Aunque en 2007 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó un conjunto de directrices para su mitigación, hasta el momento no existe ningún mecanismo u organismo internacional que vigile los desechos espaciales o facilite su eliminación. Uno de los principales problemas asociados, aparte del volumen de los objetos, es su velocidad. Objetos con tamaños que van de 1 a 10 centímetros, viajando a más de 28.000 km por hora, pueden causar daños importantes a las naves espaciales y a los satélites, afectando por ejemplo las comunicaciones.

21 de enero de 2025

David Tovar Rodríguez | Geólogo, codirector del Grupo de Ciencias Planetarias y Astrobiología, Universidad Nacional de Colombia (UNAL)

Según la Agencia Espacial Europea más de 130 millones de objetos contaminan la órbita de la Tierra. Crédito: @ESA (Agencia Espacial Europea)

Según la Agencia Espacial Europea más de 130 millones de objetos contaminan la órbita de la Tierra. Crédito: @ESA (Agencia Espacial Europea)

Aunque parezca increíble, la caída de basura espacial sobre nuestras cabezas es más frecuente de lo que podríamos imaginar. En marzo, un soporte de la Estación Espacial Internacional que la NASA había liberado se estrelló contra una casa en Florida, Estados Unidos. Aunque no hubo heridos, esto destacó un problema que será cada vez más grave: los humanos han rodeado la órbita de la Tierra con toneladas de desechos o fragmentos de naves espaciales y satélites.

Dejar objetos en órbita es una práctica común entre los países con acceso al espacio ultraterrestre y cada vez más, entre las empresas privadas que allí trabajan. Algunas piezas caen hacia la Tierra, ya sea desintegrándose en la atmósfera o impactando el suelo. Otras nunca dejan de orbitar el planeta, por lo que son consideradas las más preocupantes. En caso tal que alguna vivienda sea impactada por un pedazo de basura espacial, el seguro para propietarios debería cubrir los daños materiales; sin embargo, aquellos daños que no cubra el seguro, son mucho más complicados de recuperar, a pesar de que la normativa internacional dicta que el país que realizó el lanzamiento del material que reingresó a la Tierra es el responsable.

Se estima que para 2030 existan más de 58.000 satélites activos orbitando la Tierra, por lo que se espera que estos casos de impactos de basura espacial con instalaciones físicas, aumente considerablemente. Para tal caso, es necesario que las agencias espaciales nacionales responsables establezcan canales claros para compensar a los damnificados por estos sucesos.

Pero, al menos, ya existe una idea de quién le debe qué a quién en caso de daños en la Tierra. En órbita, la responsabilidad no es tan clara y las cosas son menos ordenadas. Los astronautas pueden perder algunos objetos o herramientas de trabajo mientras realizan sus operaciones en órbita. Las piezas desechadas de cohetes con combustible residual a menudo explotan accidentalmente, creando muchos fragmentos más pequeños que viajan más rápido que los proyectiles disparados por un arma de fuego.

Cuando China destruyó un solo satélite meteorológico que ya no era útil, generó aproximadamente 3.000 fragmentos rastreables de basura, la mayoría de los cuales aún orbitan el planeta. Sin embargo, el tamaño de dichos fragmentos no siempre es lo suficientemente grande para ser identificables. Aquí es donde comienza el problema, ya que tal vez haya 10 veces más fragmentos demasiado pequeños para ser detectados. La comunidad de científicos e ingenieros que están al tanto de dicha situación estiman que hay más de 1 millón de escombros orbitando la Tierra con tamaños que van de 1 a 10 centímetros.

Según las cifras de la Agencia Espacial Europea (ESA) para septiembre de 2024, casi 37.000 objetos de más de 10 cm de tamaño están siendo rastreados por redes de vigilancia espacial. Incluso partículas más pequeñas que una moneda, viajando a más de 35.000 kilómetros por hora, pueden arruinar un satélite crítico o poner en peligro a la Estación Espacial Internacional. Los impactos pueden generar más basura, lo que aumenta la probabilidad de más colisiones y a su vez, más fragmentos de desechos.

De otra parte, el informe “Para toda la humanidad – el futuro de la gobernanza del espacio ultraterrestre”, de Naciones Unidas publicado en 2024, explica que el número de satélites lanzados al espacio se mantuvo estable entre 1957 y 2012, con una media de 150 cada año. Sin embargo, a partir de 2013, la cantidad ha aumentado hasta alcanzar un total de 2.470 en 2022.

