Científicos descubren un hongo marino capaz de degradar el polipropileno, uno de los plásticos más difíciles
por Carolina Gutiérrez Argüelles
La contaminación plástica es uno de los problemas ambientales más urgentes del planeta, y el plástico polipropileno (PP5) es uno de los más difíciles de reciclar. Pero, ¿y si te dijéramos que un hongo marino está emergiendo como una solución biológica sorprendente? Investigadores de la Universidad de Sídney han aislado un hongo que podría cambiar el destino del plástico para siempre. Esto promete reducir la huella ecológica de los residuos plásticos con un método natural, sostenible y efectivo.
¿Cómo funciona el hongo marino que devora plástico?
El protagonista de esta historia es un hongo marino descubierto por el equipo liderado por el profesor Ali Abbas. Este organismo no se limita a vivir en el agua salada, sino que también tiene la increíble capacidad de descomponer el polipropileno, uno de los plásticos más resistentes y presentes en productos cotidianos como tapas de botellas, envases y perchas.
El proceso es tan fascinante como sencillo: antes de exponer el plástico al hongo, este se somete a un tratamiento con luz ultravioleta o calor para simular el desgaste natural que sufre al estar expuesto al sol o al ambiente. Luego, el plástico tratado se coloca en una solución líquida donde el hongo libera enzimas específicas que atacan las largas cadenas moleculares del plástico, rompiéndolas poco a poco. Lo más llamativo es que este proceso biológico funciona a temperaturas moderadas y sin necesidad de químicos agresivos ni altos consumos energéticos, lo que lo convierte en una alternativa mucho más sostenible frente a los métodos tradicionales de reciclaje.
¿Por qué el polipropileno es tan complicado?
El polipropileno representa aproximadamente el 20 % de los envases en países como Australia, pero sólo un 8 % logra reciclarse correctamente. Su compleja estructura química hace que sea difícil de romper y reciclar, y además suele estar contaminado por restos de alimentos o sustancias que dificultan aún más su tratamiento. Por eso, encontrar una manera eficiente de degradar este plástico es crucial para frenar la contaminación que afecta a la biodiversidad y también a nosotros, porque los microplásticos entran en la cadena alimentaria y tienen consecuencias para la salud humana.
Los resultados prometedores que ya se están viendo en laboratorio
El equipo de la Universidad de Sídney no parte de cero. En 2023 descubrieron cepas terrestres de hongos que podían degradar hasta un 21 % del polipropileno en 30 días. El nuevo hongo marino, sin embargo, está mostrando un potencial aún mayor: cerca del 27 % de degradación en pruebas que duran hasta 90 días. Aunque todavía está en fase experimental, estos datos abren la puerta a la esperanza de un futuro donde los residuos plásticos no sean un problema eterno. Sin embargo, el profesor Abbas advierte que este hongo no es una “bala de plata”: “Es solo una parte de la solución. La prioridad sigue siendo reducir la producción de plástico y fomentar una economía circular donde nada se desperdicie”.

Más allá del hongo: un llamado a la acción global
El hallazgo del hongo marino es, sin duda, un avance biotecnológico fascinante y lleno de potencial. Sin embargo, la lucha contra la contaminación plástica no depende únicamente de esta innovación. Se necesita una transformación global que incluya la reducción en el uso de plásticos de un solo uso, un reciclaje más eficiente y la educación ambiental que empodere a las nuevas generaciones. Este pequeño organismo marino puede ser un aliado clave, pero no reemplaza la responsabilidad colectiva de cambiar hábitos, políticas y sistemas productivos. De hecho, el equipo científico ya trabaja para optimizar el proceso y escalarlo a nivel industrial, buscando alianzas con empresas que puedan aplicar esta biotecnología a gran escala.
Cada avance científico que pone al planeta en primer lugar es una luz que ilumina nuestro camino en esta crisis ambiental. El hongo marino devorador de plástico nos recuerda que la naturaleza, con sus soluciones invisibles y silenciosas, aún guarda secretos poderosos para salvarnos. ¿Qué pasaría si este pequeño hongo lograra que nuestros residuos no terminen asfixiando a los océanos? La respuesta está en seguir investigando, innovando y, sobre todo, actuando con conciencia.
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