El crecimiento constante del fútbol femenino ha sido tierra fértil para muchas de las amantes del deporte rey. La uruguaya Claudia Umpiérrez no ha sido la excepción. Con un abuelo árbitro, un papá entrenador, un tío futbolista profesional y una tía árbitra, era casi obvio que la pelota mantendría un lugar importante en su vida.
Pero mientras muchas adolecentes soñaban con jugar, ella eligió el arbitraje. Y en ese mundo hizo historia el pasado sábado 5 de marzo, al convertirse en la primera mujer en arbitrar un partido de fútbol profesional masculino en su país. Allí, el local Central Español venció 3-2 a Tacuarembó por la primera fecha del Campeonato de Segunda División.
La noticia tuvo una gran repercusión. Algo no menor considerando el precedente que sentó en un ámbito que evoluciona hacia la igualdad de género. «Aún no tomé dimensión de los que significa, aunque soy consciente de lo que me costó llegar hasta acá para aprovechar la oportunidad», confiesa Umpiérrez amablemente a FIFA.com.
«Para mí es circunstancia de mi trabajo y me siento la misma que dirigía el año pasado en la categoría anterior. Si alguien lo ve como una puerta más para que sigan llegando arbitras en el fútbol profesional uruguayo, bienvenido sea», agrega la charrúa de 33 años.
El impulso inicial
¿Por qué árbitra? «Jugaba de 9 y no lo hacía mal, lo del arbitraje surgió más por curiosidad que por algo puntual. Primero quise hacer el curso con mi tía en mi pueblo, Pan de Azúcar, pero tenía 16 y no pude por ser menor», rememora.
Recién en Montevideo, a donde emigró para estudiar abogacía, su otra profesión, reaparecieron las ganas. Corría el año 2002. “A mi papá, que sabía cómo trataban a los árbitros, no le gustó la idea. Lo convencí diciéndole que podía cobrar algún dinero y ayudarlo a pagar mis estudios».
De las 12 mujeres que comenzaron sólo tres se recibieron en 2004. Ahí comenzó un camino tan arduo para Claudia que la hizo dudar dos veces. «La primera fue en 2008. Llevaba cuatro años en cuarta división y me sentía estancada en función de las opiniones que tenían los docentes sobre mi».
Pero los tiempos empezaron a cambiar. Crecieron la cantidad y calidad de los torneos femeninos y ella decidió esperar, lista para aprovechar el contexto. En 2009 ascendió a tercera. En 2010 llegó a segunda, fue nombrada árbitra internacional FIFA y dirigió en el Torneo Sudamericano Femenino Sub-17 y en la Copa Libertadores Femenina. «Ahí me di cuenta de que había posibilidades y decidí priorizarlo como carrera».
Insistir, persistir, resistir y nunca desistir
Su sólida actuación en la Copa Mundial Femenina Sub-17 de la FIFA 2012, donde arbitró en la jornada inaugural y en una semifinal, abrió un panorama alentador para Umpiérrez, aunque la competencia era cada vez mayor. Entonces llegó otro momento de dudas.
«Fue a mediados de 2014. Me llamaron para el Mundial Sub-20 como árbitra de reserva, pero había sido mamá en enero y fallé la parte de velocidad de la prueba final en junio. Creí que había perdido la posibilidad de dirigir en el Mundial de mayores», explica.
«Ahí fue fundamental el apoyo de mi marido Gabriel (Popovits), que es árbitro asistente internacional FIFA. Y agradezco como pasaron las cosas». ¿A qué se refiere? «Me citaron para la Copa Algarve. Entrené duro, aprobé y el premio fue la convocatoria para Canadá».
«Todo el proceso de preparación FIFA me permitió absorber al máximo lo que viví allí», continúa. «Dirigí tres partidos, entre ellos el cuartos de final entre Canadá e Inglaterra que rompió el récord de asistencia. ¡Jamás había jugado ante 54.000 personas! De Canadá salí fortalecida para vivir lo de ahora».
Sensaciones y futuro
El ascenso a primera llegó a principios de 2016, y si bien había apenas 400 espectadores en campo de Centro Español, Umpiérrez estaba «ansiosa»: en la tribuna estaban todos sus seres queridos, entre ellos su hija Naomi. «Cuando salí a jugar me gritó ‘¡Hola mami linda!’. Es lo más lindo que me gritaron en una cancha».
Además, toda la atención recaía sobre ella. «Quería que terminara rápido lo de ‘hay una mujer que dirige por primera vez’. Deseaba concentrarme en arbitrar y que todo volviera ‘a la normalidad».
¿Cómo califica su actuación? «Creo que anduve bien. Me reprocho un pelotazo que me dieron en la espalda por estar mal ubicada. Algo a corregir», explica. Y confirma que fue tema de conversación con su esposo Gabriel. «Somos nuestros máximos críticos». Y si bien reconoce que analiza a sus colegas, «no copio a nadie, aspiro a desarrollar mi estilo, uno que interprete las necesidades de cada juego».
¿Y el futuro? «Todavía no estoy para un Peñarol – Nacional, aunque claro que me gustaría», responde ante la consulta puntual. «Pero no quiero quemar etapas. Debo confirmar que llegué a la categoría para quedarme, no de casualidad. Siento responsabilidad de demostrar que las árbitras estamos en condiciones de dirigir a nivel profesional. Con oportunidades, sólo depende de nosotras».