Aunque parezcan inofensivos, los antibióticos están contaminando ríos enteros, favoreciendo bacterias resistentes y poniendo en peligro la vida acuática.
por Carolina Gutiérrez Argüelles





Los antibióticos han sido un salvavidas para la humanidad desde su invención. Pero como todo poder, su uso conlleva una gran responsabilidad. Hoy, miles de toneladas de antibióticos que usamos los humanos terminan contaminando los ríos del planeta, una amenaza silenciosa que está escalando rápidamente y que, según expertos, podría tener consecuencias desastrosas para el medio ambiente y nuestra salud.
Los antibióticos están contaminando los ríos del mundo
Un estudio de la Universidad McGill, publicado en PNAS Nexus en mayo de 2025, destapa una crisis ambiental: 8,500 toneladas de antibióticos terminan en ríos cada año, casi un tercio del consumo humano global. Incluso tras pasar por sistemas de tratamiento de aguas, estos medicamentos persisten, afectando 6 millones de kilómetros de ríos. Heloisa Ehalt Macedo, autora principal, explica que las concentraciones son bajas pero peligrosas. La exposición crónica puede dañar ecosistemas acuáticos y fomentar resistencia bacteriana, un problema que crece con el aumento del consumo de antibióticos, especialmente en países de ingresos bajos y medios.
Amoxicilina, la reina de la contaminación fluvial
El estudio señala a la amoxicilina, el antibiótico más usado del mundo, como el principal contaminante. En regiones como el sudeste asiático, donde el uso es alto y el tratamiento de aguas es limitado, los niveles son especialmente riesgosos. 6 millones de kilómetros de ríos superan los umbrales seguros, según el modelo global validado con datos de 900 ubicaciones. Los investigadores destacan que no se incluyeron antibióticos de ganadería o fábricas farmacéuticas, lo que sugiere que el problema es aún mayor. Es como si los ríos fueran un caldo de cultivo para superbacterias.
Resistencia bacteriana, el arma de doble filo
La presencia de antibióticos en ríos no solo afecta a peces y algas; también impulsa la resistencia a los antibióticos. Bacterias expuestas a dosis bajas pueden volverse inmunes, complicando tratamientos médicos. Bernhard Lehner, coautor del estudio, enfatiza que no se trata de demonizar los antibióticos, esenciales para la salud global, sino de gestionar su impacto. Sin acción, la resistencia bacteriana podría ser una pesadilla sanitaria. En el sudeste asiático, donde la amoxicilina abunda, los riesgos son mayores, pero el problema es global, afectando ríos en todos los continentes.
Un problema subestimado
Jim Nicell, otro coautor, subraya que el estudio solo consideró antibióticos de consumo humano, ignorando fuentes como la ganadería o la industria farmacéutica. Esto significa que la contaminación real es probablemente mucho peor. La detección de estos compuestos es difícil debido a sus bajas concentraciones, lo que limita el monitoreo. Sin embargo, el modelo de McGill predice que regiones con poca infraestructura de tratamiento de aguas son las más vulnerables. Es un problema crítico que necesita atención urgente, especialmente en países en desarrollo donde el uso de antibióticos crece rápidamente.
¿Qué podemos hacer? Nuevas estrategias para una crisis creciente
El estudio propone estrategias de mitigación, como mejorar los sistemas de tratamiento de aguas y establecer programas de monitoreo global. Proteger la calidad del agua es clave para salvaguardar la salud humana y los ecosistemas. En el futuro, tecnologías como biorreactores de algas podrían filtrar antibióticos antes de que lleguen a los ríos, según investigaciones previas. Por ahora, los expertos piden acción inmediata para reducir la contaminación. Cada píldora que tomamos tiene un impacto más allá de nuestro cuerpo, y entender eso es el primer paso para cambiar el rumbo.
La contaminación por antibióticos en ríos es una alarma que no podemos ignorar. Con 8,500 toneladas llegando anualmente a los sistemas fluviales, la vida acuática y la salud humana están en juego. La amoxicilina lidera el problema, pero la solución requiere un esfuerzo global: desde mejores tratamientos de aguas hasta un uso más responsable de medicamentos. Nuestros ríos son el alma de los ecosistemas, y protegerlos es protegernos a nosotros mismos. ¿Qué haremos para que sigan fluyendo libres de esta amenaza invisible?
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