las partes más favorables de las montañas, las pérdidas también se aceleran debido a fenómenos de retroalimentación.
Unos cambios hacen que se magnifiquen otros cambios. Al retroceder el hielo cada vez hay más pendientes, se acumula menos nieve y por lo tanto los balances son más negativos, o aparecen grandes afloramientos rocosos que actúan como radiadores y aceleran la fusión. Hemos podido comprobar que lejos de ralentizarse las pérdidas se aceleran de forma muy notable. El clima altera el glaciar de una forma que las consecuencias son todavía peor, apunta López Moreno.
Carácter de alta montaña
En el Pirineo se ubican los únicos glaciares activos que persisten en la Península Ibérica, constituyendo una de las reservas de hielo más meridionales de Europa. No obstante, al ser tan pequeños no representan un recurso hídrico importante, pero sí son un paisaje único que les da “un carácter de alta montaña”.
Su pérdida tiene repercusiones locales, por ejemplo, con relación a la biodiversidad existen especies de macroinvertebrados que son únicos de las aguas de fusión glaciar, además el hielo contiene un registro microbiológico de bacterias y virus muy específico de estas zonas que ya no se va a poder conocer porque desaparecerá, comenta.
Aunque estos cambios pudieran parecer poco significativos, López Moreno asegura que el clima del Pirineo está cambiando y que este cambio va a afectar a muchos procesos ambientales que igual no son tan sencillos de evaluar, como es la cantidad de agua que llega a los ríos porque hay más evaporación y menos acumulación de nieve, o la salud de los bosques y plantas de la alta montaña que tanto necesitan la nieve.
Los glaciares del Pirineo nos alertan de que algo grave está pasando en nuestras condiciones climáticas y que habría que tomar medidas para evitar esos cambios, insiste el investigador con experiencia en el estudios de distintas montañas de España, los Andes, Norte América y zonas árticas. EFEverde