El desarrollo de nuevas tecnologías ha permitido la reducción de los costos de lanzamiento de objetos al espacio, lo que a su vez ha fomentado la participación del sector privado; gracias a ello, el número de satélites inscritos ante la Unión Internacional de Telecomunicaciones ha alcanzado los 1,7 millones, los cuales se podrán poner en órbita hasta principios de 2030.

Torre de Babel espacial

La preocupación por los desechos espaciales va más allá de los daños a un satélite o nave individual. Los operadores espaciales son muy conscientes de un peligro conocido como el efecto o síndrome Kessler. Nombrado así por el científico de NASA Donald J. Kessler, quien, en 1978, junto con Burton G. Cour-Palais, publicó un artículo en el que aseguraba que entre más aumentaba el número de satélites, también lo haría la probabilidad de colisiones. A medida que estas se incrementan, se produce más basura espacial y el riesgo de nuevas colisiones crece. En una masa crítica, un solo choque desencadenaría una cascada imparable de colisiones, hasta el punto de que toda una órbita podría quedar inutilizada.

Este tipo de advertencias sobre la creciente acumulación de desechos espaciales y sus consecuencias se ha vuelto más prominente, especialmente a medida que los satélites y otras tecnologías espaciales se multiplican, lo que aumenta el riesgo de que colisiones en órbita desaten un ciclo de destrucción imparable. Este fenómeno podría afectar gravemente a las comunicaciones globales, entre otros avances tecnológicos fundamentales.

Considerando que no solo Estados Unidos y varios países de Europa, siguen lanzando satélites al espacio, sino que países como China, Emiratos Árabes Unidos, Corea de Sur o India, también lo hacen, la preocupación en la comunidad científica internacional aumenta. Algunos factores relacionados sobre cómo interactuarán entre sí las diferentes constelaciones de satélites a medida que los sistemas chinos comienzan a desplegarse sumados a la constelación de Kuiper de Amazon, Starlink de SpaceX, ¿cómo es posible asegurar que estén coordinados y que los operadores intercambien datos de posición, para que otros operadores sepan dónde están?

Algunos consideran que la cooperación global es inexorable, argumentando que la comunidad espacial debería trabajar junta lo antes posible, aprendiendo de la evolución de otras tecnologías transformadoras como las redes de telefonía móvil e internet, teniendo en cuanta que la principal preocupación radica en cómo construir esta coordinación en ausencia de un sistema global.

¿Solución a la vista?

La idea de sistemas de operación interna que estén enmarcados en cooperaciones internacionales, tiene un futuro prometedor. Sin embargo, esto no resuelve el problema del acelerado lanzamiento de nuevos satélites que se suma a aquellos ya en órbita. Si se quisiera hacer un parangón entre la actual situación de saturación de satélites en el espacio, podría considerarse el caso del aumento de autos en las carreteras a principios del siglo XX, en los que el control organizado del tráfico contribuyó a que se mantuviera la venta de autos de manera relativamente sostenible por varias décadas.

Según el informe de Naciones Unidas, las oportunidades del espacio ultraterrestre vienen acompañadas de riesgos si no se establece o bien un régimen unificado de sostenibilidad espacial, o nuevos marcos de gobernanza entre los Estados. Por ejemplo, “ante el aumento exponencial del número de satélites, hace falta una mejor coordinación del tráfico y el establecimiento de una plataforma internacional para vigilar los riesgos de accidente y colisión y mitigar sus consecuencias”.

Iniciativas a corto plazo, como la liderada por la Agencia Espacial del Reino Unido y el sector privado, conocida como COSMIC (Cleaning Outer Space Mission through Innovative Capture) tiene como objetivo retirar satélites británicos inactivos utilizando un brazo robótico. Según lo planeado, espera lanzar Cosmic en 2027-28 y contribuir a la disminución de potenciales satélites que puedan ser impactados por basura espacial y de esta manera mitigar la cantidad de escombros que se pudiesen generar en la próxima década.

Aunque las zonas orbitales no parecen estar en un punto crítico ahora, con el tiempo el planeta podría quedar rodeado por una nube de diminutos restos que hagan que áreas importantes sean inhóspitas para la actividad humana y los dispositivos espaciales que sostienen la vida moderna. Las personas y sus máquinas podrían quedar atrapadas en la Tierra hasta que el campo de escombros se disipe, lo cual podría llevar décadas.

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